"Maduro caerá"

Trump, Maduro y el punto de no retorno: la crisis con Venezuela que redefine la estrategia de EEUU

La incautación de un petrolero venezolano, las amenazas cruzadas y la tensión militar y económica en el Caribe colocan la relación entre Estados Unidos y Venezuela en un punto crítico. El economista Miguel Ángel Temprano analiza por qué, a estas alturas, Trump ya no puede echarse atrás.

Imagen en miniatura del vídeo que muestra a Donald Trump y Nicolás Maduro en un montaje que refleja la tensión entre Estados Unidos y Venezuela.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Donald Trump y Nicolás Maduro

La disputa entre Estados Unidos y Venezuela ha entrado en una fase en la que cada movimiento tiene sabor a punto de no retorno. La incautación de un petrolero en aguas cercanas al país caribeño y el cruce de amenazas directas entre Donald Trump y Nicolás Maduro dibujan un escenario donde la diplomacia clásica parece haber cedido paso a la presión económica, militar y simbólica. Para el economista Miguel Ángel Temprano, no se trata de un incidente aislado, sino de una estrategia trazada al milímetro en la que Washington juega fuerte y Caracas exhibe una fragilidad que ya no puede disimular.

“Trump no puede echarse para atrás en Venezuela”

Temprano lo resume sin rodeos: «Trump no puede echarse para atrás en Venezuela». Lanzar una operación que incluye incautaciones de activos, amenazas explícitas y una escalada verbal implica un nivel de compromiso político del que es difícil retroceder sin pagar un alto coste interno e internacional.

En su análisis, el economista subraya varios puntos:

  • El régimen de Maduro es, en su opinión, estructuralmente frágil, dependiente del petróleo, de alianzas externas y de redes clientelares internas.

  • Una intervención más decidida —no necesariamente una invasión clásica, pero sí una combinación de bloqueo económico, presión marítima y acciones encubiertas— podría acelerar la caída del chavismo.

  • El problema es que el tablero venezolano no está vacío: la oposición, aunque esencial, sigue muy fragmentada y con una falta de liderazgo unificado, lo que complica cualquier transición ordenada.

En este contexto, las maniobras externas ganan protagonismo. Sanciones, movimientos navales y golpes de efecto mediático se convierten en herramientas para estrechar el cerco sobre Caracas. Y detrás de todo, un elemento que sigue marcando el ritmo: el petróleo y la influencia estratégica en el Caribe.

Venezuela como pieza clave en la nueva doctrina estadounidense

La administración Trump, recuerda Temprano, tiene una idea clara: Latinoamérica no es negociable como zona de influencia. En esa lógica, Venezuela no es solo un país en crisis; es:

  • Un nodo energético con importantes reservas de crudo.

  • Una plataforma geopolítica frente a la presencia de Rusia y China en la región.

  • Un símbolo de hasta dónde está dispuesto a llegar Washington para recuperar terreno en su tradicional “patio trasero”.

Por eso, la crisis venezolana debe leerse como parte de un tablero global: mientras EEUU presiona en el Caribe, lanza también mensajes hacia Moscú y Pekín. Un movimiento en Caracas tiene ecos en otros puntos calientes del mapa, desde Europa del Este hasta Oriente Medio.

Ucrania, BlackRock y la reconstrucción como herramienta de poder

Temprano recuerda que, en paralelo a la tensión en Venezuela, Ucrania sigue librando su propia batalla. No sólo en el frente militar, sino en la reconstrucción económica y la redefinición de su relación con Occidente.

En este terreno, entran en juego actores como:

  • BlackRock, llamada a desempeñar un papel relevante en la canalización de inversiones y en la gestión de proyectos de reconstrucción.

  • El Tesoro estadounidense, coordinando paquetes de ayuda, garantías y mecanismos financieros para sostener a Kiev en el medio y largo plazo.

Según el análisis, no sería descabellado pensar en una coordinación estrecha entre la administración Trump y estos actores para blindar el apoyo a Ucrania y, al mismo tiempo, reforzar la escritura de una nueva doctrina de poder económico y financiero estadounidense.

Gaza y la nueva arquitectura de seguridad en Oriente Medio

Mientras tanto, el foco diplomático se extiende hacia Gaza. Temprano señala el papel de figuras como Marco Rubio, que están tomando relevancia en el diseño de una eventual junta de paz o nuevo marco político para la franja.

La lectura es clara:

  • Estados Unidos intenta redefinir su postura en Oriente Medio, combinando apoyo militar a aliados, mediación limitada y control de los tiempos diplomáticos.

  • Lo que se decida en Gaza condicionará tanto la imagen internacional de Washington como su capacidad para mantener estables otras regiones sensibles.

Así, Venezuela, Ucrania y Gaza dejan de ser tres conflictos aislados y se convierten en tres frentes de una misma estrategia exterior, en la que Trump busca mostrar firmeza, recuperar influencia y marcar distancia con etapas anteriores de la política estadounidense.

La bomba de relojería de los activos rusos congelados

En paralelo, Europa encara su propia encrucijada con los activos rusos congelados tras la invasión de Ucrania. El debate sobre si utilizarlos —y cómo— para financiar la reconstrucción abre un terreno extremadamente delicado:

  • Por un lado, las capitales europeas ven en esos fondos una oportunidad financiera para aliviar el coste de la guerra.

  • Por otro, Rusia, a través de voces como la del ministro de Exteriores Serguéi Lavrov, advierte de represalias contundentes si esos activos se tocan.

Temprano advierte de que este juego diplomático y financiero puede convertirse en una nueva caja de Pandora, complicando aún más las relaciones entre Moscú, Bruselas y Washington, y añadiendo riesgos al sistema financiero internacional.

Un choque que trasciende el Caribe

En suma, la crisis entre Estados Unidos y Venezuela —con un petrolero incautado, amenazas cruzadas y un régimen que se siente acorralado— no es un episodio aislado, sino un síntoma de una redefinición más amplia de la política exterior estadounidense.

Desde el Caribe hasta Ucrania y Gaza, pasando por el pulso sobre los activos rusos, Trump maneja varios frentes simultáneos que comparten un hilo conductor: recuperar iniciativa, proyectar fuerza y demostrar que, para Washington, la disputa por la influencia global está lejos de haber terminado.

Comentarios