Caída de los futuros del Dow Jones en un contexto global negativo
Al comienzo de la jornada del 4 de noviembre de 2025, los futuros de Wall Street se tiñen de rojo. El Dow Jones Industrial Average retrocede en torno al 0,7% (unos 340 puntos), mientras los contratos del Nasdaq 100 y del S&P 500 caen aproximadamente un 1,3% y un 1% respectivamente. Este inicio bajista refleja un cierre del apetito por el riesgo a nivel global, con los inversores adoptando una postura defensiva ante múltiples focos de incertidumbre.
En Europa, los índices amanecen en terreno negativo siguiendo la estela bajista de los futuros estadounidenses. De hecho, referencias como el Euro Stoxx 50 y el DAX de Fráncfort retroceden alrededor de un 1% en las primeras horas de cotización. Mientras tanto, en Asia las bolsas mostraron resultados dispares: plazas como Shanghái terminaron a la baja ante la debilidad de su economía, aunque Tokio logró cerrar en positivo impulsado por factores locales. A nivel global, los inversores adoptan un perfil más conservador e incrementan la demanda de activos refugio —del dólar a la deuda pública— en detrimento de posiciones más arriesgadas.
La creciente incertidumbre económica se refleja en diversos indicadores industriales. En Estados Unidos, la actividad manufacturera se contrajo por octavo mes consecutivo en octubre, mientras que en Japón el sector fabril prolongó su racha negativa por sexto mes. Estos datos de debilidad manufacturera, unidos a señales de enfriamiento en otras economías, alimentan el temor a una ralentización global más pronunciada. Ese enfriamiento se observa también en China, donde la recuperación manufacturera avanza con lentitud y la demanda interna se mantiene débil, lastrando el ánimo inversor en la región.
La política monetaria de la Reserva Federal añade otro frente de inquietud. Si bien la Fed mantuvo sin cambios los tipos de interés en su última reunión, dejó abierta la puerta a nuevas alzas si la inflación no cede. Este mensaje ambiguo mantiene a los inversores en vilo, temerosos de que un prolongado periodo de tipos altos termine enfriando la economía.
En paralelo, las tensiones geopolíticas continúan pesando sobre el apetito por el riesgo. Conflictos como la guerra en Ucrania, la inestabilidad en Oriente Medio y la rivalidad comercial entre Estados Unidos y China mantienen a los mercados alerta. Cada nuevo titular sobre enfrentamientos o sanciones revive la preocupación por sus posibles repercusiones económicas —desde subidas del petróleo hasta disrupciones en las cadenas de suministro—, lo que reduce el entusiasmo por las bolsas en favor de valores refugio.
La temporada de resultados empresariales añade otra dosis de prudencia, con balances trimestrales dispares: algunas compañías superan previsiones mientras otras decepcionan. En particular, el sector tecnológico —que lideró gran parte del rally anual— presenta cifras mixtas que ponen sus cotizaciones bajo escrutinio. Ante esta incertidumbre en los fundamentales corporativos, muchos inversores optan por recoger beneficios tras las últimas subidas, amplificando las ventas y acelerando una corrección de corto plazo.
La combinación de estos factores ha generado un cóctel de aversión al riesgo que deriva en ventas generalizadas de acciones. No obstante, este ajuste llega tras un rápido ascenso de las bolsas en la víspera, por lo que muchos analistas lo consideran una consolidación saludable más que una señal de pánico. En efecto, la jornada apunta más a una pausa en la racha alcista reciente que a un desplome, con los mercados ajustando valoraciones y digiriendo las dudas acumuladas. Resta por ver si este enfriamiento del apetito por el riesgo será pasajero o marcará el inicio de una corrección más prolongada.
