3I/ATLAS: el cometa de otro sistema que reabre el debate sobre vida inteligente y “misiones” a Júpiter
3I/ATLAS, el visitante interestelar que pone a prueba nuestros modelos
Un nuevo objeto interestelar, 3I/ATLAS, detectado el 1 de julio de 2025 por el telescopio ATLAS en Chile, se ha convertido en el gran protagonista del año en astronomía. Sus datos encajan en casi todo con un cometa “raro pero natural”, según NASA y la mayoría de expertos, pero sus peculiaridades orbitales han disparado una hipótesis mucho más audaz: ¿y si fuera una sonda artificial que va de paso hacia Júpiter en 2026? Entre la evidencia observacional y la especulación, 3I/ATLAS ha abierto un fascinante pulso entre ciencia, imaginación y redes sociales.
De la detección en Chile a la etiqueta de “objeto interestelar”
3I/ATLAS fue descubierto el 1 de julio de 2025 por el sistema ATLAS en Río Hurtado (Chile), diseñado precisamente para vigilar el cielo en busca de objetos potencialmente peligrosos. Pronto quedó claro que no era un cometa cualquiera: su órbita es hiperbólica, es decir, no está ligado al Sol por la gravedad y procede inequívocamente del espacio interestelar.
Con el tiempo, telescopios como Hubble, James Webb y grandes observatorios en tierra confirmaron que presenta una coma y una cola ricas en dióxido de carbono, trazas de agua, monóxido de carbono, cianuro y hasta vapor de níquel, comportándose en composición y actividad como un cometa “exótico” pero natural. NASA y ESA lo han elevado así a la categoría de tercer objeto interestelar confirmado tras ‘Oumuamua y 2I/Borisov.
La hipótesis de Avi Loeb: ¿cometa… o sonda?
En paralelo al consenso oficial, el astrofísico Avi Loeb ha vuelto a situarse en el centro de la polémica. Igual que hizo con ‘Oumuamua, ha planteado que 3I/ATLAS podría ser un artefacto de origen tecnológico, diseñado por una civilización avanzada. Su argumento se apoya en varios “anomalías”: una aceleración no gravitatoria significativa cerca del perihelio, la presencia de una llamativa anti-cola y, sobre todo, un dato orbital muy concreto.
Según cálculos de NASA/JPL y del propio Loeb, el 16 de marzo de 2026 el objeto pasará a unos 53,4 millones de kilómetros de Júpiter, prácticamente coincidiendo con el llamado radio de Hill del planeta, la frontera donde domina su gravedad. Esa “puntería” tan precisa, combinada con la ligera corrección de trayectoria asociada a la aceleración no gravitatoria, es lo que le lleva a proponer —como posibilidad extrema— que 3I/ATLAS podría estar depositando sondas o usando Júpiter como punto estratégico.
Loeb reconoce que la explicación “alienígena” es la menos probable, pero defiende que merece la pena testarla con observaciones adicionales, por ejemplo desde la sonda Juno o futuros orbitadores en la zona joviana.
Lo que dice la evidencia (de momento)
Frente a este relato casi de ciencia ficción, el grueso de la comunidad científica insiste en algo más sobrio: todo lo que sabemos encaja mejor con un cometa muy antiguo procedente de otra región de la Vía Láctea. NASA ha sido especialmente clara en sus últimas notas y ruedas de prensa: “parece un cometa y se mueve como un cometa”, sin indicios de emisiones tecnológicas ni maniobras activas.
Las primeras señales de radio detectadas desde 3I/ATLAS, por ejemplo, se han explicado como emisiones típicas asociadas a radicales de hidroxilo (OH) generados por la fotodisociación del agua en la coma, un proceso estándar en cometas activos. Lo mismo ocurre con su brillo cambiante, su color y los episodios de pérdida temporal de cola: son llamativos, sí, pero aún compatibles con un objeto muy viejo, irradiado durante miles de millones de años y sometido a un fuerte estrés térmico al entrar en el sistema solar.
Júpiter 2026: laboratorio, no “cita secreta”
El acercamiento a Júpiter en marzo de 2026 es real y está calculado con gran precisión, pero no supone ninguna amenaza ni implica, por sí solo, intencionalidad. La trayectoria de 3I/ATLAS se ha refinado hasta diez veces gracias a observaciones desde Marte y otros puntos del sistema, lo que permite anticipar encuentros cercanos con varios planetas sin necesidad de invocar “pilotaje” externo.
Lo interesante para la ciencia es justo lo contrario: aprovechar ese paso por las inmediaciones de Júpiter para observar cómo interactúa un cometa interestelar con el entorno de un gigante gaseoso, qué nos cuenta de sus volátiles y qué pistas da sobre los materiales con los que se formaron sistemas planetarios mucho más antiguos que el nuestro.
¿Es 3I/ATLAS una nave espacial? Con los datos en la mano, la respuesta hoy es no: todo apunta a un cometa natural, aunque extraordinario. ¿Es un regalo científico irrepetible? Sin duda. Y ahí está quizá la mejor forma de mirar a este visitante: no como una amenaza o un mensaje oculto, sino como una cápsula del tiempo, una pieza de otro rompecabezas estelar que acaba de cruzarse, por unos meses, con nuestra historia.
