El aviso final de Putin, el silencio de China y la alarma en el cielo

Putin Rusia avanza en todos los ámbitos - E P A / R A M I ​​L S I T D I K O V / P O O L

Putin ha lanzado su aviso final. No es una amenaza más: es la constatación de que Rusia ya no habla el lenguaje diplomático de Occidente, sino el del poder desnudo. Lo ha dicho con una frialdad quirúrgica: si las armas de largo alcance llegan a tocar suelo ruso, la respuesta será “abrumadora”. En esa palabra, abrumadora, se esconde una advertencia que Occidente finge no oír. La guerra en Ucrania se ha convertido en el tablero donde se mide la resistencia de los imperios. Pero mientras Europa mira a Moscú, el nuevo orden mundial se está decidiendo en Pekín.

China ha hecho oficial algo que muchos preferían ignorar: el final del internet libre. A partir de ahora, ningún creador podrá hablar de medicina, derecho, educación o finanzas sin un título oficial que lo acredite. Lo que parece una medida técnica es, en realidad, una mutación histórica: el Estado asume el monopolio de la verdad. Las plataformas estarán obligadas a verificar credenciales, las fuentes deberán citarse y hasta el uso de inteligencia artificial tendrá que ser declarado. Es el “plan del silencio”, el modelo de control que convierte la red en una extensión del poder político.

La paradoja es que Occidente observa y, en silencio, toma nota. Las democracias liberales que se presentaron como garantes de la libertad digital hoy adoptan medidas de verificación, etiquetado y control similares. Lo que antes era censura, ahora se llama “seguridad informativa”. Pekín ha puesto nombre a la era que viene: la era del permiso.

Mientras tanto, el capitalismo financiero sigue mostrando sus grietas. Blackstone, el gigante del crédito privado, ha puesto fin a su propio sueño dorado. Lo que hace dos años generaba rendimientos del 15%, hoy se ha convertido en una carrera cuesta arriba. El dinero fácil se ha agotado, y con él la burbuja del crédito que mantenía a flote a los hogares más frágiles. Detrás del lenguaje técnico de los fondos y las tasas se esconde una realidad brutal: los hogares más pobres vuelven a ser los que pagan los excesos del sistema financiero.

El “capital barato” ha muerto, y con él la ilusión de que todo podía seguir creciendo sin límites. Blackstone no lo dice por altruismo; lo dice porque la máquina ya no da más. Los bancos centrales han drenado liquidez y la economía mundial entra en una nueva fase: la de la selectividad, donde el dinero vuelve a tener dueño y el riesgo no se comparte, se traslada.

Y como si el planeta necesitara una metáfora de su propio desconcierto, la NASA ha activado en secreto su protocolo de defensa planetaria. Sin ruedas de prensa ni titulares, la agencia lanzó una alerta el 21 de octubre por el cometa 3I/ATLAS, un visitante interestelar que “no obedece las leyes conocidas del sistema solar”. Por primera vez en la historia, la Red Internacional de Alerta de Asteroides coordina una vigilancia global sobre un objeto externo al sistema solar. No es una película: es el mundo real el que empieza a parecer ciencia ficción.

Un cometa que apunta hacia el Sol en lugar de alejarse. Un gobierno que controla la palabra antes de que se pronuncie. Un imperio que avisa de su respuesta final. Tres señales, tres advertencias. Putin, Pekín y la NASA. Guerra, silencio y cosmos.
Tres caras de una misma sensación global: el fin de la ingenuidad.

El planeta se está reordenando — no con acuerdos, sino con advertencias.

Y todas, sin excepción, suenan a aviso final.