3I/ATLAS

Astrofísico Avi Loeb (Harvard) advierte sobre aceleración “no gravitacional” del objeto interestelar 3I/ATLAS y sugiere posible origen tecnológico

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El astrofísico Avi Loeb revela que un objeto interestelar llamado 3I/ATLAS muestra una extraña aceleración no gravitacional que podría indicar la presencia de tecnología alienígena, ¿qué secretos esconde? 

El astrofísico de Harvard Avi Loeb ha lanzado una afirmación que ha despertado un intenso debate en la comunidad científica: según él, el objeto interestelar 3I/ATLAS presenta indicios de aceleración no gravitacional, lo que implicaría que hay fuerzas adicionales —más allá de la gravedad solar— alterando su trayectoria. Según explicó durante una entrevista en el programa Elizabeth Vargas Reports, “Hace unas horas se indicó la primera pista de aceleración no gravitacional… lo que significa que algo está afectando su trayectoria más allá de la gravedad”. Loeb realizó esta afirmación en el minuto 2:39 de la conversación, justo antes de que la presentadora le dijera que volverían a hablar cuando la NASA publicara las imágenes de alta resolución que, según él, fueron tomadas el 2 de octubre.

El objeto 3I/ATLAS es el tercer objeto interestelar confirmado en atravesar nuestro sistema solar, tras 1I/ʻOumuamua en 2017 y 2I/Borisov en 2019. Desde su descubrimiento el 1 de julio de 2025, su comportamiento ha generado especial atención por su trayectoria hiperbólica y su movimiento inusual. Loeb sostiene que si estas anomalías se confirman, podrían indicar que 3I/ATLAS no es un cometa convencional, sino una posible forma de tecnología extraterrestre. En su artículo “Testing the Nature of 3I/ATLAS by Its Non-Gravitational Acceleration”, publicado en Medium, el astrofísico argumenta que la falta de una aceleración explicable por desgasificación, o la presencia de una aceleración inesperada, podría implicar la existencia de un mecanismo propulsivo o controlado.

Para entender la magnitud de esta afirmación, conviene aclarar qué se entiende por aceleración no gravitacional. En los cometas, es habitual observar ligeros empujes adicionales causados por la expulsión de gas y polvo cuando se acercan al Sol. Este fenómeno, conocido como efecto cohete, modifica su trayectoria. Sin embargo, los cálculos de Loeb, basados en más de 4000 observaciones de 227 estaciones, sugieren que la aceleración residual de 3I/ATLAS no se corresponde con ese tipo de comportamiento. Según los análisis, la aceleración no gravitacional detectada sería extremadamente pequeña, menos de unos 15 metros por día cuadrado, lo que podría indicar que el objeto es mucho más masivo o de naturaleza distinta a la de un cometa típico. En otro artículo titulado “The Gravity of 3I/ATLAS”, Loeb estima que el cuerpo podría tener un diámetro de unos cinco kilómetros, significativamente mayor que el de los anteriores objetos interestelares detectados, y con un núcleo denso que explicaría su comportamiento.

El investigador va más allá. En su trabajo “Is the Interstellar Object 3I/ATLAS Alien Technology?”, publicado junto con otros autores, plantea la hipótesis de que el objeto podría ser una sonda enviada por una civilización extraterrestre. Entre los argumentos que expone, menciona la precisión de su trayectoria, que se acerca a Venus, Marte y Júpiter con una probabilidad extremadamente baja si fuera aleatoria, su tamaño inusual y la posibilidad de maniobras detrás del Sol, donde la observación terrestre es más limitada. Aunque Loeb admite que la explicación más simple es que se trate de un cometa natural, insiste en que mantener la mente abierta es fundamental para el avance de la ciencia. En sus palabras, “la política del día no debería sabotear la ciencia. Tienen los datos. Deberían compartirlos con los científicos”.

Las reacciones no se hicieron esperar. Desde la NASA, se ha asegurado que no hay evidencia de que 3I/ATLAS sea de origen artificial ni que represente amenaza alguna para la Tierra. Sin embargo, la agencia no ha publicado aún las imágenes que Loeb reclama, lo que ha alimentado la polémica. Algunos investigadores consideran que el enfoque del astrofísico es demasiado especulativo. Varios científicos, entre ellos el profesor Jason Wright de la Universidad Estatal de Pensilvania, han señalado que las estimaciones de Loeb podrían estar basadas en interpretaciones erróneas de los datos disponibles y que no hay pruebas sólidas de que la aceleración observada sea distinta a las que presentan otros cometas con características similares.

Un artículo reciente en IFLScience apunta a que la aceleración no gravitacional medida es tan pequeña que, de existir, implicaría un núcleo con una masa enorme, capaz de resistir los empujes que sí alteran la trayectoria de cuerpos menos densos. Otros análisis, como el de la publicación científica ArXiv bajo el título “Upper Limit on the Non-Gravitational Acceleration and Lower Limits on the Nucleus Mass and Diameter of 3I/ATLAS”, refuerzan esta idea y sugieren que aún no existen datos concluyentes que respalden un origen artificial.

Para Loeb, sin embargo, la cuestión es más de método que de fe. Defiende que la comunidad científica debe investigar todas las hipótesis plausibles con datos abiertos y sin prejuicios. En este sentido, ha solicitado públicamente que la NASA comparta las imágenes de alta resolución captadas a principios de octubre, que, en su opinión, podrían aportar pruebas definitivas sobre la naturaleza del objeto. Su insistencia no es nueva: en 2017, cuando propuso que ʻOumuamua podría haber sido un artefacto interestelar fabricado, recibió una oleada de críticas, pero también revitalizó el debate sobre la búsqueda de inteligencia extraterrestre desde una perspectiva académica.

El caso de 3I/ATLAS tiene además implicaciones que van más allá del misterio de su origen. Representa un reto para la astronomía moderna: entender cómo se comportan los cuerpos interestelares, qué materiales los componen y cómo interaccionan con el sistema solar. Si las observaciones futuras confirman que existen aceleraciones no explicables por la física conocida, podría abrir la puerta a nuevas teorías sobre los mecanismos naturales —o artificiales— que influyen en estos visitantes cósmicos.

Aun si las conclusiones de Loeb resultan ser erróneas, el valor científico de su postura radica en cuestionar lo establecido y promover una discusión basada en datos. La historia de la ciencia está llena de descubrimientos que comenzaron con preguntas incómodas. En palabras del propio astrofísico: “Prefiero equivocarme explorando lo desconocido que tener razón repitiendo lo evidente”.

Por ahora, la NASA mantiene silencio sobre las imágenes y los análisis en curso. El perihelio de 3I/ATLAS, previsto para finales de octubre, ofrecerá una nueva oportunidad para observar su comportamiento y recopilar datos más precisos. Mientras tanto, el debate continúa en publicaciones especializadas, foros científicos y redes sociales, donde cada nuevo dato reaviva el eterno dilema entre el escepticismo y la posibilidad de que, quizás, algo más que simples rocas viaja por nuestro vecindario estelar.