¿Cometa o algo más? El “latido” del 3I/ATLAS reabre el debate sobre visitantes interestelares
El cometa interestelar 3I/ATLAS cambia su brillo cada 16,16 horas, un fenómeno que intriga a científicos como Avi Loeb. Este patrón podría ser producto de jets de gas del núcleo o, más especulativamente, señales de un origen artificial. La comunidad científica continúa estudiando sus anomalías en busca de respuestas.
El descubrimiento del cometa interestelar 3I/ATLAS ha encendido una discusión intensa en la comunidad científica. Detectado en 2025 por el sistema ATLAS desde Chile, este visitante procedente de fuera del Sistema Solar no se comporta como un cometa “típico”. Su brillo late con la precisión de un reloj y su trayectoria parece desafiar las explicaciones puramente gravitacionales. ¿Estamos ante un fenómeno insólito pero natural, o hay razones para pensar en algo diseñado?
Un latido cósmico cada 16 horas
Lo que más desconcierta a los astrónomos es el patrón de luminosidad de 3I/ATLAS. El cometa muestra cambios de brillo cada 16,16 horas con una regularidad milimétrica. Avi Loeb y otros investigadores han descrito este comportamiento como una especie de “latido”, un pulso que se repite una y otra vez como si el objeto tuviera su propio reloj interno.
Las observaciones apuntan a que este “latido” estaría vinculado a la expulsión periódica de chorros de gas y polvo desde el núcleo. Estos jets, al activarse y apagarse de manera rítmica, modulan el brillo del cometa y generan pequeñas aceleraciones adicionales que complican el cálculo de su órbita si solo se tienen en cuenta las fuerzas gravitatorias clásicas.
En otras palabras: 3I/ATLAS no solo brilla de forma extraña, también se mueve de forma sutilmente “caprichosa”.
¿Objeto natural o diseño inteligente?
La explicación predominante entre los científicos sigue siendo conservadora: 3I/ATLAS sería un cometa natural con una configuración interna poco común, quizás con zonas activas muy bien definidas que se encienden y apagan en ciclos regulares.
Sin embargo, el comportamiento tan preciso del brillo y las aceleraciones no gravitatorias han alimentado hipótesis más audaces. Algunos se preguntan si podría tratarse de una estructura artificial, una especie de sonda o artefacto interestelar construido por una civilización avanzada.
Estas teorías, aunque minoritarias, no surgen de la nada: llegan tras años de debate sobre otros objetos interestelares, como ‘Oumuamua, y encajan en una corriente de pensamiento que invita a no descartar de entrada los escenarios tecnológicos. Aun así, por ahora no existe evidencia concluyente que permita afirmar que 3I/ATLAS sea algo más que un cometa raro.
Un laboratorio natural para la ciencia de los visitantes interestelares
Más allá de la especulación, 3I/ATLAS ofrece una oportunidad única para la astrofísica moderna. Su comportamiento obliga a refinar los modelos sobre la actividad cometaria, la interacción de los jets con la dinámica del cuerpo y la forma en que los objetos interestelares responden a la radiación solar.
Comprender bien este caso puede ayudarnos a:
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Distinguir mejor entre señales naturales y posibles anomalías.
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Mejorar las técnicas de seguimiento de objetos que cruzan fugazmente el Sistema Solar.
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Preparar futuras misiones que puedan estudiar de cerca estos visitantes.
Cada nueva medición de su brillo, cada ajuste en su órbita, añade una pieza al rompecabezas y sirve para construir un mapa más preciso de lo que puede encontrarse entre las estrellas.
Lo que viene: más ojos sobre 3I/ATLAS
Por ahora, la consigna en la comunidad científica es clara: observar, medir y no precipitar conclusiones. Los telescopios seguirán apuntando a 3I/ATLAS mientras sea visible, registrando sus pulsos de luz y sus desviaciones de trayectoria con el máximo detalle.
¿Veremos más objetos con “latidos” tan regulares? ¿Resultará que 3I/ATLAS es solo un ejemplo extremo de procesos naturales que aún no comprendemos del todo? ¿O será, con el tiempo, el caso que obligue a replantear ciertos límites de lo que consideramos posible?
Sea cual sea la respuesta final, este cometa ya ha dejado su marca: nos recuerda que el universo sigue teniendo preguntas incómodas y que, a veces, un simple parpadeo de luz puede reavivar los debates más profundos sobre nuestra posición en el cosmos.

