Trump consigue un triunfo decisivo mientras Rusia y Venezuela toman protagonismo global
El Senado de Estados Unidos termina su cierre histórico con una ley de compromiso, mientras Rusia ofrece diálogo condicionado para Ucrania y Venezuela advierte sobre amenazas a su soberanía en el contexto tensional con Washington.
Tras 40 días de parálisis federal, Estados Unidos logra finalmente cerrar uno de los cierres de gobierno más largos de su historia. La votación en el Senado, que salió adelante por 60 votos a favor y 40 en contra, marca un punto de inflexión político, económico y diplomático, justo cuando el tablero internacional se agita con nuevos movimientos de Rusia y Venezuela, dos actores que buscan fortalecer su posición frente a Washington.
La aprobación del paquete presupuestario supone un respiro para los cientos de miles de empleados públicos que estuvieron sin sueldo durante semanas. El acuerdo permitirá financiar al Gobierno hasta el 30 de enero de 2026, reincorporar al personal despedido y garantizar el pago retroactivo. Además, incluye el compromiso de celebrar una votación en diciembre sobre los subsidios del Obamacare, uno de los puntos más disputados entre demócratas y republicanos.
Ocho senadores demócratas rompieron la disciplina partidista para apoyar la medida, un gesto que evidencia la presión social y económica que pesaba sobre el Capitolio. Sin embargo, la calma es relativa: Donald Trump ha dejado claro que no cederá en su postura migratoria, manteniendo un clima de tensión que amenaza con reabrir las heridas políticas de las últimas semanas.
“Después de 40 días, podemos mirar hacia adelante”, declaró el líder de la mayoría, John Thune, tras la votación. No obstante, en los pasillos del Congreso se percibe más alivio que entusiasmo: la polarización sigue intacta y las negociaciones futuras se anticipan igual de duras.
Rusia extiende la mano, pero con condiciones
Mientras Washington intenta recuperar la normalidad interna, Moscú mueve ficha en el tablero diplomático. El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha manifestado su disposición a reunirse con el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, para explorar un alto el fuego en Ucrania.
Fuentes diplomáticas aseguran que la oferta rusa llega acompañada de exigencias claras: el reconocimiento del control de las regiones anexionadas y el compromiso de Kiev de no ingresar en la OTAN. La Casa Blanca, sin embargo, rechaza cualquier negociación bajo esas condiciones. De hecho, una esperada cumbre entre Donald Trump y Vladímir Putin habría sido suspendida tras el desacuerdo sobre los términos propuestos por Moscú.
El gesto ruso parece más un movimiento táctico que un verdadero acercamiento. Analistas en Washington lo interpretan como un intento de dividir el bloque occidental y ganar tiempo mientras Rusia consolida sus posiciones en el frente.
Venezuela desafía y advierte: “Un ataque a Caracas es un ataque a la región”
En paralelo, Venezuela ha elevado su retórica diplomática frente a Estados Unidos. En una entrevista con Al Jazeera, el canciller Iván Gil advirtió que “cualquier agresión contra Venezuela sería una agresión contra toda América Latina”. Gil subrayó que el país vive “un momento de paz, estabilidad y crecimiento”, pero mantiene un estado de alerta permanente ante la presión internacional.
El mensaje se interpreta como una advertencia directa a Washington, en un momento en que la Casa Blanca endurece su vigilancia sobre los movimientos militares y diplomáticos de Caracas. El gobierno de Nicolás Maduro, cada vez más cercano a aliados como Rusia, Irán y China, busca proyectar una imagen de fuerza y soberanía en medio del aislamiento occidental.
Un tablero global en ebullición
El fin del cierre de gobierno devuelve cierto orden a la política estadounidense, pero la incertidumbre geopolítica persiste. Mientras Trump intenta recomponer su imagen tras semanas de caos administrativo, Rusia y Venezuela aprovechan la coyuntura para reforzar su narrativa de resistencia frente a Occidente.
Con el Congreso dividido, el frente diplomático en tensión y la economía aún resentida por el cierre, Estados Unidos enfrenta un desafío mayor: reafirmar su liderazgo global sin caer en una nueva espiral de confrontación.
La estabilidad, al menos por ahora, parece tan frágil como la tregua política que permitió reabrir el Gobierno.