Vivienda

Vivir en una panadería o una ferretería: la solución de Móstoles para paliar la crisis de la vivienda

Locales
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En muchas ciudades españolas, el cierre de panaderías, ferreterías o pequeñas tiendas de barrio ya no solo deja escapar el aroma del pan recién hecho o el eco de las herramientas sobre el mostrador. Ahora deja hueco a algo muy distinto: viviendas. Lo que comenzó como una respuesta improvisada ante la falta de oferta inmobiliaria se ha convertido, en cuestión de pocos años, en una política urbana reconocida y, sobre todo, necesaria.

Los bajos comerciales, nueva frontera de la vivienda

Con los precios de la vivienda disparados y el comercio tradicional en declive, algunos ayuntamientos han optado por mirar hacia esos espacios que hasta hace poco eran el corazón de los barrios. Locales cerrados, persianas bajadas y escaparates cubiertos de polvo se están transformando en hogares con luz, ventilación y, sobre todo, en una nueva oportunidad para quienes no pueden acceder al mercado inmobiliario tradicional.

Municipios como Móstoles han decidido convertir esta idea en una política estructural. El consistorio madrileño ha simplificado el proceso de cambio de uso de local a vivienda, ha reducido los plazos de licencia, ha rebajado el impuesto de construcción (ICIO) y ha delimitado las zonas donde seguirá prohibido para proteger el comercio esencial. El objetivo es claro: crear vivienda asequible y revitalizar calles abandonadas por el cierre del pequeño comercio.

Una tendencia que se extiende

Lo que hoy aplica Móstoles ya lo habían ensayado otros municipios de España. En Petrer (Alicante), las normas urbanísticas se modificaron hace años para permitir la reconversión de locales en zonas donde las tiendas habían desaparecido. Actualmente, más de 40 viviendas legales se han construido bajo este modelo.

En Arrecife (Lanzarote), la medida ha ido más allá. Gracias al Decreto Ley 1/2024, que agiliza los cambios de uso si se cumplen condiciones de habitabilidad, este año se han autorizado casi 40 reconversiones. Para el ayuntamiento lanzaroteño, la clave está en aprovechar los espacios donde el comercio ya no regresará para aliviar la presión del alquiler y frenar la expansión urbana.

Y en Zaragoza, donde el fenómeno ha ganado fuerza desde 2021, el número de locales convertidos en viviendas supera los 170. Allí, el plan urbanístico se modificó para permitir estos cambios en más barrios, siempre con criterios técnicos ajustados a las necesidades actuales: ventilación, aislamiento acústico y altura mínima.

De la excepción a la norma

Durante años, vivir en un antiguo local comercial era casi una rareza legal, una solución de urgencia para casos concretos. Hoy, sin embargo, esta alternativa está dejando de ser marginal para convertirse en una vía legítima de producción de vivienda. La diferencia no está tanto en la idea como en la voluntad política de simplificar los trámites y garantizar condiciones dignas.

Cada nueva autorización representa más que un hogar: simboliza una forma de reutilizar el patrimonio urbano existente sin necesidad de construir desde cero. Es una estrategia que, además de responder al problema del acceso a la vivienda, ayuda a revivir barrios deprimidos, reducir la huella ambiental y mejorar la estética urbana.

La vivienda como prioridad

El caso de Móstoles marca un punto de inflexión. Por primera vez, un gran municipio metropolitano adopta oficialmente esta fórmula como parte de su política de vivienda, con incentivos y procedimientos específicos. Ya no se trata de una solución de emergencia, sino de un modelo urbano con vocación de permanencia.

La reconversión de locales vacíos en viviendas plantea una pregunta incómoda pero inevitable: ¿queremos seguir llenando las ciudades de escaparates vacíos o preferimos abrir sus persianas para que entre la vida?
La respuesta, poco a poco, se está escribiendo en ladrillos y planos. Porque en la España de los precios imposibles, los nuevos hogares están naciendo justo donde antes había carteles de “se alquila”.

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