Choque entre EE.UU. y Europa por el uso de activos rusos congelados para financiar a Ucrania
La propuesta europea de utilizar miles de millones en activos rusos congelados como garantía de un préstamo a Ucrania se topa con la resistencia de Washington y divide a la Unión Europea, mientras Kiev espera una vía de financiación urgente para sostener su esfuerzo bélico y su reconstrucción.
La tensión entre Estados Unidos y varios países europeos ha escalado en un momento crítico para la financiación de Ucrania. Bruselas estudia un plan para emplear activos rusos congelados como aval de un gran préstamo destinado a Kiev, pero Washington presiona para frenarlo y reservar ese dinero para eventuales negociaciones de paz. El pulso no solo compromete la liquidez inmediata para el Gobierno ucraniano, sino que expone las grietas en la estrategia occidental frente a Moscú y abre una brecha entre aliados que, sobre el papel, comparten el mismo objetivo: contener a Vladímir Putin.
Mientras tanto, Kiev observa con creciente inquietud cómo el debate entre sus principales socios se convierte en una pugna de liderazgo y cálculo geopolítico, más que en una respuesta rápida a sus necesidades urgentes de financiación.
La presión de Washington y la sombra de Trump
Estados Unidos mantiene una postura reticente ante el plan europeo. Bajo la impronta política del expresidente Donald Trump, Washington defiende que los activos rusos congelados deben preservarse como instrumento de presión para futuras negociaciones o acuerdos de paz, en lugar de destinarse ahora como garantía de préstamos masivos.
El mensaje es claro: ese capital, fruto de las sanciones impuestas a Rusia, no debería utilizarse sin contemplar su valor estratégico a largo plazo. Esta postura contrasta con el hecho de que la ayuda financiera estadounidense a Ucrania se ha reducido de forma notable, lo que ha desplazado el peso de la carga económica hacia Europa.
En la práctica, la estrategia de Trump y su entorno apunta a mantener a Rusia bajo presión financiera constante, sin permitir que Europa saque un rédito político excesivo de la gestión de esos activos ni que se canalicen rápidamente fondos que puedan resultar diplomáticamente controvertidos.
Bélgica frente a Alemania: fractura dentro de la UE
La división no es solo transatlántica: también atraviesa a la propia Unión Europea. Bélgica, país que custodia una parte considerable de los activos rusos congelados, ha levantado un veto firme a su utilización como garantía para el préstamo. El Gobierno belga teme represalias legales y económicas por parte de Rusia, así como posibles demandas en tribunales internacionales o tensiones con otros socios comerciales.
Esta cautela refleja el equilibrio delicado con el que la diplomacia europea intenta gestionar la guerra: sancionar a Moscú sin cruzar umbrales que consideren irreversibles o excesivamente arriesgados.
En un frente opuesto, Alemania se ha mostrado mucho más proactiva. Berlín insiste en desbloquear el uso de esos activos para respaldar un préstamo de 90.000 millones de euros orientado directamente a apoyar a la población ucraniana, financiar la defensa y sostener los servicios básicos del Estado. Es una apuesta por dar una respuesta rápida y tangible, aun a costa de asumir un conflicto diplomático más intenso con Rusia.
Esta colisión de enfoques se perfilará con mayor nitidez en la próxima cumbre de Bruselas, donde los Estados miembros deberán decidir hasta qué punto están dispuestos a convertir esos fondos en un pilar financiero del apoyo a Kiev.
En medio de la disputa, Ucrania encara un escenario cada vez más complejo. La financiación inmediata que podría desbloquearse mediante el uso de activos rusos congelados es esencial para sostener tanto el frente militar como la reconstrucción de infraestructuras, el pago de salarios públicos y el funcionamiento cotidiano del Estado.
Cada retraso en la toma de decisiones se traduce en incertidumbre presupuestaria y en una mayor dependencia de ayudas fragmentadas o acuerdos bilaterales. Desde Kiev, la sensación es que la pugna entre Estados Unidos y Europa antepone estrategias de liderazgo y cálculo geopolítico a las necesidades urgentes de un país en guerra.
La pregunta es hasta qué punto la fractura entre aliados puede debilitar el frente común frente a Rusia y enviar a Moscú la señal de que el bloque occidental no es tan cohesionado como afirma ser.
Un pulso por el liderazgo occidental frente a Putin
Lo que está en juego va más allá de un préstamo o de la gestión técnica de activos congelados. El debate apunta al modelo de liderazgo occidental frente a Putin:
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¿Quién marcará las reglas de la presión económica sobre Rusia?
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¿Se primará el uso inmediato de recursos para apoyar a Ucrania o se reservarán como moneda de cambio en futuras negociaciones?
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¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Occidente en la reinterpretación del derecho internacional de sanciones y propiedad?
En este contexto, la cumbre de Bruselas se perfila como un termómetro de la cohesión euroatlántica. Una decisión dividida o dilatada en el tiempo podría reforzar el relato ruso de un Occidente cansado y fracturado, mientras que un acuerdo sólido enviaría un mensaje contrario: el de una alianza capaz de coordinar sanciones, recursos y objetivos políticos pese a sus discrepancias internas.
Economía, guerra y tablero en movimiento
La guerra en Ucrania es, cada vez más, un tablero híbrido en el que la economía y las sanciones juegan un papel tan determinante como los movimientos sobre el terreno. La manera en que se utilicen —o no— los activos rusos congelados pesará tanto en el resultado del conflicto como en la forma en que se siente el precedente para futuras crisis internacionales.
Las decisiones que se tomen en las próximas semanas no solo definirán el margen financiero de Ucrania, sino también el mensaje que se transmite a otras potencias sobre el coste real de la agresión y las reglas de juego de un orden internacional ya tensionado.
Mientras tanto, el mundo observa atento cómo las tensiones entre aliados occidentales pueden terminar teniendo un impacto mucho más profundo que una simple línea en una hoja de cálculo: pueden influir en la duración del conflicto, en la capacidad de resistencia de Ucrania y en la credibilidad de Occidente frente a Moscú y frente al resto del planeta.

