Netanyahu estudia la anexión total de Gaza mientras crece la división interna e internacional
La Franja de Gaza vuelve a situarse en el centro del tablero geopolítico. Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, ha convocado un gabinete de seguridad para debatir un paso tan simbólico como estratégico: la anexión completa del territorio palestino, en un momento en el que las críticas internas y externas crecen en paralelo.
El debate en torno a esta posible anexión no es nuevo, pero nunca había estado tan cerca de materializarse. Fuentes cercanas al gobierno israelí señalan que el escenario está sobre la mesa con más fuerza que nunca. La decisión, sin embargo, arrastra consigo profundas implicaciones estratégicas, políticas y éticas.
Desde el punto de vista militar, expertos consultados por Negocios TV coinciden en que Israel ya ha logrado degradar significativamente las capacidades de Hamás y sus aliados regionales. Sin embargo, ocupar Gaza implicaría mantener decenas de miles de soldados de forma permanente en un entorno urbano hostil, expuestos a una resistencia constante.
Pero los costes no son solo logísticos. La pregunta central sigue sin respuesta: ¿qué ocurrirá con los más de dos millones de palestinos que habitan en la Franja? Si no se les otorga ciudadanía plena, pasarán a ser, de facto, una población ocupada sin derechos políticos, lo que agudizaría las tensiones internas y aislaría aún más a Israel en el plano internacional.
Dentro del propio Israel, altos mandos militares han mostrado su desacuerdo. A nivel diplomático, tanto en el seno de la Unión Europea como en sectores del Partido Republicano estadounidense, se empiezan a oír voces que alertan sobre los riesgos de esta decisión. El apoyo incondicional a Israel podría no ser eterno si la ocupación deriva en lo que muchos ya califican como una limpieza étnica encubierta.
Mientras tanto, figuras como Donald Trump se desmarcan de cualquier presión real sobre Netanyahu. El expresidente ha afirmado que “esto dependerá de Israel”, evitando criticar la posible anexión. Las palabras, o la falta de ellas, reflejan un patrón de permisividad que contrasta con la gravedad de la situación humanitaria en Gaza.
La comunidad internacional, por su parte, mantiene una posición ambigua. Condena la violencia, pero sigue permitiendo el comercio de armas y las alianzas estratégicas. Como apuntan analistas de la región, “sin una acción decidida por parte de Occidente, el futuro de Gaza se decidirá sin los palestinos y sin freno alguno”.
Netanyahu sabe que un movimiento como este puede reforzar su posición en el Knesset y entre los sectores más radicales de su gobierno, pero también puede dinamitar la estabilidad a largo plazo de Israel. En una región donde cada paso tiene ecos globales, la ocupación de Gaza no es solo un asunto local: es una prueba decisiva para el orden internacional.