El cometa interestelar 3I/ATLAS desconcierta a la NASA: dos colas opuestas y una gigantesca “anticola” que no debería existir
El astrónomo Avi Loeb y recientes imágenes captadas por la nave Juice y el telescopio Hubble revelan un comportamiento anómalo en el objeto interestelar 3I/ATLAS. Con colas duales, niveles inusuales de CO₂ y una gran "anticola" apuntando hacia el Sol, el objeto desafía las teorías conocidas y obliga a la comunidad científica a replantear su comprensión de estos visitantes espaciales.
¿Qué pasa cuando un visitante interestelar se comporta como ningún cometa que hayamos visto antes? Esa es la pregunta que mantiene ocupados a los astrónomos que siguen de cerca a 3I/ATLAS, un fragmento de hielo y roca que no nació en nuestro Sistema Solar y que está ofreciendo un espectáculo que roza lo imposible.
Descubierto en julio de 2025 por el sistema de vigilancia ATLAS en Chile, 3I/ATLAS es el tercer objeto interestelar identificado tras 1I/ʻOumuamua y 2I/Borisov. Su órbita es claramente hiperbólica: entrará, rodeará el Sol una vez y se marchará para no volver. Pero, a diferencia de sus predecesores, está dejando tras de sí un reguero de anomalías difícil de encajar en los manuales.
Un cometa que se “despeina” en dos direcciones
Las primeras imágenes de Juice y de otros observatorios espaciales y terrestres ya mostraban una coma —la nube que envuelve al núcleo— sorprendentemente brillante, acompañada de estructuras que parecían divergir en direcciones distintas. En lugar de una cola clara alejándose del Sol, las fotografías revelan una densa nube de gas y polvo y al menos dos colas que se proyectan casi en sentidos opuestos.
A esto se suma algo todavía más llamativo: la detección de niveles inusualmente altos de dióxido de carbono (CO₂) y un patrón de chorros de gas que se activaron incluso antes de que el cometa alcanzara el perihelio, el punto más cercano al Sol. Las observaciones con el telescopio espacial James Webb confirman que 3I/ATLAS es rico en CO₂ y relativamente pobre en agua, una combinación poco habitual en los cometas que conocemos.
Una “anticola” gigantesca que apunta al Sol
La pieza que termina de romper el puzle es la llamada “anticola”: una estructura alargada que, en lugar de alejarse del Sol, apunta directamente hacia él. Imágenes recientes del Hubble muestran una especie de lágrima luminosa cuyo extremo se orienta en dirección solar, una configuración que no encaja con la imagen clásica de la cola empujada por el viento solar.
El equipo liderado por Avi Loeb lleva semanas analizando estas formas inusuales. En un trabajo reciente, Loeb propuso que esa anticol a podría estar formada por un enjambre de fragmentos macroscópicos no volátiles —bloques de material más grandes y pesados— que se habrían separado del cuerpo principal debido a una aceleración no gravitacional medida en su trayectoria. Sus cálculos predecían que, a finales de noviembre, ese enjambre estaría situado unos 60.000 kilómetros más cerca del Sol que el núcleo del cometa, justo la escala que ahora sugieren las nuevas imágenes.
No todos en la comunidad astronómica comparten esta interpretación. Algunos investigadores recuerdan que las “anticolas” ya se han observado en cometas del Sistema Solar y pueden explicarse, al menos en parte, por efectos de perspectiva y por la presencia de partículas de polvo grandes que no siguen exactamente el mismo camino que las más finas. Desde esta óptica, 3I/ATLAS sería un caso extremo de un fenómeno raro, pero natural.
Juice, Hubble y la gran cita de 2026
Mientras el debate teórico continúa, las miradas están puestas en los datos de alta resolución que la misión Juice lleva semanas recopilando. La ESA ya ha adelantado que la sonda observó al cometa entre principios y finales de noviembre, justo después del perihelio, cuando su actividad debería ser máxima. Sin embargo, la información científica completa de los instrumentos no llegará a la Tierra hasta febrero de 2026, cuando se espera una auténtica avalancha de datos sobre composición, dinámica de los chorros y estructura fina de las colas.
Hubble, ExoMars, Mars Express y otros telescopios, tanto espaciales como terrestres, completan la campaña de seguimiento. El resultado es una cobertura casi continua de un objeto que, a diferencia de ʻOumuamua y Borisov, se ha podido estudiar desde fases mucho más tempranas de su viaje por el vecindario solar.
¿Por qué debería importarnos lo que haga un cometa “forastero”?
3I/ATLAS es mucho más que una curiosidad astronómica. Como objeto formado alrededor de otra estrella, actúa como una cápsula del tiempo que trae hasta nosotros materiales y química de otros sistemas planetarios. Su composición rica en CO₂, sus posibles criovolcanes y su extraña anticola podrían ofrecer pistas sobre cómo se forman y evolucionan los cuerpos helados en otros entornos y, por extensión, sobre cómo se construyen los ladrillos básicos de los planetas y, quizá, de la vida.
Si las hipótesis más rompedoras de Loeb o de otros investigadores se confirmaran, estaríamos ante un antes y un después en la física cometaria. Y si el comportamiento de 3I/ATLAS termina teniendo una explicación más ortodoxa, seguirá siendo igual de valioso: obligará a afinar los modelos, revisar nuestras suposiciones y aprovechar al máximo esta tercera oportunidad única de estudiar, casi en directo, cómo se comporta un visitante procedente de otro sistema estelar.
Al fin y al cabo, en ciencia las anomalías no son un problema: son el punto de partida de los grandes avances. Y 3I/ATLAS, con sus colas imposibles y su anticola desafiante, se acaba de convertir en la anomalía más interesante del cielo.

