Guerra híbrida, ciberseguridad y el coste oculto para Europa

MI6 enciende las alarmas: el “caos exportado” de Rusia ya no es un rumor… es el nuevo tablero

La jefa del MI6, Blaise Metreweli, pone nombre a una sensación que lleva meses creciendo en Europa: Rusia no improvisa cuando desestabiliza. Lo hace como método. Y su aviso llega con un matiz clave para gobiernos, empresas y mercados: la “línea de frente” ya no está solo en Ucrania, está en infraestructuras críticas, aeropuertos, redes, cadenas de suministro y, sobre todo, en el terreno de la información.

EPA/FACUNDO ARRIZABALAGA
EPA/FACUNDO ARRIZABALAGA

“No es un fallo: es el sistema”

La frase con la que Metreweli pretende marcar su primer gran mensaje público como directora del Servicio Secreto de Inteligencia británico (MI6) es deliberadamente incómoda: la “exportación de caos” sería una característica —no un error— del enfoque ruso en su proyección internacional. Dicho de otro modo: no hablamos de incidentes aislados que se “corrigen” con diplomacia, sino de una estrategia diseñada para desgastar a las democracias, elevar el coste de gobernar y forzar decisiones bajo presión.

El mensaje lleva implícita una advertencia política de largo recorrido: esto no se resuelve con una semana de titulares, sino con una preparación sostenida. Y, sobre todo, con una lectura realista de la intención del adversario.

La “línea de frente” ya está en casa

Metreweli plantea que vivimos una “era de incertidumbre” en la que el frente se expande a lo cotidiano. En la práctica, ese frente se expresa en sabotajes, interferencias, campañas de influencia y ataques que buscan algo muy concreto: inestabilidad. No hace falta un gran golpe si se consiguen cien pequeñas disrupciones que erosionen la confianza, polaricen a la sociedad y encarezcan la actividad económica.

Para el tejido empresarial, el impacto deja de ser teórico y se vuelve operativo: interrupciones logísticas, incidentes en proveedores, robo de información, suplantación de identidades, extorsión digital y un aumento continuo del gasto en protección. Para los mercados, el resultado es un entorno donde la prima de riesgo no depende solo de tipos, inflación o resultados, sino de la capacidad de un país —o de una región— para resistir presiones híbridas.

Inteligencia en 2025: menos gabardina, más código

Hay un punto especialmente revelador: Metreweli insiste en que el MI6 debe integrar la tecnología en todo lo que hace y formar a su personal para operar en un mundo donde la información y la infraestructura digital son objetivos estratégicos. No es una cuestión de modernización estética; es un cambio de modelo. Si el conflicto se libra en parte en redes, datos y sistemas, la inteligencia necesita perfiles capaces de moverse con soltura en ese terreno.

El subtexto es claro: la seguridad nacional y la seguridad corporativa se acercan más que nunca. Y en ese cruce, la ciberresiliencia deja de ser “IT” para convertirse en gobernanza, continuidad de negocio y reputación.

Ucrania como línea roja: “el apoyo es duradero”

Metreweli también refuerza un mensaje político directo hacia Moscú: el respaldo del Reino Unido a Ucrania será “enduring” y la presión se mantendrá “en nombre de Ucrania”. La frase tiene una intención evidente: desactivar la apuesta por el desgaste occidental y señalar que la ventana de tiempo no juega automáticamente a favor de Putin.

En un contexto donde se multiplican las conversaciones, los tanteos diplomáticos y la presión internacional para explorar salidas, Londres busca fijar un marco: el cálculo de Putin debe cambiar. Y, según la lógica del discurso, ese cambio no llega con gestos, sino con una combinación de resiliencia interna, capacidades tecnológicas, coordinación aliada y presión sostenida.

El aviso que Europa no puede ignorar

El valor del mensaje no está solo en la denuncia, sino en su traducción práctica: Europa debe asumir que el riesgo ya no es episódico, sino estructural. Y eso exige algo más que reacciones puntuales cuando salta una alerta. Exige preparación, comunicación pública efectiva y cooperación real entre Estados y sectores críticos.

La conclusión es incómoda, pero útil: si el caos se exporta como estrategia, la respuesta no puede ser la improvisación. Debe ser la capacidad de aguantar, adaptarse y seguir funcionando. Porque en esta partida, el objetivo del adversario no siempre es ganar en un día. A veces, basta con que los demás se cansen.

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