Orbán advierte que la adhesión de Ucrania a la UE “traerá la guerra”
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha lanzado una advertencia contundente: permitir que Ucrania se incorpore a la Unión Europea equivaldría a introducir el conflicto en suelo europeo. En una declaración que ha estremecido los corredores de Bruselas, subrayó que Hungría rechaza rotundamente esa posibilidad, aduciendo riesgos de seguridad y financieros. Su posicionamiento pone al descubierto la fractura entre aspiraciones de integración y percepciones de amenaza.
Viktor Orbán no se anduvo con medias tintas. En vísperas de una reunión del Consejo Europeo en Copenhague, afirmó que la adhesión de Ucrania a la Unión Europea implicaría que “la guerra vendrá” al bloque, y que Budapest está firmemente en contra. “No habrá membresía alguna, esa es nuestra posición. Porque, primero, membership significaría que la guerra entraría dentro de la UE. Segundo, dinero de la Unión Europea iría a Ucrania. Ambas cosas son malas”, dijo a los periodistas.
El primer ministro húngaro añadió que la tensión geopolítica global es tal que “un error” de alguno de los grandes actores podría desencadenar “una guerra mundial”. En ese contexto recordó que el conflicto ya está al límite, y cualquier desliz podría tener consecuencias imprevisibles.
Su postura no es nueva: Orbán ha utilizado argumentos similares para justificar su veto sistemático a que Ucrania avance formalmente en el proceso de adhesión al bloque europeo. Hungría ha bloqueado el inicio de negociaciones por capítulos clave, alegando preocupaciones sobre seguridad, soberanía y el impacto económico y social que implicaría absorber un país en guerra.
Bruselas, por su parte, se enfrenta al desafío de avanzar sin pisar la voluntad de Budapest. Una de las propuestas más delicadas en estudio es reconfigurar las reglas de acceso: permitir que la apertura de “clusters” (agrupaciones temáticas de reformas) se decida mediante mayoría cualificada, en lugar de exigir unanimidad entre los estados miembros. Así se eludiría el bloqueo húngaro en el corto plazo.
Este dilema no solo es institucional, sino simbólico. Si Ucrania queda atrapada por el veto de un solo miembro, quienes defienden la ampliación europea verán cuestionada la credibilidad del proceso. Y para Ucrania, la membresía en la UE no es simplemente el paso administrativo final, sino una garantía de respaldo político y de seguridad frente a la agresión rusa.
La retórica de Orbán también se entrelaza con su discurso doméstico y su modelo de gobernanza: ha cuestionado la soberanía ucraniana previamente, afirmando que “Ucrania no es un país independiente” en ciertas declaraciones polémicas, y ha minimizado acusaciones de incursiones húngaras mediante drones sobre territorio ucraniano.
Pero su postura tiene límites: otros países del bloque no ocultan su frustración. Mientras Hungría insiste en el veto, iniciativas como la del presidente del Consejo Europeo, António Costa, buscan fórmulas institucionales para que Ucrania avance en la asimilación normativa e institucional sin depender del aval húngaro.
En el tablero europeo, la postura de Hungría resuena más allá de su frontera: plantea una tensión entre solidaridad con Ucrania, preservación del orden institucional de la UE y los miedos geoestratégicos que todavía persisten tras años de conflictos y proyecciones de inestabilidad. La ambición de integración para Kiev se enfrenta ahora a un veto interno que podría redefinir no solo su futuro, sino la ambición de la Unión Europea como actor de seguridad.