
Las recientes tarifas impuestas por el presidente Donald Trump han agitado tanto a Washington como a Wall Street durante casi un mes, pero las consecuencias más directas están a punto de sentirse en los hogares estadounidenses.
Desde que en abril EE.UU. incrementó los aranceles sobre productos chinos hasta un 145%, las importaciones han caído drásticamente, hasta en un 60% según algunas estimaciones. Aunque el impacto todavía no ha llegado a la mayoría de los consumidores, se espera que para mediados de mayo miles de empresas, desde pequeños negocios hasta grandes cadenas como Walmart y Target, enfrenten la necesidad urgente de reabastecer inventarios. En reuniones recientes con Trump, estos gigantes del retail advirtieron que los consumidores pronto podrían encontrar estantes vacíos y precios más altos.
Aunque en los últimos días Trump ha mostrado cierta disposición a reconsiderar los aranceles, muchos expertos creen que el daño ya está hecho y que EE.UU. podría enfrentar un shock de suministros que se extendería hasta la temporada navideña.
Incluso si las tensiones se alivian, reactivar el comercio transpacífico presenta nuevos desafíos: las compañías navieras han reducido su capacidad para ajustarse a la menor demanda, por lo que un repunte repentino podría saturar puertos, provocar retrasos y encarecer los envíos, tal como ocurrió durante la pandemia.
El golpe llega en un momento clave para los minoristas, que en marzo y abril suelen comenzar a acumular inventarios para la temporada de regreso a clases y la Navidad.
Ya se observan signos preocupantes en Asia: los barcos que partieron recientemente de puertos chinos hacia EE.UU. han disminuido un 40% desde principios de abril. En volumen, eso representa un tercio menos de contenedores transportados tras el anuncio de Trump sobre la subida de tarifas.
Algunas empresas están intentando anticiparse, desviando pedidos hacia otros países como Vietnam, Tailandia y Camboya. La naviera Hapag-Lloyd, por ejemplo, reporta una caída del 30% en los embarques desde China, mientras aumenta el tráfico desde el sudeste asiático.
La caída de la demanda ha obligado a las compañías navieras a cancelar un número récord de viajes.
La Organización Mundial del Comercio ha advertido que el comercio entre EE.UU. y China podría desplomarse hasta un 80%, reforzando la opinión de que la situación actual equivale prácticamente a un embargo comercial.
Esta incertidumbre económica ha elevado el riesgo de recesión en EE.UU.: los analistas consultados por Bloomberg estiman que las importaciones podrían caer a una tasa anual del 7% en el segundo trimestre, la mayor caída desde el inicio del Covid-19.
Además, el shock en la oferta ya está empezando a reflejarse en las proyecciones de inflación, ante la expectativa de que los precios suban aún más. Algunos ejecutivos advierten que ciertos productos chinos podrían duplicar su precio.
Si la guerra comercial se prolonga unas semanas más, las empresas tendrán que tomar decisiones difíciles: cancelar pedidos, buscar proveedores alternativos, subir precios o incluso recortar personal.