Toyota acelera en Norteamérica: invertirá hasta 10.000 millones en cinco años y arranca su primera planta de baterías en Carolina del Norte
El grupo japonés confirmó que destinará hasta 10.000 millones de dólares a sus operaciones en Estados Unidos en los próximos cinco años, lo que eleva su apuesta histórica en el país a casi 60.000 millones desde que desembarcó hace siete décadas. El anuncio llega el mismo día en que la compañía ha inaugurado su primera fábrica de baterías en territorio estadounidense, un activo clave para abastecer su ofensiva de híbridos y eléctricos y para alinearse con la agenda industrial de Washington.
Toyota puso negro sobre blanco lo que en las últimas semanas había sobrevolado en los círculos políticos y empresariales de Washington: la automotriz no solo mantiene su compromiso con la fabricación en EE.UU., sino que lo refuerza con un plan de inversión que la consolida como uno de los fabricantes extranjeros con mayor huella industrial en el país. El fabricante explicó en su comunicado que el nuevo paquete de hasta 10.000 millones de dólares se desplegará en instalaciones ya operativas y en nuevas capacidades vinculadas a la electrificación, especialmente en el sur y el este del país.
La pieza más visible del anuncio es la entrada en producción de Toyota Battery Manufacturing North Carolina (TBMNC), el complejo de 1.850 acres en Liberty (Carolina del Norte) que será el centro neurálgico de sus baterías para el mercado norteamericano. La planta arrancará con 14 líneas previstas y una capacidad objetivo de 30 GWh anuales cuando esté a pleno rendimiento, suficiente para alimentar híbridos, híbridos enchufables y futuros SUV eléctricos de tres filas que la marca ensamblará en EE.UU. El proyecto, que empezó a gestarse en 2021, se ha convertido en la undécima fábrica de Toyota en el país y en la primera dedicada en exclusiva a baterías. “Esta inversión consolida nuestro compromiso con los equipos, los clientes, los concesionarios y los proveedores estadounidenses”, subrayó Tetsuo Ogawa, consejero delegado de Toyota Motor North America.
El movimiento tiene un claro trasfondo político e industrial. La administración de Donald Trump lleva meses reclamando más producción de valor añadido dentro de EE.UU. y ha utilizado a Toyota como ejemplo de fabricante extranjero que sí está reubicando cadenas de suministro críticas en el país. El propio Trump llegó a airear recientemente que la compañía preparaba una inversión de ese calibre, aunque la empresa matizó después que su compromiso formaba parte de un plan más amplio y no de una promesa puntual al presidente. La formalización de hoy, en todo caso, le da al Gobierno un titular de industria y empleo y a Toyota la certidumbre regulatoria y de imagen que necesita para seguir impulsando su gama electrificada.
Más allá del gesto político, la cifra encaja con la estrategia técnica del grupo. Mientras otros fabricantes han frenado proyectos de eléctricos puros por la debilidad de la demanda, Toyota está doblando la apuesta por los híbridos y los PHEV en EE.UU., donde ya suponen cerca de la mitad de sus ventas y donde los clientes siguen valorando la autonomía, el precio y la fiabilidad por encima de la etiqueta 100% eléctrica. Para sostener esa mezcla de producto hacen falta baterías propias, estables en coste y cercanas a las plantas de ensamblaje de Kentucky, Alabama o Texas, y ahí es donde la fábrica de Carolina del Norte y los 10.000 millones adicionales juegan un papel decisivo.
El impacto económico será tangible en la región: el complejo ya había comprometido miles de empleos directos e indirectos y, con el nuevo plan, se abre la puerta a más proveedores de componentes, de energía y de logística en el corredor del sureste, una zona donde otros gigantes del automóvil también están montando su ecosistema de baterías. Para Estados Unidos, es una señal de que la carrera por atraer producción de tecnologías limpias sigue viva y de que el músculo inversor no viene solo de grupos locales. Para Toyota, es la forma de amarrar mercado en un momento de competencia fuerte con fabricantes europeos, coreanos y chinos que también buscan instalarse dentro del país para esquivar aranceles y aprovechar incentivos.