Rusia prepara la misión Venera-D para buscar signos de vida en Venus
La misión rusa Venera-D, prevista para despegar en 2036, tendrá como objetivo principal la búsqueda de indicios de vida en Venus, según confirmó el presidente de la Academia de Ciencias de Rusia, Gennady Krasnikov, al presidente Vladimir Putin. El proyecto, que incluirá el estudio del clima venusiano y su posible relación con la Tierra, retoma la tradición soviética de exploración del planeta vecino y avanza ahora como un programa nacional, después de que se paralizaran las conversaciones de cooperación con la NASA tras el inicio de la guerra en Ucrania.
Un regreso a Venus con objetivos más ambiciosos
Rusia volverá a fijar la mirada en Venus con la misión Venera-D, también conocida como Venera-17, cuyo objetivo central será la búsqueda de signos de vida en el planeta vecino. Así lo confirmó el presidente de la Academia de Ciencias de Rusia, Gennady Krasnikov, durante una reunión de trabajo con el presidente Vladimir Putin en el Kremlin.
Krasnikov presentó a Putin el estado de los principales proyectos espaciales nacionales y el calendario de actividades previsto hasta 2036, fecha en la que está programado el lanzamiento de Venera-D a bordo de un cohete Angara A5. La misión supondrá un nuevo capítulo en la larga tradición rusa y soviética de exploración del llamado “gemelo infernal” de la Tierra.
Buscar vida en un mundo extremo
El anuncio de que el objetivo declarado de Venera-D será buscar indicios de vida en Venus marca un salto cualitativo respecto a las misiones históricas, centradas principalmente en caracterizar su atmósfera y superficie. Aunque Venus es un mundo extremadamente hostil —con temperaturas que superan los 450 ºC y presiones superficiales más de 90 veces superiores a las terrestres—, algunas hipótesis científicas han planteado la posible existencia de microorganismos en capas altas de la atmósfera, donde las condiciones serían menos extremas.
Krasnikov no detalló el tipo de instrumentos que llevará la misión, pero sí recalcó que el objetivo será estudiar en profundidad la atmósfera venusiana, sus procesos químicos y posibles señales que puedan interpretarse como indicios de actividad biológica, aunque sea en forma de vida microbiana o pasada.
Clima venusiano y lecciones para la Tierra
Durante la reunión, el presidente Putin subrayó que la investigación del clima de Venus es importante y “relevante para la Tierra”. Venus es un ejemplo extremo de efecto invernadero desbocado, con una atmósfera rica en dióxido de carbono y nubes densas de ácido sulfúrico que atrapan el calor de forma muy eficiente.
Comprender cómo llegó el planeta a ese estado puede ayudar a los científicos a refinar modelos climáticos, mejorar la comprensión de la evolución atmosférica y, en última instancia, aportar claves sobre el futuro de la propia Tierra en un contexto de cambio climático. Venera-D, en este sentido, no solo apunta a responder si hubo o hay vida, sino a entender cómo se transforma un planeta habitable en un entorno extremo.
De la cooperación con la NASA a un proyecto en solitario
Venera-D ha estado sobre la mesa desde hace años como propuesta de misión conjunta entre Rusia y la NASA. En su fase conceptual se barajó la posibilidad de compartir instrumentos, módulos de descenso e incluso plataformas orbitales. Sin embargo, las conversaciones quedaron en suspenso tras el estallido de la guerra en Ucrania y el consiguiente deterioro de las relaciones entre Moscú y Washington.
Ahora, el proyecto avanza como iniciativa nacional rusa, apoyada por la Academia de Ciencias y Roscosmos, con un calendario que fija el lanzamiento en 2036. El uso del lanzador pesado Angara A5 será clave para colocar la sonda en trayectoria hacia Venus y, previsiblemente, para desplegar módulos capaces de resistir la agresiva atmósfera del planeta al menos durante un tiempo limitado.
Herencia de las misiones Venera y nuevo horizonte científico
La denominación Venera-D enlaza directamente con la serie de misiones Venera de la antigua Unión Soviética, que en los años 60, 70 y 80 consiguieron los primeros aterrizajes controlados en la superficie de Venus y enviaron imágenes e información vital sobre sus condiciones extremas.
Con Venera-D, Rusia aspira a actualizar esa herencia histórica con tecnología de nueva generación y metas científicas más ambiciosas: no solo medir temperaturas, presiones o vientos, sino explorar la posible complejidad química y biológica de la atmósfera, así como la dinámica de su clima.
Un proyecto de largo recorrido hasta 2036
El horizonte temporal hasta 2036 da una idea de la complejidad técnica y presupuestaria del proyecto. Entre los hitos por delante están el desarrollo de la plataforma orbital, los sistemas de descenso, los instrumentos científicos y la validación de tecnologías capaces de operar en un entorno prácticamente letal para la electrónica.
Si Venera-D logra despegar y cumplir su objetivo, podría situar de nuevo a Rusia en la primera línea de la exploración planetaria y aportar respuestas a una de las grandes preguntas de la ciencia: si la vida es un fenómeno exclusivo de la Tierra o puede encontrar refugio incluso en lugares tan extremos como Venus.