Última hora en Texas: cae avión de la Marina de México, cinco muertos
Un avión de la Marina de México que transportaba a un menor con quemaduras graves se estrelló en la bahía de Galveston, Texas, dejando cinco muertos, dos sobrevivientes y una persona desaparecida. Las autoridades investigan las causas mientras las labores de rescate enfrentan condiciones adversas.
La tarde del lunes 23 de diciembre de 2025 quedó marcada por una tragedia que ha conmocionado a México y a Estados Unidos. Un avión de la Marina mexicana, que realizaba una misión humanitaria hacia Texas, se estrelló en la bahía de Galveston con ocho personas a bordo. Cinco de ellas han fallecido, una permanece desaparecida y dos lograron sobrevivir, en un accidente que abre muchas preguntas sobre las condiciones del vuelo y los protocolos de seguridad en este tipo de operaciones de alto riesgo.
La aeronave no realizaba un traslado rutinario. A bordo viajaba un menor con quemaduras graves, acompañado en el marco de una misión coordinada con la Fundación Michou y Mau, entidad conocida por su labor en el traslado y tratamiento de niños con quemaduras severas. El destino final era el hospital Shriners Children’s en Galveston, uno de los centros de referencia mundial en la atención de este tipo de pacientes. La combinación de una misión médica urgente y un desenlace fatal convierte el accidente en un golpe especialmente doloroso para las familias, para la institución y para quienes dedican su vida a este tipo de causas humanitarias.
Según la información oficial preliminar, en el avión viajaban ocho ocupantes. Cinco perdieron la vida en el impacto, dos han sido rescatados con vida y se encuentran en recuperación, y una persona sigue desaparecida, lo que mantiene en vilo a los equipos de búsqueda y a los allegados. Cada minuto que pasa sin novedades sobre esta última persona aumenta la angustia y subraya la dureza de las condiciones en las que se está trabajando.
Las tareas de rescate han estado marcadas por múltiples obstáculos. Una densa niebla envolvía la bahía de Galveston en el momento del suceso, reduciendo drásticamente la visibilidad y complicando tanto la localización de restos de la aeronave como la identificación de posibles supervivientes. A ello se suma la presencia de combustible filtrado en el agua, un factor que no solo entraña riesgos para los equipos de emergencia, sino que añade una dimensión ambiental preocupante a la tragedia, con posibles impactos sobre el ecosistema local si el vertido no se controla a tiempo.
En paralelo, las autoridades estadounidenses han activado los protocolos de investigación habituales en este tipo de siniestros. La Administración Federal de Aviación (FAA) y la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB) ya han comenzado a recabar datos para reconstruir, paso a paso, qué ocurrió en los minutos previos al accidente. De momento, no se ha determinado si la causa obedece a un fallo técnico, a un error humano, a las condiciones meteorológicas adversas o a una combinación de factores. Las cajas de datos de vuelo y las comunicaciones previas al impacto serán clave para arrojar luz sobre un suceso que, por su naturaleza y contexto, exige una explicación precisa y transparente.
En México, la noticia ha tenido un impacto emocional profundo. No se trata solo de la pérdida de vidas en un avión militar, sino de que todo ocurrió durante una misión cuyo objetivo era salvar la vida de un niño gravemente herido. La sociedad y diversos actores políticos y sociales reclaman claridad en la investigación y una revisión exhaustiva de los protocolos de seguridad en vuelos humanitarios, especialmente aquellos que implican traslados de alta complejidad médica en largas distancias o en condiciones climatológicas adversas.
Este accidente también pone sobre la mesa la necesidad de evaluar si las infraestructuras, el mantenimiento de las aeronaves y la preparación de las tripulaciones están completamente alineados con los estándares más exigentes para este tipo de operaciones. No se trata únicamente de señalar responsabilidades, sino de aprender lecciones operativas que permitan minimizar riesgos futuros en misiones donde el margen de error es prácticamente inexistente.
Pese al dramatismo de lo ocurrido, la actuación inmediata de los equipos de rescate y la cooperación entre autoridades estadounidenses y mexicanas evidencian que la coordinación internacional es crucial cuando hay vidas en juego. Esa capacidad de respuesta rápida, sin embargo, no elimina el dolor, ni borra las preguntas incómodas que seguirán presentes hasta que se conozcan las conclusiones oficiales de la investigación.
La imagen del avión de la Marina de México siniestrado en la bahía de Galveston, parcialmente sumergido y rodeado de embarcaciones de rescate, resume la magnitud de la tragedia y la urgencia de que de este desastre surjan cambios reales en seguridad y protocolos para que misiones humanitarias tan delicadas no vuelvan a terminar de este modo.

