Ibovespa pierde fuerza ante dudas por desaceleración y medidas de la Fed
El principal índice bursátil de Brasil arrancó la semana con el pie cambiado. El Ibovespa retrocedió en torno a un 0,4% y volvió a situarse por debajo de los 158.000 puntos este lunes, en una sesión marcada por las dudas sobre el pulso de la economía brasileña y por la espera de nuevos datos de empleo en Estados Unidos, que podrían reorientar las expectativas sobre la próxima decisión de la Reserva Federal.
El dato que encendió las alertas fue el IBC-Br, el índice de actividad económica que el mercado utiliza como anticipo del PIB. La referencia cayó un 0,2% en septiembre respecto al mes anterior, lo que refuerza la percepción de que el crecimiento se está enfriando tras varios trimestres de relativa resiliencia. Aunque el retroceso no es dramático en términos absolutos, sí alimenta el temor a una pérdida de tracción justo cuando el ciclo global sigue condicionado por tipos de interés elevados y por la desaceleración del comercio internacional.
Al mismo tiempo, el frente externo tampoco jugó a favor. Las expectativas de un recorte de tipos inminente por parte de la Fed se enfriaron, lo que se tradujo en menor apetito por activos de riesgo en mercados emergentes. Un escenario de tipos más altos durante más tiempo en Estados Unidos suele implicar un coste de financiación mayor, presiones sobre las divisas y, en algunos casos, salidas de capital de países como Brasil. Esa combinación de crecimiento local más débil y un entorno monetario internacional más duro pesó sobre el ánimo de los inversores.
El sector financiero fue uno de los principales damnificados de la sesión. Los grandes bancos Itaú y Bradesco retrocedieron alrededor de un 1%, reflejando la preocupación de que un menor crecimiento y un coste de financiación elevado puedan presionar los márgenes y, potencialmente, la calidad de los activos si la desaceleración se intensifica. El castigo no fue extremo, pero sí significativo como señal de que el mercado empieza a descontar un escenario menos benigno para el negocio bancario en los próximos trimestres.
Las utilities también sufrieron ventas. Axia llegó a caer más de un 3% y Sabesp cedió en torno a un 0,6%. Este tipo de compañías, intensivas en capital y muy sensibles a la estructura de tipos de interés, suelen verse penalizadas cuando los inversores perciben que los recortes de tipos pueden retrasarse o que el coste de la deuda seguirá relativamente alto. A ello se suma la continua atención a los marcos regulatorios y a la perspectiva de inversiones futuras en infraestructuras, factores que pueden incrementar la volatilidad del sector.
En el plano corporativo, hubo varios nombres propios. Ambipar destacó a la baja, con caídas superiores al 3%, en pleno proceso de recuperación judicial. El hecho de que la compañía se encuentre bajo este régimen aumenta la percepción de riesgo entre los inversores y limita de forma evidente el apetito por el valor, en un contexto en el que el mercado se muestra especialmente selectivo. Raízen también figuró entre los perdedores relevantes, con descensos superiores al 2% tras anunciar un resultado neto negativo de 2.300 millones de reales en el segundo trimestre de la cosecha 2025/26. Unos números rojos de esta magnitud reavivan las dudas sobre la capacidad de la empresa para generar valor en el corto plazo y obligan a replantear previsiones de beneficio.
En el lado positivo, Petrobras logró nadar a contracorriente. La petrolera avanzó alrededor de un 0,7% apoyada en la subida de los precios internacionales del crudo. En un entorno global incierto, la fortaleza de las materias primas energéticas sigue siendo uno de los principales soportes para la compañía, que se beneficia de mayores márgenes de explotación cuando el barril repunta. Su comportamiento, mejor que el del índice, subraya el papel defensivo que a menudo adopta el sector de petróleo y gas dentro del mercado brasileño.
En conjunto, la ligera caída del Ibovespa no supone un giro dramático de tendencia, pero sí refleja un cambio de tono: de la confianza apoyada en resultados corporativos sólidos y un entorno externo algo más benigno, a una fase de mayor prudencia en la que cada dato macro y cada gesto de la Fed pueden inclinar la balanza. Si los próximos indicadores confirman una desaceleración más profunda de la actividad, el mercado empezará a debatir no solo el ritmo de posibles recortes de tipos por parte del banco central brasileño, sino también cuánto margen real hay para que la renta variable siga descontando un escenario de crecimiento robusto. Por ahora, la señal del día es clara: el optimismo sigue ahí, pero ya no es incondicional.