El tablero geopolítico entre Estados Unidos y Venezuela vuelve a tensarse tras las recientes declaraciones de Donald Trump que parecen abrir una nueva era de conflicto —aunque con un tono que confunde más de lo que aclara. De este choque diplomático hablan en profundidad Eduardo Irastorza y Amando Basurto, dos expertos que ponen en perspectiva la realidad concreta más allá de los titulares incendiarios.
En el complejo tablero de la geopolítica, las recientes declaraciones de Donald Trump sobre Venezuela han reavivado un debate que parecía latente: ¿estamos ante una bravata más del magnate o frente a una calculada estrategia con objetivos muy definidos? Expertos en relaciones internacionales desmenuzan las claves de un pulso que va más allá de la retórica, involucrando intereses energéticos, la dinámica interna del chavismo y las propias tensiones políticas en Washington. La partida, lejos de resolverse, se juega en múltiples frentes, donde la presión diplomática parece, por ahora, ganarle terreno a la opción militar.
La búsqueda de un "interlocutor dócil"
Para Eduardo Irastorza, profesor en OBS Business School, la maniobra de Trump no puede ser interpretada como un simple exabrupto. Más bien, considera que devela una intención mucho más profunda por parte de Estados Unidos: encontrar un "interlocutor dócil" en Venezuela. El objetivo final sería recuperar la influencia perdida en el sector energético de una de las mayores reservas de crudo del planeta. Sin embargo, Irastorza subraya que este plan, al menos en su fase actual, no contempla una invasión militar. La estrategia parece ser más sutil, buscando generar las condiciones para un cambio que favorezca los intereses norteamericanos sin el coste de una intervención directa.
Desde una perspectiva similar, Amando Basurto, experto en Relaciones Internacionales de la UNAM, califica la estrategia estadounidense como "indefinida, casi ambigua". Según Basurto, Trump agita el fantasma de una posible intervención, pero se cuida mucho de concretarla. Este juego de ambigüedad le permite mantener una puerta abierta para un eventual diálogo con Nicolás Maduro, al tiempo que ejerce presión. Basurto apunta a una realidad ineludible: Washington carece de un plan claro para una ocupación militar o para gestionar el control de un país con una realidad interna tan compleja y volátil como la venezolana.
La cohesión del chavismo y la debilidad opositora
Un factor crucial que frena cualquier tentación de una aventura militar es la solidez que, a día de hoy, mantiene el gobierno de Maduro. Las Fuerzas Armadas venezolanas permanecen notablemente cohesionadas en torno al régimen, constituyendo su principal pilar de sostenimiento. En contraparte, la oposición continúa sumida en una profunda fragmentación, carente del peso y la unidad necesarios para desafiar este equilibrio de poder. En este escenario, una invasión no solo se antoja improbable, sino que para muchos analistas resulta prácticamente inviable sin un quiebre interno significativo en Venezuela.
Maduro, consciente de este contexto, ha sabido capitalizar la hostilidad estadounidense para reforzar su propia legitimidad. Al enmarcar el conflicto como una defensa de la soberanía nacional frente a la agresión imperialista, logra consolidar a su base interna y alimentar un discurso de resistencia que le ha permitido sortear crisis anteriores.
La política interna y los frentes abiertos
La presión sobre Venezuela también está condicionada por la propia dinámica política en Estados Unidos. Una acción militar de envergadura no encontraría un camino fácil en un Washington políticamente polarizado. De hecho, la inminente votación sobre los archivos Epstein ha introducido una fractura considerable dentro del movimiento MAGA, generando tensiones en el seno del Partido Republicano que inevitablemente ralentizan cualquier paso firme en política exterior.
A este panorama se suma el contexto internacional. La gira europea del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha puesto de relieve la fragilidad de su gobierno, acuciado por la corrupción y la desesperada necesidad de armamento. El conflicto en Ucrania consume gran parte de la atención y los recursos de Occidente, relegando a Venezuela a un segundo plano en la agenda de prioridades estratégicas. Aunque no desaparece del radar, el pulso en el Caribe se dirime, por ahora, en un terreno donde la diplomacia y la presión psicológica parecen ser las armas elegidas.