Silicon Valley reabre la carrera por los ‘bebés de diseño’

Un proyecto de edición genética con embriones, impulsado por la startup Preventive y financiado por grandes fortunas tecnológicas, vuelve a poner sobre la mesa el fantasma de la eugenesia.

Fotograma del vídeo que muestra el logotipo de Negocios TV con gráficos alusivos a la edición genética y Silicon Valley.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Edición genética y Silicon Valley.

Una filtración del Wall Street Journal ha destapado los planes de Preventive, una startup de San Francisco que investiga la edición genética de embriones mediante tecnología CRISPR con financiación de figuras como Sam Altman (OpenAI) y Brian Armstrong (Coinbase). El objetivo declarado es evitar enfermedades hereditarias, pero fuentes citadas en la investigación apuntan a ambiciones más amplias, como mejorar rasgos físicos o cognitivos, en lo que algunos expertos ya califican de “eugenesia corporativa”. Todo ello en un contexto en el que la edición de la línea germinal humana está prohibida en Estados Unidos y restringida en más de 70 países.

La polémica estalla en el corazón de Silicon Valley, donde un grupo de multimillonarios explora cómo sortear las prohibiciones legales y operar desde jurisdicciones con regulaciones más laxas, como Emiratos Árabes Unidos. El debate ya no es teórico: la combinación de capital privado, avances en CRISPR y un marco legal que va por detrás de la tecnología hace que la posibilidad de ‘hijos a la carta’ deje de ser ciencia ficción para convertirse en una perspectiva incipiente, con profundas implicaciones éticas y sociales.

Según el Wall Street Journal, Preventive ha recaudado en torno a 30 millones de dólares para investigar si la edición genética de embriones puede evitar enfermedades graves antes del nacimiento. La compañía sostiene que se trata de investigación preclínica y que no avanzará hacia ensayos en humanos si no se demuestra la seguridad de la técnica, pero la mera posibilidad de un primer bebé genéticamente modificado fuera de China ha disparado las alarmas.

Críticos citados por el WSJ y otros medios alertan de que el proyecto encaja en una lógica de “mejora del bebé”, más que en una mera prevención de enfermedades, y advierten del riesgo de abrir la puerta a una nueva forma de selección genética dirigida por el mercado. El concepto de “eugenesia corporativa” se ha impuesto en el debate público para describir un modelo en el que un reducido grupo de empresas y grandes patrimonios define, de facto, qué vidas merecen ser optimizadas.

Preventive y el papel de los tecnomillonarios

Preventive, fundada en San Francisco y dirigida por el científico Lucas Harrington, formado en el entorno de la pionera de CRISPR Jennifer Doudna, se presenta como una public-benefit corporation, es decir, una sociedad que declara objetivos de impacto social junto al beneficio económico. La empresa defiende que su misión es avanzar de forma “responsable” en la edición embrionaria para prevenir enfermedades devastadoras.

En el lado inversor figuran Sam Altman y su marido Oliver Mulherin, además de Brian Armstrong, entre otros nombres del ecosistema tecnológico. Para sus defensores, apoyar este tipo de proyectos es una extensión lógica de la apuesta de Silicon Valley por la biotecnología y la longevidad. Para sus detractores, supone trasladar al ámbito genético la misma lógica de disrupción acelerada que ha chocado con reguladores en otros sectores, pero con consecuencias potencialmente irreversibles para la especie humana.

El precedente chino que marcó un antes y un después

El caso actual remite inevitablemente a China en 2018, cuando el científico He Jiankui anunció el nacimiento de tres bebés con edición genética aplicada a sus embriones, supuestamente para hacerlos resistentes al VIH. La reacción internacional fue inmediata: condena científica casi unánime, procesos judiciales y una posterior condena a prisión para el investigador.

Aquel episodio dejó claro que la edición de la línea germinal —es decir, en embriones, óvulos o espermatozoides— traspasa una línea roja para buena parte de la comunidad científica y los reguladores. Desde entonces, organismos internacionales como la OMS han pedido límites estrictos y mayor coordinación global para evitar experimentos clandestinos o impulsados por intereses comerciales. El caso Preventive se percibe ahora como una nueva prueba de estrés para ese frágil consenso.

Riesgos científicos y una posible ‘clase genética’

Más allá del imaginario de los ‘bebés de diseño’, los expertos insisten en los riesgos biológicos: los cambios introducidos en la línea germinal se transmiten a todas las generaciones futuras, con efectos difíciles de predecir y potencialmente imposibles de revertir. Un error en la edición podría generar mutaciones indeseadas o vulnerabilidades que solo se manifestarían décadas después.

En paralelo, emerge un riesgo social de largo alcance: la creación de una “clase genética” en la que solo las familias con altos recursos puedan pagar por mejoras biológicas, desde menor riesgo de enfermedad hasta rasgos físicos o cognitivos preferentes. El resultado sería una desigualdad más profunda que la económica, incrustada en el propio ADN y, por tanto, mucho más difícil de corregir. Para algunos bioeticistas, este escenario supone un salto cualitativo respecto a cualquier brecha actual.

¿Libertad reproductiva o eugenesia del siglo XXI?

Los defensores de estos avances apelan a la “libertad reproductiva”: sostienen que, si la tecnología lo permite, los progenitores deberían poder reducir al máximo el riesgo de enfermedades graves en sus hijos. Argumentan que sería incoherente prohibir una intervención genética que podría evitar sufrimiento, siempre que se demuestre su seguridad.

Los críticos replican que, bajo ese discurso, se corre el riesgo de legitimar un proyecto de eugenesia privatizada, impulsado por intereses corporativos y decisiones algorítmicas sobre qué rasgos se consideran deseables. Varios científicos consultados por el WSJ advierten de que, en este momento, la relación riesgo-beneficio de la edición embrionaria “sigue siendo inaceptable” y que el impulso empresarial está adelantando por la derecha a la prudencia científica.

Innovación acelerada, regulación insuficiente

El marco legal actual refleja un intento de contención: Estados Unidos prohíbe utilizar embriones editados genéticamente para iniciar embarazos, y más de 70 países imponen prohibiciones o restricciones a la edición de la línea germinal. Sin embargo, la investigación privada —especialmente si se traslada a jurisdicciones más permisivas— desborda en la práctica esas barreras. Preventive ya estudia operar fuera de EE.UU. para esquivar las limitaciones de la FDA.

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