Putin endurece el chantaje: “Paz” solo si Kiev cede todo el territorio ocupado

En una intervención recogida por medios internacionales, Vladímir Putin ha reiterado que Rusia solo pondrá fin a la ofensiva si Ucrania acepta ceder a Moscú todo el territorio actualmente ocupado en el este y el sur del país.

El presidente ruso ha vinculado ese eventual alto el fuego a la arquitectura del plan de paz estadounidense, ahora reducido de 28 a 18-19 puntos tras las negociaciones de Ginebra con Kiev y la reacción europea.

Según una crónica de NDTV y AFP, Putin ha subrayado que “no hay nada que negociar” si el documento no refleja las “realidades sobre el terreno”, es decir, el control ruso de facto de amplias zonas de Ucrania.

Al mismo tiempo, se ha confirmado que el enviado estadounidense Steve Witkoff viajará a Moscú para seguir discutiendo el texto revisado, mientras Zelensky insiste en renegociar personalmente el capítulo territorial con Trump.

Putin está diciendo abiertamente lo que el borrador inicial de Washington sugería entre líneas: que la paz se concibe como ratificación del avance ruso, no como restauración de la legalidad internacional.

Que sea el Kremlin quien marque el perímetro de la negociación demuestra hasta qué punto el plan estadounidense, en su primera versión, se parecía peligrosamente a lo que un alto diplomático habría llamado un verdadero “catálogo de deseos de Rusia (Russia’s wish list)”.

Si Estados Unidos se aferra a una lógica de “territorios a cambio de silencio de los cañones”, la credibilidad de todo el bloque occidental quedará herida: se consagraría la idea de que la agresión prolongada, si es suficientemente brutal, termina siendo recompensada.

Para Europa, aceptar esa premisa sería suicida: ningún báltico, ningún polaco, ningún finlandés olvidará que hoy se consagra por escrito que basta con resistir lo bastante tiempo para quedarse con lo conquistado.

Mientras se discute el plan de paz, Rusia mantiene una ofensiva intensa en el este. Medios ucranianos como The Kyiv Independent han informado de ataques rusos de envergadura cerca de Huliaipole, en la región de Zaporiyia, repelidos por las fuerzas ucranianas.

Varios despachos citando fuentes rusas hablan de progresos en torno a Pokrovsk y Myrnograd, rebautizados con sus nombres soviéticos, que Moscú asegura tener “prácticamente cercados”, versión que Kiev niega categóricamente.

Los combates se concentran en un arco que incluye Vovchansk y Siversk, con un desgaste enorme de ambos ejércitos y un consumo de munición que solo Ucrania puede sostener gracias al suministro occidental.

Rusia intenta mejorar su posición sobre el terreno antes de que se cierre cualquier acuerdo, repitiendo el patrón clásico de “negociar disparando”.

Para Kiev, aguantar Pokrovsk y el corredor de Zaporiyia no es solo cuestión de orgullo militar: es impedir que Rusia convierta el Donbás ampliado en un bloque estratégico compacto que fracture para siempre el país.

La simultaneidad de ofensiva y negociación mina la confianza de la opinión pública ucraniana en cualquier concesión: ¿cómo explicar a una población que resiste en Pokrovsk que parte del territorio en disputa pasará a Rusia por la vía del lápiz y la firma?

El mensaje para Europa es brutal en su sencillez: mientras algunos sueñan con “cerrar el expediente Ucrania”, la guerra real no ha terminado ni de lejos.

Varios análisis técnicos (The War Zone, The Aviationist, medios ucranianos) confirman que un ataque ucraniano contra las instalaciones de Beriev en Taganrog destruyó el rarísimo avión A-60, banco de pruebas de un sistema láser aerotransportado, y al menos otro aparato de alta tecnología.

Se trataría de un golpe severo a los programas rusos de guerra electrónica avanzada y potencial guerra antisatélite, al inutilizar una plataforma que Moscú desarrollaba desde la época soviética con un coste ingente.

La operación habría empleado misiles o drones de largo alcance, demostrando que Ucrania conserva capacidad de golpear activos estratégicos en profundidad, muy lejos de la línea del frente.

La destrucción del A-60 envía un mensaje inequívoco: ningún proyecto de armas “exóticas” ruso está a salvo en la retaguardia si Kiev dispone de inteligencia precisa y vectores de alcance suficiente.

Desde el punto de vista de la OTAN, este ataque erosiona la capacidad rusa de experimentar con sistemas capaces de cegar satélites, perturbar comunicaciones o desarrollar doctrinas de “negación de acceso” (anti-access/area denial) más avanzadas.

Políticamente, Kiev demuestra a sus aliados que no es un mero receptor pasivo de armamento: lo usa con inteligencia estratégica para degradar capacidades de “alto valor añadido” del adversario.

