
Bruselas se prepara para dar un paso crucial en apoyo a la industria automovilística europea, que enfrenta una de sus mayores crisis. Desde el Foro Económico Mundial de Davos, Teresa Ribera, vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea, ha anunciado que se están explorando opciones para implementar subsidios paneuropeos destinados a impulsar la demanda de vehículos eléctricos.
Según Ribera, la idea es clara: “Tiene sentido buscar una solución desde una perspectiva paneuropea en lugar de recurrir a subvenciones nacionales”. Este enfoque evitaría una carrera entre estados miembros que podría fragmentar el mercado. Las declaraciones llegan en un momento en el que el canciller alemán Olaf Scholz también ha revelado que la Comisión Europea está considerando su propuesta de un programa de subsidios de la UE, tras la abrupta cancelación del programa de incentivos de Alemania en 2023, que provocó un desplome en las ventas de vehículos eléctricos.
Actualmente, las condiciones para acceder a incentivos varían ampliamente entre los estados miembros de la UE. Mientras algunos ofrecen ayudas significativas, otros no cuentan con ningún tipo de subsidio, según datos de la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles. Diseñar un esquema paneuropeo que respete las normas de la OMC y evite beneficiar a fabricantes de automóviles chinos —cuya cuota de mercado crece rápidamente— será un desafío para Bruselas.
Ribera reconoció que encontrar el equilibrio entre la electrificación rápida y la capacidad de las marcas europeas para satisfacer la demanda será complejo. La vicepresidenta, responsable de la estrategia de la UE para la “industria verde”, subrayó que el plan de incentivos sería solo una de las medidas para revitalizar un sector vital para la economía europea. “Los fabricantes europeos necesitan una visión integral para actualizar sus capacidades y responder a la demanda global”, dijo Ribera.
En contraste, el expresidente estadounidense Donald Trump ha reiterado esta semana su intención de poner fin a los “subsidios injustos” para los vehículos eléctricos, subrayando las diferencias en los enfoques transatlánticos sobre el tema. A pesar de estas tensiones, Ribera dejó claro que la Unión Europea no reconsiderará el plazo de 2035 para eliminar las ventas de motores de combustión interna, destacando la necesidad de ofrecer “previsibilidad y claridad” a la industria.
Sin embargo, Ribera se mostró abierta a flexibilizar objetivos anuales de ventas de vehículos eléctricos y revisar las multas a los fabricantes que no cumplan. Según ella, se está manteniendo una “conversación abierta” con los fabricantes sobre compromisos alternativos, como mayores inversiones, para evitar que las sanciones obstaculicen los planes de electrificación o beneficien a competidores chinos.
Otro punto clave en el debate es la transferencia de tecnología. Ribera sugirió ampliar los requisitos para fabricantes extranjeros que deseen operar en la UE, inspirado en el modelo chino, que hace tres décadas impuso estrictas condiciones de colaboración tecnológica a los fabricantes europeos que querían entrar en su mercado. Esta medida podría aplicarse también a otros sectores, como el de las turbinas eólicas, donde los fabricantes europeos enfrentan una feroz competencia de empresas chinas.
Finalmente, Ribera reafirmó el compromiso de la UE con la descarbonización, a pesar de las decisiones unilaterales de Estados Unidos, como el abandono del acuerdo de París en 2015 bajo la administración Trump. Frente a desastres climáticos como los incendios en Los Ángeles, Ribera insistió en que “el mundo es mucho más grande que Estados Unidos” y que existen numerosos socios comprometidos con los objetivos climáticos globales.
En un contexto de creciente competencia internacional y tensiones comerciales, Europa parece estar dispuesta a tomar medidas ambiciosas para proteger su industria y avanzar hacia un futuro sostenible. El camino no será fácil, pero las decisiones que se tomen ahora definirán el papel de Europa en la economía global del siglo XXI.