Ucrania, Europa y el giro a la derecha en América Latina reordenan el tablero

Jasiel París analiza el giro político en América Latina y su impacto geopolítico

El politólogo Jasiel París interpreta el estancamiento del proceso de paz en Ucrania como el síntoma de una negociación “entre grandes potencias”, donde Washington y Moscú marcan el compás mientras Kiev y la UE sostienen posiciones maximalistas sin capacidad real de imponerlas. En paralelo, la victoria de José Antonio Kast en Chile confirmaría un giro regional hacia discursos de seguridad e inmigración que, según París, refuerzan la influencia de Estados Unidos en América Latina.

José Antonio Kast durante un acto político en Chile, representando el giro a la derecha en América Latina.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Jasiel París analiza el giro político en América Latina y su impacto geopolítico

Un proceso de paz encallado: Berlín confirma el punto muerto

La fotografía de las conversaciones en Berlín entre representantes de Estados Unidos, Ucrania y el entorno europeo, según el politólogo Jasiel París, deja una conclusión incómoda: el proceso de paz está estancado. No por falta de reuniones o comunicados, sino porque las partes llegan con marcos de negociación incompatibles. En un extremo, Washington y Moscú estarían dispuestos a avanzar desde una lógica clásica de “grandes potencias”, orientada a resultados operativos y repartos de influencia. En el otro, Volodímir Zelensky y la Unión Europea mantendrían posiciones maximalistas —territorio, referéndums, garantías de seguridad— que, en la práctica, no cuentan con la fuerza necesaria para convertirse en condiciones exigibles.

París plantea una lectura que incomoda a Bruselas: la Unión Europea actuaría más como refuerzo político y financiero de Kiev que como actor geopolítico decisivo. La pregunta, formulada en términos crudos, es si Europa está negociando o simplemente sosteniendo. Y, en ese sentido, el debate sobre la posible confiscación de activos rusos aparece como un elemento central de su estrategia: útil para financiar, presionar y enviar señales, pero insuficiente para desplazar el centro de gravedad real de la negociación.

 

Washington y Moscú: entendimiento de potencias, fricción de relatos

La tesis de París introduce un matiz clave: aunque el discurso público se organice en torno a valores y legitimidades, el avance —si llega— se produciría por una vía distinta. Estados Unidos y Rusia parecen dispuestos a entenderse en un plano de intereses y equivalencias, mientras que Ucrania y la UE sostienen una narrativa de condiciones previas que no encaja con ese enfoque. En ese choque, el riesgo para Kiev es doble: quedarse atrapada entre la necesidad de mantener una posición de máximos ante su opinión pública y la presión internacional para aceptar fórmulas de compromiso.

Europa, por su parte, afronta el coste reputacional de aspirar a la autonomía estratégica y, al mismo tiempo, depender de la arquitectura de seguridad transatlántica. París sugiere que la UE se ha especializado en la gestión financiera, la sanción y el respaldo político, pero no logra traducir esas capacidades en peso negociador cuando el conflicto entra en fase de “cierre” o reconfiguración.

Chile como síntoma: Kast y el giro regional hacia la derecha

El segundo gran eje del análisis traslada el foco a América Latina. La victoria de José Antonio Kast en Chile confirmaría, en palabras de París, un giro político hacia la derecha que no puede leerse como un episodio aislado. Se trataría de una tendencia regional alineada con los temas que hoy ordenan el debate público: seguridad, inmigración y orden. El dato relevante no es solo quién gana, sino qué tipo de discurso se consolida como “ganador” y cómo arrastra al resto del espectro político a endurecer posiciones.

París subraya un mecanismo electoral decisivo: la percepción de inseguridad puede pesar más que los datos objetivos. Ese desajuste —entre sensación y estadística— funciona como combustible político para propuestas contundentes, mensajes simples y promesas de control. En ese clima, los matices pierden valor, y la agenda se estrecha hacia soluciones de impacto, aun cuando los diagnósticos sean discutibles.

“Operación Cóndor” como advertencia: redes de aliados y proyección de influencia

La frase más provocadora del politólogo —“EEUU gana con Kast, recupera la Operación Cóndor, la red de aliados a sus objetivos”— opera como metáfora y advertencia. No se trata necesariamente de una réplica literal del pasado, sino de la idea de que Washington refuerza su influencia cuando la región converge en gobiernos y marcos de seguridad compatibles con sus prioridades. En un mundo de alianzas fluidas, la afinidad política vuelve a ser un activo estratégico, especialmente cuando se combina con cooperación en control fronterizo, narcotráfico y estabilidad interna.

La lección para Europa: el discurso duro desplaza el centro y rompe cordones sanitarios

París traslada la lectura latinoamericana a Europa: los discursos “duros” y claros tienden a arrastrar al resto, debilitando cordones sanitarios y estrategias de demonización del adversario. Cuando un marco se impone —seguridad, identidad, control—, la política se reordena alrededor de ese eje y obliga a sus competidores a moverse en terreno ajeno. En esa dinámica, la polarización no es un accidente: es el resultado.

El diagnóstico final es inquietante: mientras el tablero global se reconfigura, Europa corre el riesgo de quedarse en el papel de financiador y comentarista, justo cuando la negociación dura —la de los intereses— vuelve al centro. Y América Latina, con Chile como señal, confirma que el clima político se está endureciendo, con Washington en posición de capitalizar la nueva arquitectura de alianzas.

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