La Navidad más cara: el menú se dispara un 21% en dos meses

Wall Street alerta: Navidad 2025, ¿la más cara de la historia?

La Navidad más cara: el menú se dispara un 21% en dos meses

El encarecimiento exprés del marisco, los dulces y las bebidas convierte las fiestas de 2025 en un examen de resistencia para el bolsillo de los hogares españoles

La Navidad de 2025 llega con una cifra que resume el malestar de los consumidores: el menú típico se ha encarecido un 21% en apenas dos meses, según la Asociación de Usuarios Financieros. A pie de mercado, el impacto se traduce en precios nunca vistos: el medio kilo de percebes roza ya los 200 euros, la merluza supera los 52 euros por kilo y hasta la sidra se encarece en torno a un 35%. Al mismo tiempo, el gasto total previsto por persona se sitúa en torno a 1.300 euros, con más de 313 euros solo para alimentación. La consecuencia es clara: estas serán unas fiestas de calculadora en mano, menús recortados y mucha comparación de precios antes de pasar por caja.

El menú navideño, un 21% más caro en tiempo récord

El dato que más inquieta a los hogares es la subida del 21% del precio del menú navideño en solo dos meses, calculada a partir de cestas tipo de Nochebuena y Navidad. El diagnóstico es inequívoco: productos que ya eran caros han dado un salto adicional justo en el tramo final del año, cuando la demanda se dispara.

Este fenómeno se produce, además, en un contexto en el que la inflación general parece moderada —en torno al 3% interanual—, pero con los alimentos aún subiendo por encima de la media, cerca del 2,8%. Es decir, el problema no es solo puntual ni exclusivo de unas pocas delicatessen, sino que se enmarca en una tendencia prolongada de encarecimiento de la cesta de la compra.

“La consecuencia es clara: el margen de maniobra de las familias para asumir sobrecostes navideños es cada vez menor, incluso cuando las estadísticas oficiales hablan de inflación contenida”, admiten fuentes del sector de la distribución.

Percebes a 200 euros: el lujo que se aleja de muchas mesas

Si hay un símbolo de esta Navidad más cara son los percebes. El medio kilo ha pasado de unos 104 euros en octubre a casi 200 euros en diciembre, según seguimientos de precios de asociaciones de consumidores. Nunca antes el marisco estrella de las fiestas se había encarecido tanto en tan poco tiempo.

Detrás de este salto se combinan varios factores: una campaña con menos oferta por condiciones marítimas adversas, mayores costes de combustible para la flota y una demanda que se mantiene fuerte en las fechas clave. El resultado es un producto convertido en lujo casi inaccesible para una parte creciente de las familias, que optan por alternativas como langostinos o almejas, que también suben, pero a ritmos algo más contenidos.

Lo más grave es que el encarecimiento del marisco se extiende por toda la gama: cigalas, gambas, pularda o cordero se sitúan en niveles cercanos a máximos históricos. Ese efecto arrastre no solo encarece el menú, sino que alimenta la percepción de que, estas fiestas, cualquier gesto de generosidad en la mesa tiene un coste desproporcionado.

Dulces navideños: la tormenta perfecta de almendra y cacao

Los turrones, mantecados y bombones tampoco han escapado a la escalada. Las estimaciones sitúan la subida media de los dulces navideños en torno al 15% interanual, con casos en los que el incremento supera el 60% en productos concretos. Algunas marcas de turrón han duplicado prácticamente su precio frente a 2023.

En este caso, el origen de la presión está más en la cadena global de materias primas que en el tirón estacional de la demanda. La almendra se ha encarecido cerca de un 90% en apenas dos campañas, y el cacao vive una de las mayores tensiones de precios de las últimas décadas por problemas climáticos en los principales países productores. Ese encarecimiento de los insumos clave se traslada casi de forma mecánica al lineal del supermercado.

El contraste con otros años resulta demoledor: si antes el dulce era la parte relativamente “amable” del ticket de compra, ahora se ha convertido en otro foco de presión. Muchas familias ajustan cantidades, apuestan por marcas blancas o retrasan las compras hasta el último momento buscando promociones.

El presupuesto se rompe: 1.300 euros por persona en estas fiestas

La traducción directa de esta tormenta de precios está en el presupuesto de los hogares. Distintos estudios de consumo coinciden en una cifra: alrededor de 1.300 euros de gasto medio por persona en Navidad, el nivel más alto del que se tiene registro reciente. De esa cantidad, más de 313 euros se destinan exclusivamente a alimentación, la partida más abultada del conjunto de las fiestas.

