3I/ATLAS

3I/ATLAS y el jet que gira: el hallazgo español que cambia la física de cometas

El Two-meter Twin Telescope del Teide detecta un chorro de gas y polvo que rota con el núcleo, un patrón inusual en un visitante interestelar que obliga a reescribir modelos

Imagen capturada del cometa 3I/ATLAS mostrando su núcleo y la estructura observable desde el observatorio astronómico<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Cometa 3I/ATLAS mostrando su núcleo y la estructura observable desde el observatorio astronómico

El cometa 3I/ATLAS, un visitante interestelar —es decir, un cuerpo que llega desde fuera del Sistema Solar—, se ha convertido en uno de los objetos más observados del año por un motivo que va más allá del espectáculo. Apenas unos días después de su paso cercano, una campaña de seguimiento desde el Observatorio del Teide ha detectado un fenómeno extraordinario: un chorro concentrado de gas y polvo que emerge de la zona iluminada del núcleo y cambia de dirección de manera periódica, como si girara sincronizado con el propio cuerpo.
No es un detalle menor. La cola de un cometa suele obedecer una lógica clara: el viento solar y la radiación empujan partículas y gases, generando una estructura que apunta siempre en sentido contrario al Sol. En 3I/ATLAS, en cambio, el comportamiento recuerda más a un mecanismo “direccionable”: un jet localizado que se activa, se modula y rota, dibujando una firma que abre preguntas incómodas sobre la estructura interna y la composición de estos objetos procedentes de otras estrellas.
La consecuencia es evidente: 3I/ATLAS no solo “pasa” por nuestro vecindario, sino que deja una pista científica de primer orden sobre procesos primitivos, de esos que nacen antes de que existan planetas como los conocemos.

El Teide como laboratorio: dos meses de vigilancia milimétrica

El hallazgo no nace de una casualidad, sino de una campaña prolongada. Durante casi dos meses, entre julio y septiembre, especialistas siguieron la evolución de 3I/ATLAS con el Two-meter Twin Telescope (TTT) en el Teide. El valor de ese seguimiento es clave: en astronomía de objetos transitorios, la diferencia entre una anécdota visual y un patrón físico se decide con series temporales.

El TTT permitió detectar que, además de la cola típica, existía una estructura diferenciada: un chorro que no se comportaba como simple polvo arrastrado hacia atrás, sino como una emisión localizada desde el núcleo, visible en la zona iluminada y con cambios de orientación repetitivos. Es decir, no era una cola pasiva, sino una forma de actividad interna.

Este hecho revela una ventaja que pocas instalaciones pueden ofrecer: continuidad observacional con buena resolución. Un visitante interestelar se mueve rápido y su ventana útil es corta; cada noche de datos es oro. La ciencia aquí no está en la foto bonita, sino en el tiempo: la repetición.

Cola clásica frente a jet dirigido: por qué no es lo mismo

Para entender el impacto del hallazgo conviene aclarar qué es una cola “normal”. La cola de polvo y gas de un cometa se forma por partículas expulsadas del núcleo que, una vez fuera, quedan sometidas a la presión de radiación solar y al viento solar. Por eso la cola apunta siempre en dirección contraria al Sol. Esa geometría se explica desde hace décadas y funciona como un manual casi infalible.

El jet de 3I/ATLAS, sin embargo, introduce un matiz decisivo. No es una “sombra” del viento solar. Es un chorro concentrado que parece salir de un punto o región concreta del núcleo y que no permanece estático: cambia de dirección como si fuera un brazo que gira con el propio cuerpo. De ahí el carácter casi “mecánico” que sugieren algunas descripciones: no porque haya ingeniería, sino porque el patrón parece obedecer a una regla interna y no a una simple fuerza externa.

La consecuencia es clara: el núcleo no está liberando material de forma homogénea. Está actuando a través de zonas activas con comportamiento cíclico, y eso obliga a modelar el cometa como un objeto heterogéneo, con una “geografía” interna más compleja.

3I_ATLAS - December 5th, 2025 Via — Michael Jager
3I_ATLAS - December 5th, 2025 Via — Michael Jager

Rotación sincronizada: la pista de un núcleo con cicatrices

Que el jet rote con el núcleo apunta a una explicación física plausible: el cometa tendría una o varias regiones activas (fracturas, pozos, depósitos de volátiles) que, al quedar expuestas al Sol durante la rotación, liberan gas y arrastran polvo. Cuando esa región gira hacia la sombra, la actividad baja. Cuando vuelve a la iluminación, reaparece.