Moscú, por su parte, comprobará que la apuesta por armas “de boutique” no compensa si no se protege su infraestructura industrial frente a una Ucrania cada vez más capaz en guerra de precisión y de drones.

El Parlamento Europeo ha aprobado una resolución reclamando que la UE asuma un papel de liderazgo en la configuración de la paz en Ucrania, dejando claro que ninguna decisión sobre los activos rusos congelados puede tomarse al margen de las instituciones europeas.

Los eurodiputados proponen un “préstamo de reparación” para Ucrania, garantizado por los activos rusos inmovilizados en la UE, y rechazan explícitamente levantar sanciones antes de que exista un acuerdo de paz plenamente aplicado.

La resolución subraya que cualquier paz estable debe ir precedida de un alto el fuego efectivo y sustentarse en garantías de seguridad robustas por parte de la UE y Estados Unidos, no en promesas retóricas.

Por fin, Bruselas empieza a hablar el lenguaje del poder: vincular la reconstrucción a los activos rusos no es venganza, es justicia y también disuasión para futuros agresores.

El Parlamento se sitúa claramente por delante de algunos gobiernos a la hora de fijar líneas rojas: ni reconocimiento de anexiones, ni levantamiento anticipado de sanciones, ni reducción de Ucrania a un protectorado endeudado y frágil.

Si la UE mantiene la coherencia entre discurso y recursos —algo lejos de estar garantizado—, puede convertirse en el pilar civil de la seguridad ucraniana, mientras la OTAN refuerza el pilar militar.

El riesgo, como siempre en Europa, es que la retórica parlamentaria no se traduzca en compromisos presupuestarios y políticos a la altura. De momento, al menos, se ha trazado una línea doctrinal neta: no hay paz sostenible si se sacrifica la soberanía de Ucrania en el altar del cansancio occidental.

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha viajado hoy a Moscú para reunirse con Vladímir Putin, en una de las poquísimas visitas de un jefe de Gobierno de la UE y la OTAN al Kremlin desde el inicio de la invasión a gran escala.

Según Reuters y otros medios europeos, la agenda oficial se centra en garantizar el suministro de gas y petróleo ruso a Hungría, pero Putin ha aprovechado para alabar la “posición equilibrada” de Orbán y sugerir la posibilidad de un futuro encuentro en Budapest con Trump.

La visita tiene lugar mientras la UE endurece el régimen de sanciones y discute precisamente cómo utilizar los activos rusos congelados para ayudar a Kiev, acentuando la sensación de fractura interna.

Orbán se consolida como caballo de Troya del Kremlin en la arquitectura europea: compra energía a buen precio, erosiona la unidad de la UE y se presenta, además, como “apóstol de la paz”.

Para Moscú, la foto con un líder europeo en el Kremlin en plena guerra es oro propagandístico: demuestra que las sanciones no han aislado completamente a Rusia y siembra dudas en las opiniones públicas occidentales.

Cada gesto unilateral de Budapest encarece el coste político para Berlín, París y Bruselas de pedir más sacrificios a sus ciudadanos en nombre de la solidaridad con Ucrania.

Si la UE no afronta de una vez el problema de los vetos sistemáticos de Hungría en materia de sanciones, acabará rehén de una política exterior secuestrada por un solo Gobierno miembro.

La Agencia Espacial Europea (ESA) ha aprobado en su Consejo Ministerial en Bremen el mayor presupuesto de su historia —unos 22.100 millones de euros para tres años— con un incremento cercano al 30 % e incluyendo por primera vez un programa específico para capacidades de defensa en el espacio.

Diversas fuentes especializadas subrayan que se trata de un giro histórico: una organización nacida como estrictamente civil entra, aunque con cautela, en el terreno de la seguridad y la defensa, impulsada por la amenaza rusa y china a satélites e infraestructuras críticas.

Europa parece haber comprendido por fin que sin autonomía en órbita no hay soberanía en tierra: navegación, comunicaciones, inteligencia, mando y control dependen de constelaciones de satélites cada vez más vulnerables.

La decisión de dotarse de un programa espacial de defensa es también una admisión tácita de retraso: Moscú y Pekín llevan años desarrollando capacidades antisatélite y de interferencia; Washington y Londres no se han quedado atrás; solo la UE seguía instalada en una especie de “pacifismo orbital”.

Si se gestiona con visión estratégica, el nuevo esfuerzo puede reforzar la industria europea de alta tecnología y la interoperabilidad con la OTAN. Si se diluye en rivalidades nacionales y proyectos duplicados, será otra oportunidad perdida.

Documentos filtrados y analizados por medios especialistas indican que Irán podría recibir hasta 48-50 cazas Su-35 rusos entre 2026 y 2028, en un acuerdo valorado en torno a 6.000 millones de euros.

