3I/Atlas, el cometa que desafía las reglas de la física establecida
Nuevas fotografías y análisis del cometa interestelar 3I/Atlas desafían los modelos científicos conocidos, proponiendo una hipótesis alternativa sobre su aceleración y estructura.
El cometa interestelar 3I/Atlas sigue siendo un misterio para los astrofísicos. Las recientes imágenes captadas desde el Observatorio del Roque de los Muchachos, en La Palma, han reactivado el debate en la comunidad científica sobre este visitante cósmico que parece desafiar los modelos clásicos de comportamiento cometario. Uno de los más sorprendidos —y más activos en su análisis— es el astrofísico Avi Loeb, quien ha planteado una hipótesis que, de confirmarse, podría obligar a revisar nuestra comprensión sobre los objetos interestelares. Loeb no hace afirmaciones concluyentes, pero sí propone preguntas que rompen esquemas.
Datos imposibles: cuando la razón no encaja con la observación
El punto de partida del análisis de Loeb son las imágenes captadas el 11 de noviembre por los astrónomos David Jewitt y Jane Luu, pioneros en el estudio del Cinturón de Kuiper. En esas fotografías se aprecian chorros de material expulsándose a unos 4 km/s, una actividad extremadamente intensa que, según los cálculos, se habría mantenido durante meses.
Para que un cometa pueda sostener esa velocidad y ese volumen de expulsión, debería sublimar cantidades colosales de dióxido de carbono: alrededor de 5.000 millones de toneladas al mes. Y aquí surge la primera gran contradicción. Un objeto que esté perdiendo material a ese ritmo debería ser un cometa gigantesco, con un núcleo mucho mayor, capaz de suministrar suficiente masa durante un periodo prolongado.
Pero la realidad observada dice lo contrario. El telescopio Hubble midió el núcleo del 3I/Atlas y estimó su diámetro en solo 6 kilómetros.
La pregunta inevitable de Loeb —y de cualquiera que examine los datos— es directa:
¿Cómo puede un núcleo tan pequeño sostener una actividad que requeriría un objeto cuatro veces mayor?
La paradoja del tamaño y la supervivencia
Para sostener semejante ritmo de sublimación, el área activa necesaria en el cometa debería ser equivalente a la de un núcleo de 23 kilómetros de diámetro. Esta discrepancia numérica no es un error marginal. Es una diferencia abismal que desafía cualquier explicación convencional sobre la física de cometas.
Si 3I/Atlas estuviese expulsando material a ese ritmo, debería haberse fragmentado hace meses. O, como mínimo, debería presentar una enorme coma y restos visibles de desintegración. Pero nada de eso ha ocurrido. El cometa no solo no se ha roto, sino que mantiene una estructura sorprendentemente estable.
La coherencia entre la teoría y la observación empieza a resquebrajarse.
Una hipótesis fuera de lo común
Ante esta encrucijada científica, Loeb propone una alternativa tan atrevida como interesante:
¿Y si los chorros no son consecuencia natural de la sublimación, sino mecanismos de propulsión orientados deliberadamente hacia el Sol?
Según esta lectura, los chorros actuarían como “propulsores”, empujando el objeto en la dirección opuesta y explicando la aceleración anómala registrada tras el perihelio. Esta hipótesis también solventaría otra anomalía: la ausencia de fragmentación y de una coma gigantesca.
Las imágenes más recientes refuerzan el enigma. En noviembre, los astrónomos detectaron dos colas simultáneas: una apuntando directamente hacia el Sol (algo extremadamente extraño), y otra extendiéndose en sentido contrario, como sería esperable en un cometa típico. La coexistencia de ambas estructuras es difícil de encajar en los modelos estándar.
La “nueva anomalía del 3I/Atlas”
Avi Loeb, conocido por su audacia teórica y por impulsar el debate científico sobre objetos interestelares, ha bautizado estos fenómenos como “la nueva anomalía del 3I/Atlas”. Para él, la suma de inconsistencias obliga a considerar hipótesis no convencionales.
No se trata de afirmar que 3I/Atlas sea artificial ni que esconda tecnología interestelar. Se trata, más bien, de reconocer que los datos actuales no encajan con las explicaciones tradicionales: un cometa tan pequeño no puede expulsar tanto material, durante tanto tiempo, a tal velocidad… sin autodestruirse en el proceso.
Loeb insiste en la importancia de mantener una mente abierta. Cada objeto interestelar que visitó nuestro sistema —‘Oumuamua, Borisov, ahora Atlas— ha traído comportamientos inesperados. Quizá, sugiere, estemos apenas comenzando a comprender la diversidad real de materiales, procesos y fenómenos presentes en el espacio interestelar.
El 3I/Atlas sigue siendo un misterio. Y a veces, en ciencia, los misterios no son problemas… sino oportunidades para descubrir algo completamente nuevo.