Lula planta cara al despliegue de EE.UU. en el Caribe y avisa a Trump: “No hay razón para una guerra ahora”
Luiz Inácio Lula da Silva ha puesto sobre la mesa del G20 una preocupación que ya recorre a varias cancillerías latinoamericanas y europeas: la creciente presencia militar de Estados Unidos en el Caribe. El presidente brasileño dijo estar “muy preocupado” por el dispositivo naval estadounidense cerca de Venezuela y anunció que hablará directamente con Donald Trump. Lula teme que la región entre en una deriva similar a la de Europa del Este: tensiones que se normalizan, un incidente que lo cambia todo y un conflicto que nadie sabe cómo termina.
Lula eleva el tono en el G20: alerta sobre el “aparato militar” en el Caribe
Desde Sudáfrica, sede del G20 este año, Lula fue explícito ante los periodistas: “Estoy muy preocupado por el aparato militar que Estados Unidos ha colocado en el mar Caribe… No hay razón para una guerra ahora.” Su mensaje no fue solo retórico. Dejó claro que quiere tratar el tema con Trump cara a cara, consciente de que la actual escalada afecta a todo el vecindario regional.
El líder brasileño enmarcó su preocupación en un argumento sencillo pero potente: cuando se dispara el primer tiro, nadie controla el final. Y reforzó la idea con una comparación incómoda para Occidente: el mundo, dijo, no puede repetir la misma “equivocación” cometida con Rusia y Ucrania, donde el deterioro gradual acabó desembocando en una guerra larga y desgastante.
Qué está haciendo EE.UU. cerca de Venezuela
El fondo del conflicto es la evolución del dispositivo militar estadounidense en la zona. Desde septiembre, Washington ha ido aumentando su presencia naval y aérea en el Caribe bajo el paraguas de una operación antidroga. En noviembre se sumó el portaaviones USS Gerald R. Ford con su grupo de combate, además de otros buques, submarinos y aviones F-35 desplegados en bases cercanas.
Estados Unidos sostiene que el objetivo es cortar rutas de narcotráfico y golpear a redes criminales transnacionales, y ha ejecutado múltiples ataques contra embarcaciones que asegura estaban vinculadas a esas redes. Caracas lo niega y denuncia que la “guerra antidroga” es un pretexto para presionar y desestabilizar al gobierno de Nicolás Maduro.
Brasil detecta un riesgo mayor: escalada por acumulación
Lo relevante del mensaje de Lula es que no se limita a defender a Venezuela. Brasil teme que la acumulación de fuerzas y operaciones eleve el riesgo de incidente involuntario o error de cálculo. En entornos cargados —portaaviones, cazas de última generación, patrullas antidroga, interceptaciones marítimas— la probabilidad de un choque no planificado crece. Y ese es, precisamente, el tipo de chispazo que puede encender una crisis regional.
La comparación con Ucrania juega aquí como advertencia estratégica: una escalada por fases, alimentada por discursos máximos, termina dificultando cualquier salida diplomática. Lula, que ha intentado posicionarse como interlocutor global en conflictos recientes, quiere impedir que Sudamérica se convierta en un nuevo frente de confrontación permanente.
Latinoamérica y Europa miran con inquietud
Brasil no está solo. En la región, varias voces han pedido evitar bloqueos o medidas que terminen afectando a la población civil —como la reciente suspensión de vuelos por alertas de seguridad— y reclaman desescalada. En Europa también hay preocupación por el impacto que una campaña militar ampliada tendría en territorios caribeños bajo administración francesa, neerlandesa o británica.
Este factor internacional amplifica la presión sobre la Casa Blanca: no se trata solo de Caracas y Washington, sino de una ecuación con alianzas, mares estratégicos, rutas energéticas y un estado de opinión global ya cansado de guerras largas.
Qué puede ocurrir ahora
La próxima conversación Lula-Trump será clave. Brasil busca abrir una vía de contención antes de que el despliegue estadounidense derive en algo irreversible. Trump, por su parte, mantiene la narrativa antidroga y no ha descartado públicamente opciones más duras frente a Maduro.
El mensaje de Lula intenta marcar un límite político: la región quiere seguridad, sí, pero sin caer en una lógica de guerra que luego nadie pueda detener. En el Caribe, donde la geopolítica siempre parece tranquila justo antes de romperse, la advertencia brasileña suena a recordatorio urgente: mejor parar la rueda ahora que lamentar el golpe después.