En términos prácticos, el jet se convierte en una herramienta para estimar el periodo de rotación del cometa y para inferir la distribución de volátiles. Si la emisión es muy localizada, sugiere depósitos de material más “fresco” o menos aislado en determinadas zonas, como si el núcleo tuviera capas y heridas: zonas selladas y zonas abiertas.

Esto encaja con una idea inquietante: un objeto interestelar puede haber pasado millones de años en frío extremo y, al entrar en un sistema estelar, reactivar por primera vez procesos de sublimación en regiones concretas. 3I/ATLAS sería así un fragmento de historia primitiva que, de golpe, se comporta como un experimento controlado por el Sol.

Qué dice esto sobre cometas de otras estrellas

Comparar 3I/ATLAS con cometas “autóctonos” del Sistema Solar es tentador y, a la vez, peligroso. Tentador porque ofrece un espejo: ¿se forman igual los cometas en otros sistemas? ¿Tienen las mismas mezclas de hielo, polvo y compuestos orgánicos? Peligroso porque un objeto interestelar llega con una historia dinámica distinta: pudo sufrir colisiones, calentamientos episódicos o eyecciones violentas antes de ser expulsado de su sistema de origen.

Aun así, el jet rotatorio sugiere que estos visitantes podrían tener estructuras internas muy heterogéneas. Si en nuestro Sistema Solar muchos cometas muestran jets irregulares, 3I/ATLAS aporta una variante: un chorro bien definido y periódicamente modulable, lo que podría indicar un núcleo con menos fuentes activas pero más intensas, o con una distribución de volátiles particularmente concentrada.

El contraste con otros cometas resulta demoledor porque abre una puerta: quizá el “cometa típico” es una categoría demasiado terrestre. Fuera de casa, los cometas pueden ser más extremos, más asimétricos y menos previsibles. Y eso cambia nuestra forma de entender la formación planetaria: no todos los discos protoplanetarios generan los mismos residuos.

C/2014 UN271: el gigante silencioso que eclipsa a 3I/ATLAS camino al Sol
C/2014 UN271: el gigante silencioso que eclipsa a 3I/ATLAS camino al Sol

Los datos que importan: tiempo, periodicidad y dirección

Más allá del relato, lo que vuelve valioso el hallazgo es la posibilidad de cuantificarlo. Un jet que cambia de dirección periódicamente permite medir —aunque sea con incertidumbre— parámetros críticos:

  • Periodo de rotación en el rango de varias horas.

  • Variación de orientación del chorro en un arco apreciable, del orden de decenas de grados a lo largo de una noche.

  • Persistencia del patrón durante semanas, lo que sugiere que no es un evento puntual, sino una característica estable del núcleo en ese tramo de órbita.

Estos números, incluso aproximados, son oro para la modelización. Permiten simular cómo la radiación solar activa regiones específicas, cómo se distribuye el momento angular y si la actividad puede provocar pequeñas aceleraciones no gravitatorias. Porque aquí está el punto: un jet no solo describe belleza; también puede alterar trayectoria. Y en objetos interestelares, cualquier desviación mínima se traduce en enormes diferencias de posición en pocos días.

El futuro de la observación: del espectáculo al protocolo de respuesta rápida

3I/ATLAS subraya una necesidad estratégica: protocolos de observación rápida para visitantes interestelares. Si la detección de estos objetos se vuelve más frecuente con nuevos telescopios de barrido, el reto será reaccionar en horas: coordinar observatorios, asignar tiempo de telescopio, ajustar efemérides y construir series temporales antes de que el objeto se aleje.

El Teide ha demostrado aquí una ventaja competitiva: capacidad de seguimiento y continuidad. Pero el siguiente salto exige aún más: espectroscopía para identificar composición, seguimiento multibanda para separar polvo de gas, y colaboración con redes internacionales para cubrir ventanas horarias. En ciencia de transitorios, el mundo se divide entre quien llega primero y quien llega tarde.

3I/ATLAS, además, deja una lección de método: cuando aparece un patrón raro, la respuesta no es el titular fácil, sino la repetición: observar, comparar, medir, modelar. El cosmos no se entiende con una noche; se entiende con un calendario.

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