El resto se reparte entre regalos y juguetes (en torno a 550-570 euros), ocio y restauración (unos 220 euros) y otros conceptos como decoración o donativos. El diagnóstico es claro: incluso manteniendo hábitos de consumo similares a los de otros años, el simple efecto precio empuja el presupuesto a un terreno difícil de sostener para los salarios medios.

“Los hogares que ya llegaban justos a final de mes tendrán serias dificultades para absorber un sobrecoste de varios cientos de euros concentrado en apenas tres semanas”, alertan las asociaciones, que recomiendan fijar un techo de gasto y no salir de él.

Inflación moderada, pero una cesta navideña en máximos

Una de las paradojas de esta Navidad es que se produce con una inflación general estabilizada en torno al 3%, lejos de los picos de 2022, pero con la alimentación como foco persistente de tensión. Los alimentos y bebidas no alcohólicas aceleran su tasa hasta el 2,8% interanual, el mayor repunte de los últimos meses.

Este hecho revela una brecha entre el relato macroeconómico y la experiencia cotidiana en el supermercado. Mientras la bajada de la electricidad o los carburantes alivia parcialmente el índice general, la cesta real que llena el carro —especialmente en fechas señaladas— no deja de encarecerse. La consecuencia es clara: la ciudadanía percibe que “todo está más caro”, incluso cuando los indicadores sugieren lo contrario.

En la práctica, la Navidad actúa como un amplificador de esa sensación, porque concentra el consumo de productos que han sufrido las mayores subidas: carnes selectas, marisco, dulces y bebidas.

Las nuevas estrategias de las familias para sobrevivir a las fiestas

Ante este panorama, los hogares están reaccionando. Los estudios de consumo detectan tres grandes movimientos: planificación anticipada, búsqueda agresiva de ofertas y reconfiguración del menú. Cada vez más familias adelantan compras al mes de noviembre para esquivar parte de las subidas de última hora, especialmente en congelados y productos no perecederos.

La comparación de precios entre cadenas se ha vuelto casi una rutina. Aplicaciones de ahorro, programas de fidelización y compras conjuntas en familia o entre amigos ganan peso frente a la compra impulsiva tradicional. Sin embargo, lo más relevante es el cambio en el plato: el marisco fresco se sustituye por congelado, el cordero por pollo o pavo, y los dulces de marca por alternativas más baratas.

“No se renuncia a la celebración, pero sí se rebaja el listón de lo que se considera ‘menú de fiesta’”, resumen fuentes del comercio. A medio plazo, este ajuste puede consolidar nuevos hábitos de consumo más prudentes, incluso cuando los precios empiecen a moderarse.

Ganadores y perdedores de la subida de precios

La Navidad más cara de la historia no afecta a todos por igual. En el lado de los ganadores, las grandes cadenas de distribución y algunas marcas con capacidad para trasladar costes han logrado defender márgenes en un entorno de demanda todavía fuerte. También determinados segmentos de hostelería de alto nivel mantienen reservas pese a subir precios de menús cerrados.

En el lado de los perdedores se sitúan los hogares de renta media y baja, que soportan el grueso del impacto, y los comercios de proximidad con menos margen para negociar con proveedores. La presión sobre sus clientes habituales se traduce en tickets más pequeños y en una mayor dificultad para competir en precios frente a las grandes superficies.

El contraste con otros años resulta elocuente: lo que antes era un esfuerzo asumible para “portarse bien” en Navidad se ha convertido, para muchos, en un ejercicio de malabarismo financiero que deja la cuesta de enero aún más empinada.

La gran incógnita es si esta espiral navideña de precios ha tocado techo o si 2025 será solo un paso más en una dinámica estructural. Los economistas apuntan a varios factores a vigilar de cara a 2026: la evolución del coste de la energía, la normalización —o no— de las cadenas de suministro globales y el comportamiento de materias primas clave como la almendra, el cacao o determinadas especies pesqueras.

Si la inflación general sigue moderándose y se relajan algunas tensiones en materias primas, podría producirse una cierta estabilización de los precios navideños, aunque difícilmente volverán a los niveles previos a 2021. En el escenario menos favorable, nuevas sacudidas geopolíticas o climáticas podrían mantener la presión sobre la cesta navideña, consolidando un modelo de fiestas más caras y selectivas.

En cualquier caso, el mensaje de fondo es claro: la época de las Navidades baratas ha terminado. Y todo apunta a que los hogares españoles tendrán que aprender a celebrar con menos exceso y más cálculo si quieren llegar a enero sin que el festín se convierta en resaca financiera.