Washington marca la agenda global entre conflictos internacionales y tensiones internas

Trump respalda a Netanyahu, golpea a Venezuela y guerra con los medios

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha intensificado su actividad política y diplomática en múltiples frentes. Desde el Caribe hasta Oriente Medio, pasando por sus decisiones económicas internas y su enfrentamiento con los grandes medios, la agenda de Washington refleja un cruce de tensiones que condiciona tanto la política exterior como la vida interna del país.

La última semana de Donald Trump al frente de la Casa Blanca ha sido un compendio de frentes abiertos que revelan la complejidad de la coyuntura internacional y la intensidad de los desafíos internos en Estados Unidos. El presidente ha querido enviar un mensaje claro: su administración no dará tregua ni en las disputas geopolíticas ni en los ajustes internos que considera necesarios para reforzar la posición de su país.

Uno de los capítulos más tensos se ha producido en el Caribe, donde fuerzas estadounidenses interceptaron por segunda vez una embarcación venezolana vinculada al narcotráfico. El operativo terminó con tres muertos y la incautación de cocaína y fentanilo. Trump confirmó el ataque y subrayó que las tropas actuaron bajo su mando directo, en una estrategia que busca cortar lo que Washington describe como la relación entre el régimen de Nicolás Maduro y los cárteles de la droga. La reacción de Caracas no se hizo esperar: Maduro calificó el hecho como una agresión y aseguró que Venezuela ejercerá su derecho a la defensa, en un contexto en el que la comunicación diplomática entre ambos países sigue rota.

En paralelo, Estados Unidos ha cerrado un acuerdo que permitirá a TikTok continuar operando en territorio norteamericano. El pacto, que ahora espera la ratificación de Trump y de Xi Jinping, busca despejar las dudas sobre la seguridad de los datos y evitar una ruptura tecnológica que habría tenido consecuencias en el mercado digital global. Según fuentes cercanas a las negociaciones, el propio Trump participó de forma activa en el diseño del marco del acuerdo, que fue trasladado a los representantes chinos como condición imprescindible para mantener el servicio en funcionamiento. El desenlace de este capítulo evidencia que, más allá de los discursos de confrontación, Washington y Pekín mantienen espacios de cooperación en ámbitos estratégicos.

El foco en Oriente Medio también ha dejado titulares de peso. Trump descartó un nuevo ataque israelí en Qatar, después de que un operativo anterior en Doha hubiera tenido como objetivo a líderes de Hamás. No obstante, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, insistió en que su país seguirá persiguiendo a los responsables de los atentados yihadistas allá donde estén, evocando la masacre de Múnich de 1972 como justificación histórica. La tensión se ha agravado tras conocerse que Hamás habría trasladado a los rehenes israelíes para utilizarlos como escudos humanos frente a una ofensiva terrestre. La respuesta de Trump fue inmediata: calificó la acción de atrocidad y reclamó su liberación. Mientras tanto, las Fuerzas de Defensa de Israel han destruido un edificio de 18 pisos en Gaza y han extendido sus ataques al sur del Líbano contra posiciones de Hezbolá, lo que ha provocado que el Consejo de Cooperación del Golfo active mecanismos de defensa conjuntos. El escenario confirma que la región vive un momento de máxima volatilidad, con efectos potenciales sobre la seguridad energética y los mercados globales.

En el terreno interno, la política económica volvió a colocarse en el centro del debate. Un tribunal de apelaciones bloqueó el intento de Trump de destituir a la gobernadora de la Reserva Federal, Lisa Cook, lo que le permitió participar en una reunión clave sobre los tipos de interés. En paralelo, el Senado confirmó a Stephen Miran como nuevo miembro de la Junta de Gobernadores de la Fed, un movimiento que la administración celebró como un triunfo político. Trump aprovechó la coyuntura para proponer un cambio radical en la forma en que las empresas estadounidenses informan sus resultados: en lugar de hacerlo trimestralmente, deberían hacerlo una o dos veces al año, en línea con lo que ocurre en economías como la china. Según el presidente, este ajuste permitiría a las compañías enfocarse en el largo plazo, reduciendo la presión de los mercados financieros y apostando por un crecimiento más sostenido.

En el ámbito de la seguridad ciudadana, Trump firmó un memorando para crear una nueva fuerza de trabajo federal destinada a combatir el crimen en Memphis, Tennessee. Siguiendo el modelo aplicado en Washington D.C., el plan incluirá la participación de la Guardia Nacional, el FBI, la DEA y otras agencias, en un intento de reforzar la presencia federal en territorios con altos niveles de violencia.

Por último, el enfrentamiento con los medios de comunicación volvió a escalar. Trump anunció una demanda de 15.000 millones de dólares contra el New York Times, al que acusó de difamación y de haber mentido sobre él, su familia y su negocio. Aseguró que los grandes medios han disfrutado durante demasiado tiempo de impunidad para “mentir y difamar libremente” y que ha llegado el momento de poner límites a esa dinámica.

La combinación de todos estos capítulos muestra un panorama en el que Trump quiere proyectar fuerza dentro y fuera de Estados Unidos. Desde la confrontación con Maduro hasta las negociaciones con China, pasando por la gestión de la Reserva Federal y la batalla contra los medios, el presidente refuerza su imagen de liderazgo en una coyuntura marcada por la incertidumbre. Una agenda de alto voltaje que, inevitablemente, tiene repercusiones en los mercados, en la geopolítica y en la percepción de estabilidad institucional del país.