El 45% de los padres no habla “apenas o nunca” con sus hijos sobre los ingresos domésticos, según Funcas

MADRID, 29 (EUROPA PRESS)

El 45% de los padres españoles afirma no hablar “apenas o nunca” con sus hijos sobre los ingresos que entran al mes en casa y un 47% declara no hablar con ellos sobre los impuestos que se pagan, según el número 34 de Panorama Social, una publicación editada por Funcas y presentada este jueves ante el Día de la Educación Financiera el lunes 3 de octubre.

En un artículo titulado ‘Familia y socialización financiera: una aproximación empírica al caso español’, elaborado por los profesores de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Elisa Chuliá, Luis Garrido y María Miyar, la principal conclusión es que niños, adolescentes y jóvenes conversan “poco” con sus progenitores sobre los ingresos domésticos o sobre los impuestos que paga la familia.

Además, señalan que la menor frecuencia de estas conversaciones “la reconocen las madres y los padres con niveles educativos e ingresos más elevados” y, en general, las madres declaran tratar estos temas con sus hijos más a menudo que los padres.

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En cambio, los encuestados que dicen hablar a menudo sobre esos temas con sus hijos no llegan a una quinta parte, entre un 17 y un 18%. Estos datos contrastarían con el papel que se le da a la familia en la transmisión de conocimientos financieros. Para el 97% de madres y padres con hijos de 11 a 22 años encuestados por Funcas, la familia es la institución “crucial” en el aprendizaje de valores y hábitos asociados a la educación financiera.

Por lo demás, las familias hacen un uso relativamente escaso de las pagas –ya sean semanales o mensuales– a los hijos, lo que supondría prescindir así “de uno de los instrumentos más importantes de educación financiera de niños y jóvenes”. La proporción de madres y padres que dan paga a sus hijos es pequeña en educación primaria (14%) y secundaria (29%) y solo se acerca a la mitad cuando los hijos cursan bachillerato (48%), alcanzando un máximo que apenas supera las tres quintas partes (61%) cuando los hijos son universitarios.

En otro artículo firmado por el profesor de la Universidad de Málaga, José M. Domínguez, se afirma que, aun cuando el nivel insuficiente de cultura financiera es un problema de alcance global, España se sitúa por debajo de la media de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Basándose en los resultados de la primera oleada de la Encuesta de Competencias Financieras, realizada por el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores, muestra que en torno a la mitad de las personas de 18 a 79 años no responden correctamente a alguna de las preguntas con las que se suele medir la cultura financiera (valor adquisitivo del dinero en presencia de inflación, tipo de interés compuesto y diversificación de activos).

Funcas afirma que la conciencia de la falta de conocimientos financieros está extendida en la sociedad, toda vez que cerca de la mitad de la población encuestada (46%) califica los suyos como “bajos” o “muy bajos”. Este escaso nivel de conocimientos -que sería algo más alto entre los hombres, las personas de 45 a 64 años, más estudios y rentas del hogar más elevadas– confluye con un peso reducido –en torno al 20%– de los activos financieros sobre los activos totales de los hogares, y con un predominio –de alrededor del 40%– del efectivo y los depósitos en el conjunto de los activos financieros.

Por otro lado, la profesora de la Universidad de Zaragoza, María Jesús Mancebón, sostiene que, en un contexto demográfico y socioeconómico caracterizado por un previsible aumento del número de personas mayores con ingresos bajos y necesidades de gasto elevadas, resulta “fundamental” concienciar a los individuos de la necesidad de gestionar sus recursos económicos durante la etapa laboral activa. A partir de la ya citada Encuesta de Competencias Financieras, la autora ofrece un diagnóstico en su artículo de la educación financiera con la que cuenta la población mayor de 30 años no jubilada en España. Sus resultados muestran que casi cuatro de cada diez personas de esa población (38%) consideran que no están planificando su vejez o que lo están haciendo “mal” o “muy mal”, mientras que solo una cuarta parte (24%) opina que lo está haciendo “bien” o “muy bien”.

Por su parte, el estudio de Inés Andújar, del Banco de España, centra su investigación en la población mayor. La autora analiza las características específicas de la población mayor de 64 años, que requeriría una oferta de educación financiera ajustada, no solo en contenidos, sino también en herramientas y soportes, “tratando siempre de facilitar el acceso a la información y los servicios financieros”.

Enfocando la atención sobre la oferta de educación financiera, Gloria Caballero, de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) repasa las principales líneas de actuación del Plan de Educación Financiera lanzado por el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores en 2008, cuya última renovación incluye el periodo 2022-2025. La autora asegura que el plan, junto con las iniciativas desplegadas por una red de colaboradores públicos y privados, han contribuido a aumentar “significativamente” la oferta de educación financiera, si bien queda pendiente una evaluación de su eficacia para mejorarla.

Sobre este punto insiste también el profesor de la Universidad de Oviedo, Juan A. Vázquez, que, en su balance de los proyectos de educación financiera desarrollados durante los últimos años, recoge algunas debilidades como la falta de coordinación y evaluación de las diversas iniciativas, y defiende la conveniencia de nuevos enfoques, soportes y contenidos para elaborar una mejor oferta educativa en economía y finanzas.

Según argumenta, el crecimiento de las iniciativas y los proyectos de educación financiera en estos años parece haber respondido a estímulos de oferta más que de demanda, por lo que sería deseable avanzar hacia una “racionalización” de la oferta basada en un “mejor conocimiento” de la demanda y en su estímulo, así como también en la evaluación de la efectividad de los programas.

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