Venezuela: un riesgo estratégico creciente para EE.UU. y Europa según Gustavo de Arístegui
En esta entrevista exclusiva, el diplomático Gustavo de Arístegui expone cómo Venezuela representa un riesgo estratégico para Estados Unidos y Europa, a través de la actividad global del cártel de los soles y la corrupción vinculada al régimen chavista. Un análisis profundo sobre las implicaciones regionales y globales.
Venezuela hace tiempo dejó de ser solo un país en crisis para convertirse, según advierten analistas como Gustavo de Arístegui, en un punto neurálgico de riesgo para todo el hemisferio occidental. Desde la llegada de Hugo Chávez al poder, el Estado venezolano ha ido mutando hacia una estructura donde se entremezclan crimen organizado, intereses geopolíticos y corrupción sistémica, con implicaciones que alcanzan de lleno a Estados Unidos y Europa.
Para Arístegui, el caso venezolano ya no puede analizarse únicamente en clave de colapso económico o autoritarismo político: se trata de un vector de desestabilización regional, con capacidad real para proyectar inseguridad más allá de sus fronteras.
El “cártel de los soles”: un actor que desborda el narcotráfico clásico
En el centro de este entramado se sitúa el llamado cártel de los soles, que, a juicio de los especialistas, desborda por completo el concepto de cártel de la droga tradicional. No hablamos solo de una organización dedicada al tráfico de cocaína, sino de una estructura con acceso a:
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Recursos prácticamente ilimitados
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Armamento sofisticado
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Logística propia de una fuerza cuasi militar
El control de rutas estratégicas hacia Norteamérica y África, mediante lanchas ultrarrápidas y aviones nodriza, otorga al cártel una capacidad operativa que, en palabras de Arístegui, “se aproxima peligrosamente a la de un actor de naturaleza casi terrorista”. Esta combinación de alcance global, violencia y protección política convierte al cártel en un factor de riesgo directo para la seguridad hemisférica.
La gran pregunta que se hacen los analistas es por qué la respuesta internacional ha sido tan lenta y tibia. Otros cárteles latinoamericanos fueron señalados hace décadas como organizaciones terroristas, mientras que el cártel de los soles ha tardado mucho más en recibir ese nivel de clasificación.
Minería ilegal, corrupción y tráfico humano: un ecosistema delictivo integrado
El narcotráfico es solo una parte de la ecuación. Venezuela se ha convertido también en un epicentro de actividades ilícitas transversales, entre las que destacan:
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Minería ilegal de oro, que alimenta un flujo millonario paralelo al margen de cualquier control formal.
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Tráfico de personas y redes de explotación, que se apoyan en la debilidad institucional y en la impunidad.
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Corrupción sistémica, que según diversos informes, permea estructuras estatales y facilita la protección de estos negocios.
Arístegui subraya que la explotación ilegal de recursos naturales funciona como columna vertebral financiera de otras actividades criminales, generando un circuito de dinero y poder extremadamente difícil de desarticular mientras el régimen mantenga el control político y territorial.
La tardía reacción internacional y sus implicaciones
El hecho de que el cártel de los soles haya sido designado como organización terrorista con retraso respecto a otros grupos de la región evidencia, según los expertos, las tensiones políticas y estratégicas que rodean el caso venezolano. Reconocer formalmente a este actor como amenaza de nivel terrorista implica:
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Aceptar que Venezuela se ha convertido en un Estado con elementos criminales incrustados en su estructura de poder.
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Asumir que cualquier respuesta será necesariamente compleja, prolongada y con coste diplomático.
Para Estados Unidos y Europa, la consecuencia es clara: ya no se trata solo de combatir el flujo de drogas, sino de gestionar una amenaza híbrida, donde se combinan crimen organizado, corrupción, paramilitarismo y alianzas geopolíticas con otros actores internacionales.
EE. UU. y Europa ante un desafío multidimensional
Desde la óptica de seguridad, tanto Washington como las capitales europeas se enfrentan a un enemigo difuso, sin reglas claras y con una cobertura política interna. A diferencia de otros escenarios, aquí no se lidia con un grupo aislado en un territorio marginal, sino con una red que opera desde el aparato estatal o bajo su paraguas.
Arístegui advierte de que la respuesta no puede limitarse a sanciones simbólicas o comunicados de condena. Se requieren:
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Estrategias coordinadas de inteligencia y presión financiera sobre las estructuras del cártel.
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Refuerzo de la cooperación con países vecinos, que sufren el desbordamiento de las redes criminales y migratorias.
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Una visión a largo plazo sobre la estabilidad política regional, que contemple escenarios de transición o agravamiento interno.
Un tiempo que corre en contra
La conclusión que extraen analistas como Gustavo de Arístegui es que el tiempo juega a favor de las estructuras criminales, no de las instituciones democráticas. Cada año de inacción consolidada fortalece la posición del cártel de los soles y profundiza la penetración del crimen en el tejido estatal.
La cuestión ya no es si Venezuela es un problema interno, sino hasta qué punto se ha convertido en un riesgo estructural para la seguridad del hemisferio occidental. Y, sobre todo, si Estados Unidos y Europa estarán dispuestos a asumir el coste político y estratégico de una respuesta a la altura de la amenaza.