Estados Unidos lanza su “misión Apolo” de la inteligencia artificial

Trump activa la ‘Genesis Mission’: la superplataforma de IA con la que EEUU quiere ganar (y controlar) la carrera global

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha firmado una orden ejecutiva para poner en marcha la “Genesis Mission”, un megaproyecto que ordena al Departamento de Energía crear una plataforma de inteligencia artificial en bucle cerrado que conecte laboratorios nacionales, superordenadores y gigantescos repositorios de datos federales. El objetivo: generar modelos fundacionales científicos, alimentar laboratorios robóticos y acelerar descubrimientos en energía, salud, defensa y materiales, consolidando la supremacía de EEUU en la carrera por la IA.

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¿Qué es exactamente la ‘Genesis Mission’?

La Genesis Mission es, en la práctica, un “cerebro” de IA para la ciencia estadounidense. La orden ejecutiva instruye al Departamento de Energía (DoE) a integrar en una única plataforma cerrada los 17 laboratorios nacionales, la red de superordenadores públicos y décadas de datos científicos federales. Sobre ese ecosistema se entrenarán modelos fundacionales científicos y se desplegarán agentes de IA capaces de diseñar experimentos, lanzar simulaciones y proponer nuevas hipótesis.

Según la ficha técnica de la Casa Blanca, la plataforma está pensada para que varias agencias federales y el sector privado trabajen juntas en desafíos que hoy se consideran “imposibles”: desde biotecnología y energía nuclear y de fusión hasta cuántica, materiales avanzados y microelectrónica.

La propia orden define la misión como un esfuerzo nacional “comparable en urgencia y ambición al Proyecto Manhattan o al programa Apolo”, con la promesa de duplicar la productividad de la ciencia y la ingeniería estadounidenses en una década.

Una plataforma de IA “en bucle cerrado” para ciencia y laboratorios robóticos

Uno de los conceptos clave es el de plataforma de IA “closed-loop”: un sistema donde los modelos no solo analizan datos, sino que generan nuevos experimentos, los prueban en entornos simulados o físicos y reinyectan los resultados al propio modelo para seguir aprendiendo. El mandato incluye explícitamente el desarrollo de laboratorios robóticos controlados por IA, capaces de ejecutar series de pruebas casi sin intervención humana.

En la práctica, la Genesis Mission aspira a que procesos que hoy llevan años de ensayo y error —por ejemplo, descubrir un nuevo material, optimizar un diseño de reactor o encontrar una molécula prometedora— puedan comprimirse en semanas, días o incluso horas gracias a modelos que combinan simulación masiva y experimentación automatizada.

Para ello, el DoE conectará la plataforma con los superordenadores más potentes de su red, así como con futuras infraestructuras de IA y computación cuántica, en colaboración con empresas como Nvidia, Dell, AMD o HPE, y con universidades de referencia.

Ambición económica y geopolítica: dominar la carrera de la IA

Más allá de la retórica científica, la Genesis Mission tiene una lectura claramente geopolítica. La Casa Blanca habla de “ganar y mantenerse por delante en la carrera de la IA”, posicionando la plataforma como una palanca para reforzar la seguridad nacional, la independencia energética y la competitividad industrial frente a rivales como China.

El plan llega después de que la Administración Trump revocara la anterior orden ejecutiva de Joe Biden centrada en riesgos y seguridad en IA, sustituyéndola por una estrategia que prioriza desregulación, inversión en infraestructuras y colaboración público-privada. La Genesis Mission se apoya también en un gran paquete legislativo de financiación aprobado en julio para modernizar la red energética y los centros de datos vinculados a la IA.

Si funciona como está diseñado, la misión podría redirigir parte de la inversión privada en IA hacia sectores como energía, salud, defensa y manufactura avanzada, reduciendo la dependencia de modelos puramente orientados a consumo y publicidad, y reforzando el liderazgo tecnológico de EEUU en áreas de alto impacto económico.

Dudas, riesgos y el debate sobre el coste energético de la IA

El anuncio, sin embargo, no está exento de críticas. Varios expertos recuerdan que concentrar en una sola plataforma datos sensibles en biotecnología, energía o defensa plantea retos serios de ciberseguridad, gobernanza y control de acceso. La orden prevé clasificar la información en datos abiertos, propietarios y de seguridad nacional, con distintos niveles de permiso, pero el debate sobre quién manda realmente en la “llave maestra” de la ciencia estadounidense seguirá abierto.

También preocupa el impacto energético de un salto masivo en computación de IA, en un momento en el que los centros de datos ya presionan al alza la demanda eléctrica. El propio Departamento de Energía reconoce el riesgo, pero defiende que el uso de IA permitirá hacer las redes más eficientes y acelerar tecnologías como la nuclear avanzada o la fusión, compensando a medio plazo el aumento de consumo.

En paralelo, organizaciones de la comunidad científica y de la sociedad civil alertan de que, si no se acompañan de reglas claras de transparencia, evaluación de riesgos y supervisión independiente, iniciativas de este tamaño pueden priorizar la carrera por la ventaja estratégica por encima de un desarrollo de la IA “seguro y responsable”.

De momento, la fotografía es clara: con la Genesis Mission, Estados Unidos lanza un mensaje directo a la industria y al resto del mundo. La próxima década de IA no solo se jugará en el terreno de los chatbots y las grandes plataformas, sino en quién controle la infraestructura científico-tecnológica que decide qué descubrimos, cuándo y para qué.

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