Beneficio Nuclear

Eduardo Olier alerta: Rusia consolida la economía de guerra y desnuda la debilidad militar de Europa

El experto en defensa y geopolítica advierte de que Moscú ya opera en “modo guerra total”, mientras la Unión Europea, con “ejércitos bonsái”, sigue sin capacidad real de disuasión sin el paraguas de Estados Unidos.

Eduardo Olier durante su entrevista en Negocios TV hablando sobre la geopolítica entre Rusia, Europa y Estados Unidos.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Eduardo Olier durante su entrevista en Negocios TV hablando sobre la geopolítica entre Rusia, Europa y Estados Unidos.

En un escenario internacional marcado por la confrontación y la polarización, el analista y experto en geopolítica Eduardo Olier ofrece un diagnóstico tan incómodo como contundente: Rusia ha consolidado una auténtica economía de guerra, mientras Europa carece de músculo militar para responder de forma autónoma al desafío del Kremlin. La combinación, según su lectura, dibuja un mapa en el que el continente europeo se ve atrapado entre un Moscú nuclearmente reforzado y un Washington que actúa según sus propios intereses estratégicos, especialmente bajo el influjo de figuras como Donald Trump.

Rusia, atrapada —y cómoda— en la economía de guerra

Olier se muestra abiertamente escéptico ante ideas como una “tregua energética” o soluciones parciales al conflicto entre Rusia y Ucrania. A su juicio, el hecho de que el Kremlin destine alrededor del 40% del gasto público a defensa evidencia que Moscú ha asumido la guerra como estado permanente, no como una crisis transitoria.

En este contexto, hablar de concesiones territoriales o de salidas intermedias se vuelve, según el experto, poco realista. Rusia habría diseñado su estructura económica para resistir un conflicto prolongado, absorbiendo sanciones y reorientando recursos con un objetivo central: mantener sus conquistas en el frente ucraniano “a cualquier precio”.

La pregunta que deja en el aire es incómoda para Occidente: ¿cómo negociar con un actor que ha convertido la guerra en pilar estructural de su sistema económico y político? Sin un cambio profundo en la estrategia occidental, la “salida pactada” parece, en palabras de Olier, un horizonte cada vez más lejano.

Europa y sus “ejércitos bonsái”

La otra mitad del diagnóstico se centra en la Unión Europea. Olier no suaviza el lenguaje y califica a las fuerzas armadas europeas como “ejércitos bonsái”: estructuralmente complejas, pero pequeñas y limitadas para cualquier enfrentamiento de alta intensidad frente a una potencia nuclear como Rusia.

Sin el paraguas militar de Estados Unidos, la capacidad de disuasión europea sería, según el analista, insuficiente. Esto abre un debate incómodo para Bruselas y para las capitales europeas: ¿puede la UE aspirar a una verdadera autonomía estratégica en defensa o está condenada a seguir siendo un actor subordinado en materia de seguridad?

Olier añade otro elemento crítico: el riesgo de sobrecargar el flanco este —desde el Báltico hasta el Mar Negro— en detrimento del flanco sur, donde regiones como el Sahel y buena parte de África concentran amenazas crecientes, desde el terrorismo hasta la inestabilidad política y migratoria. Para países como España, con intereses estratégicos en el norte de África y en el Sahel, este desequilibrio no es teórico: afecta directamente a su seguridad nacional.

Estados Unidos, Trump y el cálculo frío hacia Rusia y la UE

En el tablero global que describe Olier, Estados Unidos juega su propia partida. El acercamiento de Donald Trump a Vladímir Putin no sería un gesto improvisado, sino la expresión de una visión muy pragmática: Rusia es una potencia nuclear consolidada, mientras que Europa, fragmentada y con escasa capacidad militar, no puede ejercer una resistencia efectiva a corto plazo.

Bajo esa lógica, Washington habría optado por mantener canales de diálogo con Moscú y utilizar a la UE más como soporte político y económico que como socio militar de primer nivel. La Unión queda así, en el relato de Olier, en posición de actor secundario, condicionada por decisiones que se toman a miles de kilómetros.

Este enfoque se proyecta también sobre otros escenarios, como Venezuela, donde la administración Trump priorizó la lucha contra el fentanilo y otras drogas sintéticas, interpretadas no sólo como un problema de salud pública sino como un instrumento geopolítico capaz de debilitar el tejido social estadounidense. Es la cara menos visible de la política exterior norteamericana: una mezcla de seguridad interior, rivalidad global y cálculo estratégico que va mucho más allá del ruido mediático.

Un continente entre la vulnerabilidad y la necesidad de reaccionar

Las advertencias de Eduardo Olier dibujan un panorama inquietante:

  • Una Rusia en economía de guerra, dispuesta a sostener el conflicto en el tiempo.

  • Una Europa militarmente disminuida, dependiente del respaldo de EE. UU. y con frentes abiertos en el este y en el sur.

  • Un Estados Unidos que ajusta sus alianzas y prioridades según su propio interés nacional, sin que la estabilidad europea sea siempre el eje central.

Para el experto, el futuro inmediato del continente dependerá de si la UE es capaz de rearmarse política y militarmente, definiendo una estrategia propia que supere la lógica de reacción constante a los movimientos de otros.

Mientras tanto, el conflicto en Ucrania, la presión en el Sahel y la pugna de influencias entre Washington, Moscú y Pekín seguirán marcando un tablero donde Europa, por ahora, juega más a la defensiva que a la ofensiva.

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