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Venezuela activa planes de guerra de resistencia ante el temor de una intervención militar de Estados Unidos

El Gobierno de Nicolás Maduro estaría preparando una estrategia de defensa basada en tácticas guerrilleras y en el uso de armamento antiguo ante la posibilidad de un ataque estadounidense. Documentos filtrados revelan que el país enfrenta una grave escasez de personal y suministros, mientras crece la tensión tras las declaraciones de Donald Trump.

Juan Carlos Hernández / Reuters
Juan Carlos Hernández / Reuters

El régimen de Nicolás Maduro ha comenzado a desplegar armamento de origen ruso y planes de defensa irregular en caso de una hipotética ofensiva militar de Estados Unidos, según documentos internos de las Fuerzas Armadas venezolanas a los que tuvo acceso Reuters. La estrategia, bautizada como “Operación Resistencia Bolivariana”, contempla la creación de células guerrilleras en distintas regiones del país para sostener una resistencia prolongada en caso de invasión.

Los documentos revelan que el plan busca “mantener la capacidad de combate incluso si el mando central es neutralizado” y convertir zonas rurales y montañosas en santuarios de insurgencia. Según fuentes militares citadas en el informe, Venezuela se está preparando para un escenario de guerra asimétrica, similar al modelo de defensa empleado por Cuba en la Guerra Fría.

El despliegue incluye la reactivación de equipos militares antiguos, en su mayoría de fabricación rusa y china, como tanques T-55, lanzadores de misiles portátiles y artillería remanente de los años 80. Estas medidas reflejan la falta de equipamiento moderno y la escasez de recursos que enfrenta el Ejército venezolano tras años de sanciones internacionales, caída de ingresos petroleros y aislamiento diplomático.

La tensión se disparó después de que el presidente estadounidense Donald Trump insinuara la posibilidad de “operaciones terrestres” en Venezuela, en un discurso reciente, antes de retractarse públicamente. Washington ha endurecido su retórica hacia Caracas en las últimas semanas, acusando al gobierno de Maduro de “amenazar la estabilidad regional” y de “colaborar con regímenes hostiles”.

En respuesta, Maduro declaró que “Venezuela resistirá cualquier intento de derrocamiento”, y ordenó reforzar la frontera con Colombia y las bases estratégicas cercanas al Caribe. “Si el imperialismo osa tocar nuestro suelo, nos convertiremos en millones de combatientes”, afirmó el mandatario en una alocución televisada, rodeado de altos mandos militares.

Sin embargo, las condiciones internas del ejército venezolano son precarias. Fuentes castrenses citadas por Reuters aseguran que algunas unidades han tenido que negociar alimentos directamente con productores locales debido a la falta de suministros y al deterioro logístico de las Fuerzas Armadas. “Las raciones militares no alcanzan, y hay batallones que dependen del trueque con campesinos para alimentarse”, señaló un oficial bajo anonimato.

Los analistas coinciden en que la estrategia de Maduro responde tanto a motivos defensivos como propagandísticos. Para el experto militar venezolano Rocío Sanabria, residente en Bogotá, “Maduro sabe que una invasión directa de Estados Unidos es improbable, pero necesita proyectar fuerza interna y cohesión en el ejército, que atraviesa una grave crisis moral y económica”.

Estados Unidos, por su parte, no ha confirmado ninguna operación militar inminente, aunque el Pentágono mantiene presencia naval en el Caribe en el marco de misiones de patrullaje antidroga. La Casa Blanca se ha limitado a señalar que “todas las opciones siguen sobre la mesa” en su política hacia Caracas, lo que ha alimentado la percepción de amenaza en el gobierno venezolano.

La estrategia de defensa irregular no es nueva. Desde 2019, Maduro ha impulsado la creación de las llamadas “milicias bolivarianas”, una fuerza civil armada que, según datos oficiales, cuenta con más de cuatro millones de integrantes. En la práctica, sin embargo, muchos expertos cuestionan la capacidad real de estas milicias para sostener un conflicto prolongado.

En el plano internacional, países aliados como Rusia e Irán han manifestado su apoyo a Venezuela, advirtiendo que “cualquier agresión externa sería una provocación inaceptable”. Moscú ha reiterado su intención de mantener la cooperación militar con Caracas, aunque sin comprometerse a un apoyo directo en caso de enfrentamiento.

Por ahora, la crisis venezolana vuelve a tensar el tablero geopolítico latinoamericano, en un momento en que la región intenta mantener la estabilidad ante conflictos abiertos en otras partes del mundo. El fantasma de una intervención militar estadounidense —real o simbólica— vuelve a servir de catalizador político para un gobierno que, en medio del aislamiento y la escasez, recurre a la narrativa de la resistencia nacional como último escudo.

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