Wall Street arranca en rojo, con el Dow Jones, el S&P 500 y el Nasdaq 100 bajo presión, mientras las tensiones geopolíticas y las dudas sobre la FED disparan la aversión al riesgo.
Los mercados se contagian de miedo a la recesión a la espera del dato de empleo de EEUU
Un día más, los mercados se despiertan con nerviosismo y ventas generalizadas. Los futuros del S&P 500 ceden en torno a un 0,6%, el Nasdaq 100 resbala casi un 0,8% y el Dow Jones se suma a las caídas, reflejando el temor a una desaceleración económica más profunda de lo previsto. En Asia, los índices de Japón, China y Corea del Sur han registrado descensos superiores al 1%, mientras la curva de bonos de Estados Unidos se ajusta a la baja y los indicadores de sentimiento vuelven a instalarse en zona de “miedo”. Todo ello en un contexto marcado por el inminente dato de empleo en EE UU, las frágiles negociaciones entre Ucrania y Rusia y una Fed atrapada entre inflación, paro y datos estadísticos distorsionados.
Las bolsas se tambalean ante la sombra de la desaceleración
El arranque de sesión viene dominado por el modo risk-off. Los futuros del S&P 500 pierden alrededor de un 0,6%, el Nasdaq 100 retrocede cerca de un 0,8% y el Dow Jones apunta a una apertura en rojo, después de varias jornadas de volatilidad creciente. El movimiento no es aislado: en Asia, las bolsas de Tokio, Shanghái y Seúl han encajado descensos superiores al 1%, signo de una inquietud global.
En renta fija, la curva de bonos del Tesoro estadounidense registra caídas de rentabilidad en prácticamente todos los tramos, reflejo de un repliegue hacia activos considerados más seguros. El conocido índice de miedo y codicia vuelve a situarse en zona de temor, alimentado por el aumento de las probabilidades de desaceleración e incluso de recesión técnica. La gran duda para muchos inversores es si se trata de una simple corrección más en una montaña rusa de datos o de una señal de advertencia más seria para el ciclo económico.
Ucrania y Rusia: un camino estrecho hacia un acuerdo frágil
En el frente geopolítico, las conversaciones para intentar poner fin al conflicto en Ucrania avanzan, pero sobre un terreno plagado de líneas rojas. El expresidente Donald Trump asegura estar «más cerca que nunca» de un acuerdo tras contactos directos con Volodímir Zelenski y gestiones con Moscú, aunque admite que la cesión territorial —en particular en la región del Donbás— sigue siendo el principal escollo.
Una de las fórmulas que más debate provoca pasa por que Ucrania renuncie a entrar en la OTAN a cambio de garantías de seguridad bilaterales sólidas y verificables. El planteamiento genera inquietud en capitales europeas y en Washington, donde se teme que un pacto mal calibrado pueda dejar un vacío de seguridad en el flanco oriental y abrir la puerta a futuros episodios de presión rusa.
Europa, entre la alarma y las divisiones internas
Desde Finlandia, el primer ministro Petteri Orpo ha lanzado un mensaje contundente: incluso un acuerdo de paz formal no eliminaría la amenaza rusa. En su visión, Moscú podría aprovechar el alto el fuego para reorganizar y redistribuir fuerzas hacia la frontera con la OTAN, aumentando la presión geoestratégica sobre el Báltico y el norte de Europa.
Ante este escenario, distintos líderes europeos reclaman la creación de una fuerza multinacional y un aumento sostenido del gasto en defensa, conscientes de que la arquitectura de seguridad regional está en juego. En paralelo, Hungría advierte de que el uso de activos rusos congelados para financiar la reconstrucción ucraniana podría suponer una escalada bélica sin precedentes, reflejando las profundas fracturas internas en la UE sobre cómo gestionar el final —o la congelación— del conflicto.
La Reserva Federal, atrapada entre datos dudosos y presión del mercado
En el plano monetario, la Reserva Federal afronta uno de sus momentos más delicados. El cierre del Gobierno estadounidense ha distorsionado las series estadísticas clave, en particular las del mercado laboral, que llegan con retraso y bajo sospecha. Se espera un ligero aumento de la tasa de desempleo hacia el entorno del 4,6%, pero las cifras siguen siendo ambiguas y difíciles de interpretar.
La probabilidad de que la Fed anuncie un recorte de tipos en su próxima reunión se mantiene por debajo del 25%, reflejando un escepticismo creciente entre los inversores. La institución se mueve entre el temor a relajar demasiado pronto su política y alimentar de nuevo las presiones inflacionistas, y el riesgo de reaccionar tarde a un enfriamiento más severo del empleo y la actividad. Para índices como el Dow Jones, muy sensibles a las expectativas sobre el ciclo económico y los beneficios empresariales, cada matiz en el discurso de la Fed puede inclinar el día hacia el rojo o el verde.
Burry y el fantasma de la “nacionalización” del mercado de bonos
Añadiendo más tensión al cuadro, el inversor Michael Burry, conocido por anticipar la crisis de 2008, ha advertido de la posibilidad de que Estados Unidos acabe transitando hacia una suerte de nacionalización del mercado de bonos, a través de intervenciones cada vez más intensivas de la propia Fed y del Tesoro.
Un escenario de ese tipo alimenta el nerviosismo: implicaría una presencia creciente del sector público en la determinación de tipos y precios de la deuda, con consecuencias difíciles de calibrar para el dólar, la curva de tipos y, por extensión, para la renta variable. En un contexto donde los índices se mueven al ritmo de cada titular, el Dow Jones, el S&P 500 y el Nasdaq 100 se han convertido en el termómetro inmediato del miedo o la confianza del mercado.
Por ahora, el mensaje es claro: los inversores se enfrentan a una combinación incómoda de datos frágiles, riesgos geopolíticos y política monetaria incierta. Hasta que alguna de estas piezas se estabilice, la volatilidad seguirá siendo la norma y no la excepción en los parqués globales.