Putin y el tablero geopolítico: ni un paso atrás en Crimea y Donbás
Análisis profundo de Juan Antonio de Castro sobre la posición inamovible de Rusia respecto a Crimea y Donbás, la crisis diplomática europea y el riesgo de exclusión del continente en la resolución del conflicto, junto con una mirada crítica a la creciente multipolaridad mundial y las tensiones en Venezuela.
En un escenario donde la guerra en Ucrania se ha convertido en conflicto estructural más que coyuntural, la posibilidad de diálogo entre Rusia, Ucrania y Estados Unidos se mueve entre gestos calculados y líneas rojas inamovibles. El experto con experiencia en Naciones Unidas, Juan Antonio de Castro, dibuja un panorama en el que Vladimir Putin estaría dispuesto a avanzar en un plan de negociación reducido, pero sin ceder lo que el Kremlin considera innegociable. El resultado es un tablero de alta tensión donde se exploran fórmulas de compromiso, pero sin una salida clara a corto plazo.
De Castro sostiene que Putin acepta considerar partes del plan de 28 puntos planteado en el marco de las conversaciones, pero siempre bajo una premisa inflexible: Crimea y el Donbás no se tocan. No solo por razones estratégicas y militares, sino por una cuestión de supervivencia política interna. Tras años de guerra y un coste humano enorme, cualquier cesión territorial sería percibida dentro de Rusia como una derrota, algo que el presidente no puede permitirse si quiere preservar su autoridad y la narrativa de “resistencia victoriosa” que ha construido ante su propia población.
En este contexto, De Castro descarta, por ahora, la posibilidad de un acuerdo total. Habla más bien de fórmulas híbridas, alto el fuego parciales o pactos temporales que congelen la situación sobre el terreno sin resolver el conflicto de fondo. La ventaja militar rusa en varias zonas clave refuerza esa lectura: cuanto más consolidado esté su control, menos incentivos tendrá el Kremlin para hacer concesiones significativas. Ucrania, mientras tanto, se ve forzada a resistir entre la presión militar en el frente y la diplomática desde sus supuestos aliados.
Europa, en el análisis de De Castro, aparece como gran perdedora política. La Unión Europea atraviesa lo que él define como una crisis de identidad y propósito, atrapada entre su dependencia de Estados Unidos y su incapacidad para articular una estrategia propia coherente. Bruselas ha sostenido sanciones y apoyos a Kiev, pero al mismo tiempo emite mensajes contradictorios: intenta distanciarse del liderazgo estadounidense en el plano discursivo, mientras en la práctica sigue anclada a la agenda marcada desde Washington.
Las críticas del experto a dirigentes europeos como la alta representante Kaja Kallas son especialmente duras. Considera que declaraciones como pedir a Rusia que reduzca su presupuesto militar, sin respaldo real ni capacidad de influencia, son “mensajes vacíos e imprudentes” que solo evidencian la desconexión entre la retórica institucional y el peso efectivo de la UE en el tablero. De Castro alerta de que, si Europa continúa en esta línea, corre el riesgo de quedar marginada de los procesos de negociación de alto nivel, convertida en mero espectador de decisiones tomadas entre Washington, Moscú y, cada vez más, Beijing.
El análisis se amplía más allá de Ucrania. De Castro llama la atención sobre las recientes declaraciones de Donald Trump sobre Venezuela, a las que otorga una enorme gravedad. El exmandatario habría deslizado la posibilidad de ataques selectivos contra enclaves vinculados al narcotráfico como vía de presión sobre Nicolás Maduro, replicando lógicas ya vistas en escenarios como Irán. Para el analista, este tipo de planteamientos encaja en un mundo que avanza hacia una estructura claramente tripolar: Estados Unidos, Rusia y China como ejes de poder que proyectan su influencia militar, económica y propagandística sobre el resto del planeta.
En este tablero multipolar, advierte, la guerra en Ucrania es solo una pieza más. A ello se suma la creciente inestabilidad en América Latina, las tensiones energéticas, las sanciones cruzadas y la batalla por el relato que se libra a través de medios de comunicación, redes sociales y operaciones de información. De Castro insiste en que no es lo mismo observar el conflicto desde Washington, Moscú o Beijing: cada capital proyecta su propia narrativa, y entender estas miradas divergentes es clave para no simplificar un conflicto que está reconfigurando el orden internacional.
La conclusión de Juan Antonio de Castro es tan clara como inquietante: la paz no llegará solo con un acuerdo sobre fronteras, sino con un reajuste profundo de equilibrios de poder que hoy están en plena disputa. Mientras tanto, Europa se juega no quedar fuera de la mesa donde se decidirá el futuro de su propia seguridad, y países como Venezuela se convierten en piezas adicionales de una partida global donde los movimientos se calculan en función de intereses estratégicos más amplios que cualquier conflicto puntual.