Un misterioso impulso en 3I/ATLAS reabre el debate sobre tecnología alienígena

El objeto interestelar 3I/ATLAS exhibe una aceleración que desafía las explicaciones gravitacionales comunes, acompañada de un jet periódico detectado por el Telescopio ATLAS, lo que reabre el debate sobre un posible origen artificial. Avi Loeb, desde Harvard, ha lanzado una alerta sobre este fenómeno que sigue enfrentando a científicos y agencias espaciales.

Imagen del objeto interestelar 3I/ATLAS captada por el Telescopio ATLAS, destacando su trayectoria y anomalías detectadas.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Imagen del objeto interestelar 3I/ATLAS captada por el Telescopio ATLAS

La comunidad astronómica vuelve a enfrentarse a un incómodo déjà vu. El objeto interestelar 3I/ATLAS, recién llegado desde fuera del sistema solar, ha mostrado una aceleración que no encaja con las leyes gravitacionales clásicas y un patrón de emisión periódica difícil de explicar con procesos naturales conocidos.

Las observaciones del Telescopio ATLAS han detectado un jet o impulso recurrente que modifica su velocidad y trayectoria con un ritmo casi matemático, complicando el seguimiento del objeto y desbordando los modelos orbitales estándar.
En este contexto, el astrofísico Avi Loeb, profesor de Harvard, ha dado un paso más allá: la posibilidad de un origen no natural vuelve a estar sobre la mesa, como ya ocurrió con ‘Oumuamua.
El choque es evidente: entre quienes apuestan por una explicación cometaria “exótica” y quienes no descartan que estemos, literalmente, ante un artefacto interestelar en tránsito. La consecuencia es clara: 3I/ATLAS no solo plantea un reto técnico; obliga a preguntarnos si la astronomía está preparada para reconocer señales que no encajen en el catálogo de fenómenos convencionales.

Una aceleración que no encaja en los libros de texto

Las primeras alarmas saltaron cuando los equipos que seguían la órbita de 3I/ATLAS comprobaron que el objeto se desviaba de la trayectoria prevista. No hablamos de milímetros, sino de variaciones medibles en millones de kilómetros a escala interplanetaria, incompatibles con la acción exclusiva de la gravedad solar y planetaria.
El análisis de los datos mostró una aceleración residual, del orden de una fracción de milímetro por segundo cuadrado, que aparecía y desaparecía siguiendo un patrón recurrente. En otras palabras: algo “empujaba” al objeto de forma periódica.

En cometas clásicos, esta desviación se suele atribuir a la desgasificación de hielos que, al sublimar, actúan como pequeños motores naturales. Pero en 3I/ATLAS hay un problema mayúsculo: no se observa la típica coma brillante, ni una cola de polvo que justifique un proceso intenso de expulsión de material.

Este hecho revela una tensión de fondo: o bien estamos ante una clase de objeto que no encaja en ninguna categoría conocida, o bien los mecanismos que hemos dado por sentados para explicar aceleraciones no gravitatorias son incompletos cuando entramos en el terreno interestelar.

El jet periódico que desconcierta a los astrónomos

El rasgo más desconcertante de 3I/ATLAS es la detección de un jet periódico, un impulso de materia o energía que se repite con una cadencia casi perfecta. Las observaciones apuntan a un periodo estable, del orden de varias horas, en el que el objeto parece “encender” y “apagar” su chorro, modificando ligeramente su velocidad y orientación.

En términos técnicos, el efecto es comparable a un propulsor direccional que se activa siguiendo un reloj interno. Cada ciclo introduce una pequeña variación en la trayectoria, suficiente para obligar a los equipos de cálculo orbital a recalibrar los modelos una y otra vez.

Lo habitual en cuerpos naturales es encontrar procesos caóticos o cuasi aleatorios: zonas del núcleo que se activan al azar, sublimación desigual, fragmentaciones irregulares. Aquí, en cambio, el patrón es ordenado y repetitivo, “demasiado limpio” para quienes sospechan que la naturaleza, por sí sola, rara vez produce relojes tan precisos.

Este comportamiento ha llevado a algunos investigadores a describir 3I/ATLAS como un “metronomo dinámico” en el espacio profundo. Y en ciencia, cada vez que aparece un ritmo exacto donde se esperaba ruido, las preguntas se multiplican.

This artist’s impression shows the first interstellar asteroid: `Oumuamua. This unique object was discovered on 19 October 2017 by the Pan-STARRS 1 telescope in Hawai`i. Subsequent observations from ESO’s Very Large Telescope in Chile and other observatories around the world show that it was travelling through space for millions of years before its chance encounter with our star system. `Oumuamua seems to be a dark red highly-elongated metallic or rocky object, about 400 metres long, and is unlike anything normally found in the Solar System.
This artist’s impression shows the first interstellar asteroid: `Oumuamua. This unique object was discovered on 19 October 2017 by the Pan-STARRS 1 telescope in Hawai`i. Subsequent observations from ESO’s Very Large Telescope in Chile and other observatories around the world show that it was travelling through space for millions of years before its chance encounter with our star system. `Oumuamua seems to be a dark red highly-elongated metallic or rocky object, about 400 metres long, and is unlike anything normally found in the Solar System.

Loeb, Oumuamua y el fantasma del origen artificial

La figura de Avi Loeb vuelve a situarse en el centro del debate. El astrofísico se hizo mundialmente conocido por defender que ‘Oumuamua —el primer objeto interestelar detectado— podría haber sido un fragmento de tecnología alienígena, quizá una vela de luz desgastada. Ahora, con 3I/ATLAS, el guion se repite.

