“Un cadáver llamado Europa”: analistas ven a EE.UU. girar hacia Rusia para frenar a China
Analistas internacionales disecan las tensiones actuales entre Estados Unidos y Europa, evidenciando un cambio estratégico que involucra una posible alianza ruso-estadounidense, el distanciamiento con la OTAN y un reordenamiento global de poder ante el auge de China.
La relación entre Estados Unidos y Europa vuelve a estar en el centro del tablero. Mientras el proyecto de ley presentado por el congresista Thomas Massie remueve aguas dentro del Partido Republicano, el analista James Levy-Newman sostiene que en Washington ya se debate, abiertamente, una idea que hasta hace poco habría parecido impensable: buscar una alianza estratégica con Rusia para contener el ascenso de China.
Sobre esta base, voces como las de Paco Arnau y Armando Jiménez matizan el panorama y describen un desacople real entre EE. UU. y la Unión Europea que ya estaría en marcha.
Europa, de aliado histórico a “cadáver” que lastra a Washington
Levy-Newman no se esconde: define a Europa como un “cadáver” económico y político que puede arrastrar a Estados Unidos si sigue enganchado a la actual estrategia de confrontación y retórica bélica con Moscú.
En su visión, Rusia deja de ser el enemigo sistémico para convertirse en un socio potencial clave en recursos energéticos, materias primas y profundidad estratégica, especialmente si Washington quiere mantener su supremacía frente a China en las próximas décadas.
Lo paradójico, apunta, es que el principal obstáculo para este giro no sería el Kremlin, sino Bruselas: una Europa aferrada a un discurso de Guerra Fría que ya no encaja con las prioridades reales de la Casa Blanca.
Una nueva doctrina de seguridad: evitar una guerra con Rusia… por China
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de EE. UU., que circula en círculos oficiales, dibuja un escenario inquietante para Europa:
– se la relega de la categoría de “aliado indispensable”,
– se subraya la deriva en libertades civiles y propaganda bélica,
– y se insiste en que los riesgos para EE. UU. vienen tanto de adversarios externos como de socios que empujan hacia un choque directo con Rusia.
Según Levy-Newman, Washington quiere evitar a toda costa que una escalada europea con Moscú arrastre a Estados Unidos a un conflicto que distraiga el foco central: China.
El mensaje entre líneas: Europa puede seguir hablando de guerra, pero el ejército y el dinero estadounidense ya no estarán automáticamente disponibles como antes.
El desacople real: EE. UU. mira al hemisferio occidental
Paco Arnau introduce un matiz clave: no es probable que EE. UU. rompa formalmente con la OTAN en el corto plazo, pero sí hay un desacople “de facto” que ya se nota en prioridades, despliegues y retórica.
Washington reorienta su mirada al hemisferio occidental: América del Norte y Latina como eje de seguridad y suministro, mientras Europa pasa de eje central a flanco problemático.
Eso sí, Arnau desmonta la idea de que Rusia vaya a girar de nuevo hacia Occidente. El Kremlin, dice, aprendió la lección de los años 90 y no tiene intención de volver a depender de Washington o Bruselas; su apuesta estratégica es clara: alineamiento con China y participación activa en un bloque euroasiático emergente.
Resultado: EE. UU. querría, en teoría, acercarse a Rusia para contrapesar a Pekín, pero se encuentra con una Moscú atrincherada en el eje sino-ruso.
La economía sobre el “cadáver europeo”
Arnau recurre a una imagen brutal: la economía estadounidense, consciente de que pierde hegemonía relativa, intenta sostener su crecimiento “sobre el cadáver de Europa”, replicando el modelo pos-Segunda Guerra Mundial, cuando el auge de EE. UU. se cimentó sobre la destrucción y reconstrucción del Viejo Continente.
Hoy, la fórmula sería distinta, pero la lógica similar:
– presión para que Europa compre más armamento estadounidense,
– dependencia estructural del gas y la tecnología made in USA,
– y una agenda regulatoria y fiscal que debilita la competitividad europea mientras fortalece la de sus competidores.
La metáfora es cruda, pero subraya una realidad: la supuesta “unidad occidental” convive con una pugna silenciosa por quién paga los costes de la transición al nuevo orden multipolar.
¿Trump puede usar la OTAN como arma política?
Armando Jiménez introduce el factor interno: la economía estadounidense sigue duplicando en tamaño a la europea y domina sectores clave como la inteligencia artificial, los semiconductores y las grandes plataformas tecnológicas.
En ese contexto, advierte, un Trump fortalecido podría utilizar la amenaza de abandono de la OTAN como herramienta de presión extrema sobre Europa:
– exigir más gasto militar bajo estándares estadounidenses,
– condicionar acuerdos comerciales y tecnológicos,
– y forzar a la UE a alinearse en su agenda frente a China y Rusia bajo amenaza de “quedarse sola”.
Jiménez pone el foco también en Emmanuel Macron, al que señala como un elemento desestabilizador desde la óptica de Washington: el presidente francés empuja su propia agenda nuclear y estratégica, dificultando los intentos de EE.UU. de pactar marcos de no agresión y reducción armamentística con Rusia.
¿Un futuro sin Europa para Estados Unidos?
La gran pregunta queda flotando: ¿puede la Unión Europea sostenerse sola frente a un EE.UU. replegado hacia su hemisferio y un bloque Rusia–China en consolidación?
Las respuestas divergen, pero el consenso de estos analistas apunta a un mismo diagnóstico:
– el desacople ya ha empezado,
– Europa llega tarde a la cita con su propia autonomía estratégica,
– y Washington está dispuesto a redefinir prioridades aunque eso suponga dejar al Viejo Continente en un segundo plano.
De fondo, un aviso que resuena: si Europa no se reinventa rápido —en defensa, energía, tecnología y gobernanza— corre el riesgo de pasar de ser actor a convertirse en escenario, sobre el que otros deciden, negocian y reparten poder.