Hoy, un reportaje de United24 detalla que Rusia está ya construyendo esos Su-35 para Teherán y que la entrega forma parte de un paquete más amplio de cooperación militar, que incluye potencial transferencia de sistemas S-400 y cooperación en drones.

En paralelo, otra pieza del mismo medio apunta a negociaciones con Sudán para suministrar Su-30 o Su-35 a cambio de una base naval rusa en la costa del mar Rojo.

El Su-35 no es un simple avión más: su llegada en masa a Irán transformaría el equilibrio aéreo en Oriente Medio, obligando a Israel, Arabia Saudí y las monarquías del Golfo a replantear su planificación militar y sus compras de armamento.

La instalación de una base rusa en el mar Rojo, aunque todavía hipotética, alteraría de forma profunda la ecuación estratégica en uno de los corredores marítimos más sensibles del planeta, donde ya operan Estados Unidos, China y varias potencias europeas.

El Ministerio de Defensa de Taiwán ha informado hoy del seguimiento de 7 buques de la Armada china y 4 aeronaves militares del EPL alrededor de la isla entre el jueves y el viernes, obligando a Taipei a desplegar sus propios buques, aviones y sistemas de misiles.

Reuters ha revelado que un buque de la Armada de Nueva Zelanda realizó este mes un inusual tránsito por el estrecho de Taiwán, en plena fase de maniobras chinas de “preparación de combate conjunto (joint combat readiness patrol)”.

Bloomberg señala que unas recientes declaraciones del líder japonés sobre la defensa de Taiwán han provocado protestas airadas de Pekín, mientras Japón confirma su intención de desplegar misiles en islas cercanas a la isla para reforzar la disuasión.

El estrecho de Taiwán se ha convertido en un laboratorio de guerra de señales: Pekín presiona con buques y cazas, y el resto de democracias regionales responde con tránsitos, despliegues y declaraciones coordinadas.

Que hasta Nueva Zelanda —tradicionalmente discreta— se sume a un tránsito por el estrecho indica el grado de inquietud que provoca la coerción china en toda la región indo-pacífica.

Si Occidente se muestra dispuesto a aceptar un “cambio de fronteras por la fuerza” en Europa al amparo del plan sobre Ucrania, será infinitamente más difícil convencer a Pekín de que no puede jugar la misma carta en Taiwán. La coherencia estratégica no es un lujo, es el núcleo de la disuasión.

El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el 17 de noviembre la resolución 2803, que respalda el plan de paz para Gaza patrocinado por Estados Unidos y autoriza el despliegue de una Fuerza Internacional de Estabilización (International Stabilization Force) para un periodo de dos años, junto con una “Junta de Paz (Board of Peace)” y un comité palestino de tecnócratas.

La resolución contó con 13 votos a favor y dos abstenciones (Rusia y China), y ha provocado reacciones mixtas: la Autoridad Palestina la ha acogido con prudente alivio, mientras Hamas la rechaza por exigir su desarme efectivo.

Hoy, la Alta Representante Kaja Kallas ha presentado en Barcelona el llamado “Pacto para el Mediterráneo (Pact for the Mediterranean)”, subrayando que la estabilización de Gaza es una prioridad para la UE, tanto por razones humanitarias como de seguridad regional.

Gaza entra, de hecho, en una fase de administración internacional tutelada en la que Washington, Bruselas y un puñado de capitales árabes van a compartir responsabilidades, riesgos y también críticas.

Para Estados Unidos, el plan es una demostración de fuerza diplomática; para Europa, una carga inevitable: quien paga la reconstrucción se convierte en rehén de la seguridad de la franja durante años.

Si la Fuerza Internacional de Estabilización fracasa o se ve atrapada en una guerra de guerrillas urbana, el prestigio de la ONU se resentirá una vez más y la narrativa de los extremistas —“Occidente solo trae ocupación y caos”— ganará tracción.

El Mediterráneo vuelve a ser, como tantas veces en la historia, foso y puente a la vez: lo que ocurra en Gaza repercutirá en la seguridad de Europa, en la estabilidad de Egipto y Jordania y en la rivalidad entre Irán y las monarquías del Golfo.

El Parlamento Europeo ha aprobado el presupuesto de la UE para 2026, con unos 192.800 millones de euros en compromisos y más de 190.000 millones en pagos, reforzando las partidas de competitividad, investigación, infraestructura y seguridad.

Se incrementan en 20 millones de euros los fondos para Horizon Europe, y en 23,5 millones los dirigidos a redes de transporte y energía, además de reforzar el Mecanismo de Protección Civil y RescEU.

Diversos análisis destacan que el presupuesto incorpora, aunque tímidamente, la lógica de la guerra de Ucrania: apoyo más estable a Kiev, ayudas a la industria de defensa europea y una mayor atención a la resiliencia energética y de infraestructuras críticas.