Loeb ha subrayado dos elementos clave:

  • La ausencia de coma visible pese a la supuesta expulsión periódica de material.

  • La regularidad casi perfecta del jet, que se ajusta a un patrón matemático con un margen de error inferior al 1% en las últimas observaciones.

A partir de ahí, el profesor plantea la pregunta incómoda: “Si viéramos exactamente este comportamiento en un objeto fabricado por humanos, lo interpretaríamos sin dudar como un sistema de propulsión controlado. ¿Por qué aplicar un criterio distinto solo porque viene de fuera del sistema solar?”

Sus palabras no implican una afirmación tajante de origen artificial, pero sí una invitación a abandonar la comodidad del escepticismo automático. Loeb sostiene que la probabilidad de que todos estos rasgos sean fruto del azar natural es “estadísticamente baja”, y reclama más recursos para estudiar de cerca este tipo de visitantes.

Las hipótesis naturales, bajo presión

La mayoría de la comunidad científica se mantiene, por ahora, en el campo de las explicaciones naturales, pero las piezas no encajan sin forzar el puzle. Entre las hipótesis en circulación destacan:

  • Desgasificación de hidrógeno molecular desde una superficie extremadamente oscura, que generaría empuje sin producir una coma brillante tradicional.

  • Rotación compleja del núcleo, con una o dos zonas activas que se orientan de forma precisa hacia el Sol en cada giro, produciendo el jet periódico.

  • Un posible cometa parcialmente fragmentado, en el que un bloque menor actúe como fuente recurrente de gas.

El problema es que cada hipótesis exige concesiones: o un núcleo con propiedades físicas muy poco comunes, o una coincidencia casi perfecta entre periodo de rotación, orientación y ritmo de expulsión.

No es imposible, pero sí extraordinariamente fino”, admiten varios astrónomos. El contraste con cometas del sistema solar, donde las curvas de luz y las emisiones se muestran mucho más irregulares, refuerza la idea de que 3I/ATLAS no es un cometa típico al que se pueda aplicar, sin más, el manual estándar.

NASA’s Hubble Space Telescope reobserved interstellar comet 3I/ATLAS Nov. 30, with its Wide Field Camera 3 instrument.
NASA, ESA, STScI, D. Jewitt (UCLA), M.-T. Hui (Shanghai Astronomical Observatory). Image Processing: J. DePasquale (STScI)
NASA’s Hubble Space Telescope reobserved interstellar comet 3I/ATLAS Nov. 30, with its Wide Field Camera 3 instrument. NASA, ESA, STScI, D. Jewitt (UCLA), M.-T. Hui (Shanghai Astronomical Observatory). Image Processing: J. DePasquale (STScI)

El quebradero de cabeza para NASA y los modelos orbitales

Más allá del debate sobre su origen, 3I/ATLAS se ha convertido en un dolor de cabeza operativo para las agencias espaciales. Cada impulso del jet altera ligeramente la trayectoria, de forma que las predicciones que eran válidas una semana antes quedan desfasadas tras unas pocas rotaciones.

Los errores en el cálculo de posición pueden crecer hasta decenas de miles de kilómetros en cuestión de días, lo que:

  • Complica la planificación de campañas de observación, que dependen de saber con precisión dónde apuntar los telescopios.

  • Hace prácticamente inviable, con la tecnología actual, plantear una misión rápida de sobrevuelo que se lance con poco margen para ajustar la ruta.

En pleno auge de la discusión sobre defensa planetaria y rastreo de objetos cercanos a la Tierra, la irrupción de un cuerpo interestelar difícil de predecir actúa como un toque de atención. Si un objeto natural (o lo que asumimos como tal) puede escapar con tanta facilidad a los modelos, ¿qué ocurriría si un cuerpo de mayor tamaño y trayectoria menos benigna siguiera un patrón similar?

Este hecho revela un déficit de fondo: la mayoría de las herramientas actuales están optimizadas para asteroides y cometas “domésticos”. Los visitantes interestelares, con velocidades superiores a los 50 km/s y dinámicas propias, exigen una nueva generación de modelos y sistemas de alerta temprana.

¿Y si de verdad fuera tecnología ajena?

El escenario más disruptivo —y a la vez más incómodo para buena parte de la comunidad científica— es el que Loeb no descarta: que 3I/ATLAS sea, en efecto, un objeto artificial, una pieza de tecnología interestelar que cruza nuestro vecindario sin detenerse.

Las implicaciones serían enormes. No solo estaríamos ante la primera evidencia observacional de tecnología no humana, sino que se abriría un abanico de preguntas que va desde la intencionalidad (sonda activa, residuo, vela abandonada) hasta la edad y origen de la civilización que la produjo.

Pero incluso antes de llegar a ese punto, surge otra cuestión clave: ¿tenemos protocolos claros para gestionar una detección de este tipo? A diferencia de los mensajes de radio hipotéticos del SETI, los objetos físicos en tránsito plantean decisiones sobre si intentar interceptarlos, priorizar su estudio desde tierra o, simplemente, observarlos marchar hacia el vacío.

Por ahora, la respuesta real es mucho más prosaica: no existe un consenso internacional sólido sobre qué hacer ante un candidato creíble a tecnología interestelar. La discusión, hasta ahora académica, puede dejar de serlo si 3I/ATLAS sigue acumulando anomalías.

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