Claves del día

Claves del día: EEUU se rompe, Israel se queda solo y el fin del estado de bienestar en Europa

Claves del día: polarización en EEUU, creciente aislamiento de Israel y alerta sobre el Estado del Bienestar europeo

El funeral de Charlie Kirk se convirtió en un acto político de primer orden. La entrada de Donald Trump entre gritos de “USA, USA” y su saludo a Elon Musk proyectaron una imagen de cohesión del movimiento conservador en plena escalada de tensión. En su discurso, Trump calificó el asesinato de Kirk como “un ataque a toda la nación, a la democracia y a la libertad de expresión”, enmarcando el crimen en la narrativa de una batalla cultural abierta. El efecto inmediato: la figura de Kirk se eleva a símbolo para la derecha estadounidense, mientras el país sigue atrapado en una polarización que contamina instituciones, medios y hasta la conversación económica.

El eje internacional gira sobre Oriente Medio. Benjamín Netanyahu afronta un entorno cada vez más adverso: Reino Unido se sumó a Canadá y Australia en el respaldo explícito a la solución de dos Estados, y Francia podría alinearse en los próximos días. Con la Asamblea General de la ONU arrancando esta semana, es previsible un aumento de la presión diplomática para reencauzar el conflicto. La dependencia de Israel respecto al apoyo de Washington se hace más visible, pero incluso allí se notan grietas: entre votantes jóvenes y una parte del electorado demócrata, el respaldo se erosiona. El gran interrogante es 2028, cuando vence el acuerdo militar anual de 3.800 millones de dólares. A corto plazo, Estados Unidos seguirá siendo el escudo de Israel; a medio, el coste político y presupuestario puede reabrir el debate en el Congreso y en la opinión pública.

Netanyahu, cada vez más alineado con el Partido Republicano, corre el riesgo de estrechar el pasillo de apoyo en Estados Unidos y perder interlocución con el ala moderada demócrata. Esa dinámica alimenta la percepción —sobre todo en foros europeos y multilaterales— de un Israel más aislado. No implica un salto inmediato al estatus de “estado paria”, pero sí un deterioro reputacional que complica acuerdos comerciales, cooperación tecnológica y apoyo en organismos internacionales.

En Europa, la alarma la ha encendido Alemania. El canciller Friedrich Merz ha llamado “insostenible” al actual Estado del Bienestar y plantea ajustes en pensiones y prestaciones. El dato que resume el problema: el gasto social ronda ya el 31% del PIB, con una pirámide demográfica invertida, natalidad en mínimos y una inmigración que no está cubriendo las vacantes ni apuntalando suficientemente las cotizaciones. Entre sus propuestas figuran incentivos fiscales para trabajar más allá de la edad de jubilación y recortes en la renta básica. El SPD ha rechazado de plano el paquete, anticipando un choque político que puede marcar la agenda de la legislatura.

El diagnóstico trasciende a Alemania: si la primera economía europea admite tensión estructural en su modelo, la presión se trasladará a Francia, Italia o España, donde la combinación de envejecimiento acelerado, productividad estancada y deuda elevada hace cada vez más estrecho el margen fiscal. El riesgo no es solo contable: un ajuste mal diseñado puede alimentar populismos con promesas de “blindaje social” sin respaldo financiero, dificultando cualquier reforma seria.

En los mercados, la narrativa de tensión cruza océanos. El oro vuelve a actuar como termómetro del riesgo —refugio ante incertidumbres geopolíticas y dudas sobre crecimiento— mientras el criptoecosistema registra bruscos bandazos intradía, señal de fragilidad del apetito por riesgo en activos más volátiles. La renta variable europea convive con un viento de cara adicional: el enfriamiento de la demanda china y la reconversión forzada del sector del automóvil, donde la transición eléctrica, mal sincronizada y bajo asedio de la competencia asiática, presiona márgenes y empleo.

La foto del día, en suma, es la de tres tensiones que se retroalimentan. En Estados Unidos, la polarización convierte cada acontecimiento —incluido un funeral— en un acto político que condiciona la gobernabilidad y el marco regulatorio. En Oriente Medio, la brecha entre Netanyahu y una comunidad internacional cada vez más proclive a la solución de dos Estados complica la diplomacia y eleva primas de riesgo. En Europa, el reloj demográfico acelera contra el Estado del Bienestar y obliga a reformas que nadie quiere pagar políticamente.

Para el inversor y el responsable de política pública, el mensaje es claro: prudencia con la exposición a titulares, foco en fundamentales (flujo de caja, productividad, solvencia) y una lectura desapasionada de las promesas. El ciclo que se abre no se resolverá con atajos; exigirá gestión fina, consensos que hoy parecen lejanos y, sobre todo, disciplina para priorizar lo urgente sin hipotecar lo importante.

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