Golpe energético en la frontera sur

Rusia ataca una estación clave del gasoducto Transbalcánico cerca de Rumanía

El bombardeo con drones sobre infraestructura energética ucraniana busca, según Kiev, debilitar las relaciones con socios estratégicos como EE.UU., Azerbaiyán y la UE. Europa responde con preocupación ante la amenaza a una de sus rutas alternativas al gas ruso.
 

La guerra energética ha dado un nuevo paso. Rusia ha lanzado una ofensiva con decenas de drones contra una estación de compresión de gas ucraniana situada muy cerca de la frontera con Rumanía. El ataque ha sido confirmado por el Ministerio de Energía de Ucrania, que señala como objetivo directo una infraestructura crítica del gasoducto Transbalcánico, un conducto esencial en la estrategia energética de Europa del Este.

El gasoducto, que atraviesa el sur de Ucrania en dirección a los Balcanes, es una vía clave para transportar gas natural licuado (GNL) desde Estados Unidos y Azerbaiyán a través de las terminales situadas en Grecia. Kiev ha utilizado esta ruta para diversificar su abastecimiento energético y reducir su dependencia del gas ruso, una prioridad estratégica desde el inicio de la invasión.

Para la ministra de Energía ucraniana, este ataque representa algo más que un golpe militar: “Es un ataque directo a las relaciones entre Ucrania, Estados Unidos, Azerbaiyán y nuestros socios europeos”. La declaración pone el foco en una dimensión más amplia del conflicto: el intento ruso por obstaculizar la independencia energética de sus vecinos y, por extensión, de toda Europa.

La agresión se interpreta como un nuevo intento del Kremlin por frenar las rutas alternativas al suministro ruso. Desde el inicio de la guerra, la seguridad energética se ha convertido en un punto clave en la estrategia geopolítica de la región. Europa ha buscado aliados como Noruega, Qatar, Azerbaiyán o EE.UU. para reconfigurar su mapa energético. La ruta a través del Transbalcánico representa una pieza central en ese nuevo esquema.

El bombardeo ocurre en un momento de gran sensibilidad para el mercado energético, donde cada movimiento militar cerca de infraestructuras críticas impacta no solo en la seguridad sino también en los precios y en las previsiones de suministro.

Desde Bruselas y Washington ya se han emitido mensajes de apoyo a Kiev, subrayando que los ataques contra infraestructuras energéticas tienen implicaciones más allá del frente militar: afectan directamente a la estabilidad del continente.

La pregunta ahora es si Europa y sus aliados responderán con un refuerzo de su compromiso energético con Ucrania, o si este tipo de ataques marcarán un nuevo frente de presión en la guerra: el del gas, los conductos y las alianzas.