La UE empieza a entender que la seguridad no es un apéndice, sino un bien público central que debe reflejarse en los presupuestos con la misma claridad que la política agrícola o la cohesión.

El verdadero interrogante es si estos números serán suficientes para sostener simultáneamente: el apoyo a Ucrania, la reconstrucción de Gaza, la respuesta a la presión rusa en el flanco oriental y la creciente competencia tecnológica con Estados Unidos y China.

Medios estadounidenses (NYT, Washington Post, WSJ, Foreign Affairs, The Economist)

Se concentran en el pulso interno sobre el plan de paz para Ucrania y en la comparación con el esquema sobre Gaza: muchos editoriales subrayan el contraste entre el maximalismo de Trump en Oriente Medio y el tono transaccional en Europa del Este.

Prensa británica (The Times, The Telegraph, The Guardian, BBC, Sky News)

Gran atención a la presión militar rusa en el frente y al viaje de Orbán a Moscú; The Guardian califica la resolución sobre Gaza como “una de las más extrañas de la historia reciente de la ONU”, mientras Sky subraya la dimensión política de las investigaciones anticorrupción en Kiev.

Medios europeos continentales (Le Monde, Le Figaro, FAZ, Die Welt, La Repubblica, El País, La Tribune de Genève)

Enfatizan el debate sobre el liderazgo europeo en la paz de Ucrania, el uso de activos rusos y las implicaciones del presupuesto de 2026 y del giro de la ESA hacia la defensa espacial.

Prensa ucraniana (Ukrainska Pravda, Kyiv Post, The Kyiv Independent, Ukrinform)

Combina el detalle táctico del frente (Pokrovsk, Huliaipole) con un seguimiento muy crítico del plan de paz, al que presentan como una concesión inaceptable a Moscú, y celebra el impacto de los ataques de largo alcance como el de Taganrog.

Medios rusos y prorrusos (Russia Today, TASS, prensa afín)

Venden el plan estadounidense como prueba de que “Occidente reconoce las realidades sobre el terreno” y presentan la visita de Orbán como confirmación de que Rusia no está aislada. Minimizarán la pérdida del A-60 y exagerarán cualquier avance puntual en el frente.

Mundo árabe e israelí (Al-Jazeera, Al-Arabiya, Asharq Al-Awsat, Haaretz, Yedioth Ahronoth, Israel Hayom)

La atención se centra en Gaza: composición, mandato y riesgos de la Fuerza Internacional de Estabilización, reparto de responsabilidades entre Washington, Bruselas, Catar y Egipto, y debate sobre si la paz se construye o se impone.

Asia-Pacífico (South China Morning Post, The Japan Times, The Times of India, WION, medios taiwaneses)

Los periódicos regionales ven el frente de Ucrania como ensayo general de la respuesta occidental ante un posible choque en Taiwán. Se sigue con lupa cada tránsito naval y cada declaración japonesa que irrita a Pekín.

🟥 Ucrania / Europa oriental

Riesgo muy alto. El chantaje explícito de Putin, la presión militar en Pokrovsk y Zaporiyia y la deriva del plan de paz hacia una lógica de concesiones territoriales dibujan un escenario de “paz injusta” que sembraría futuras guerras.

🟥 Oriente Medio (Gaza – Irán – mar Rojo)

Riesgo muy alto. El experimento de mandato internacional en Gaza es frágil y reversible; al mismo tiempo, el eje Moscú–Teherán se refuerza con los Su-35 y la posible base en Sudán, alterando el equilibrio en el Golfo y el mar Rojo.

🟧 Indo-Pacífico (Taiwán, Japón, mar de China Meridional)

Riesgo alto. El aumento de actividad naval y aérea china en torno a Taiwán, las señales de Nueva Zelanda y la firmeza japonesa en misiles y doctrina de defensa muestran un teatro que entra en fase de tensión crónica, aún por debajo del umbral de guerra abierta.

🟧 Energía y mercados

Riesgo alto pero contenido. La estrategia escalonada de la OPEP+ y el reajuste del mercado petrolero conviven con la incertidumbre sobre el futuro de las sanciones a Rusia y los acuerdos energéticos bilaterales como el de Hungría, que introducen fracturas dentro de la UE.

🟨 Europa política (cohesión interna de la UE, presupuestos, espacio)

Riesgo medio. El presupuesto de 2026, el giro de la ESA y la posición del Parlamento sobre Ucrania van en la buena dirección, pero la capacidad de bloqueo de actores disruptivos como Orbán y la lentitud estructural europea siguen siendo talón de Aquiles.

🟨 Sahel / África y América Latina

Riesgo medio, con tendencia al alza. La posible base rusa en Sudán, la presión yihadista en el Sahel y la persistencia de regímenes autoritarios en América Latina siguen siendo amenazas latentes que pueden reactivarse en cualquier momento, pero hoy no son el epicentro informativo.