“No va a ser, como siempre, cuestión de años sino de semanas”, se comprometió anoche en Kyiv la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ante el líder de Ucrania, Volodímir Zelenski. No se trata de la adhesión sino del proceso previo, a menudo farragoso, acelerado en este caso como premio a la defensa heroica de los valores europeos de la resistencia de Ucrania ante la invasión rusa.
La presencia en Kyiv, con visita a Bucha previa, de la presidenta de la Comisión Europea y del jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, no podía limitarse a un gesto simbólico, de los que tanto se queja el Gobierno de Ucrania. Kyiv exige a Occidente dos cosas –más sanciones a Rusia y más armas– pero desea una tercera: integrarse en la UE, aparcada a la fuerza la voluntad de ingresar en la Alianza Atlántica (como Austria o Finlandia).
Von der Leyen es la máxima autoridad internacional que viaja a Kyiv desde el inicio de la guerra. Lo hizo por vía férrea, otro flashback que evoca los días convulsos de la Segunda Guerra Mundial. Casualidad o no, Rusia castigó ayer, por vez primera, una estación de tren de Ucrania. El primer ministro eslovaco, Eduard Heger, también formó parte ayer de la comitiva de Von der Leyen y Borrell. Hoy llega también a Kyiv el canciller de Austria, lo que anticipa más visitas.
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