Andriy Yermak renuncia en medio de tensiones políticas y prepara contactos claves en EE.UU.
Andriy Yermak, mano derecha de Zelensky y figura central en la estrategia diplomática ucraniana, habría renunciado horas antes de un viaje a EE.UU. clave para el plan de paz. Su salida coincide con presiones anticorrupción y añade incertidumbre política en Kiev, generando dudas sobre el futuro de las negociaciones internacionales.
El terremoto político que sacude a Kiev tiene nombre propio: Andriy Yermak. La dimisión, al parecer inminente, del jefe de la Oficina Presidencial y mano derecha de Volodímir Zelensky llega en el peor momento posible para Ucrania, justo cuando se preparaba un viaje clave a Estados Unidos para avanzar en el controvertido plan de paz impulsado por Washington. El movimiento no es menor: afecta al núcleo duro del poder en Kiev y añade una nueva capa de incertidumbre a un conflicto que ya parecía enquistado.
La salida de Yermak desconcierta tanto en el interior del país como en las capitales occidentales. Hasta ahora, era uno de los principales arquitectos de la estrategia política y diplomática de Zelensky, además de figura central en la interlocución con Estados Unidos. Su papel en la preparación de contactos y borradores para un documento sustantivo que Washington aspira a cerrar antes de final de año era, según fuentes cercanas al poder, determinante. Que se aparte en este punto del calendario abre interrogantes de calado sobre la viabilidad y continuidad del proceso negociador.
El contexto interno tampoco ayuda. Ucrania vive un clima de presión creciente derivado de las investigaciones anticorrupción, que alcanzan a cargos de alto perfil y pretenden enviar un mensaje claro tanto a la ciudadanía como a los socios internacionales: el país intenta depurar responsabilidades en plena guerra. En este marco, la renuncia de Yermak puede leerse en varias claves. Para algunos, sería un intento de evitar un desgaste mayor si su nombre se viera salpicado por el ambiente general de sospecha. Para otros, podría formar parte de una reconfiguración táctica del liderazgo, destinada a oxigenar la estructura de poder y mostrar un gesto de renovación hacia el exterior.
Estados Unidos observa todo esto con máximo interés. Washington no solo presiona en el terreno militar, sino también en el de la gobernanza y la transparencia, condiciones que considera imprescindibles para mantener el apoyo político, financiero y armamentístico a largo plazo. Cualquier señal de inestabilidad, especialmente en el círculo más próximo a Zelensky, complica la narrativa de un socio fiable y ordenado en el frente oriental.
La pregunta clave ahora es qué ocurrirá con el proceso diplomático. Sin Yermak en primera línea, Zelensky pierde a uno de sus operadores más activos y mejor conectados con los centros de poder occidentales. Ese vacío puede traducirse en una pérdida de capacidad de maniobra en Washington y otras capitales, al menos durante un periodo de transición hasta que surja una nueva figura capaz de ocupar ese espacio. Al mismo tiempo, en Kiev se abre la puerta a reajustes internos que podrían alterar prioridades, ritmos y hasta el propio contenido del plan de paz tal y como se estaba planteando.
No es descartable que ciertas facciones dentro del establishment ucraniano vean en esta crisis una oportunidad para reorientar la estrategia, endureciendo posiciones o reclamando mayor autonomía frente a las propuestas estadounidenses. En un país sometido a una guerra de desgaste, cada movimiento en la cúspide del poder tiene consecuencias que desbordan lo puramente administrativo y se proyectan sobre el frente, la moral social y las relaciones exteriores.
Para Washington, la dimisión de Yermak supone un contratiempo en su intento de blindar un acuerdo político y militar que sirva de hoja de ruta para los próximos meses. Toca recalibrar contactos, redefinir canales y esperar a ver quién toma el relevo en una función tan sensible. En un contexto donde la ventana para avances diplomáticos nunca es demasiado amplia, perder a un interlocutor clave puede retrasar decisiones que ya eran de por sí difíciles.
La posible salida de Andriy Yermak no es un episodio aislado, sino una pieza más de un puzle geopolítico extremadamente frágil. En plena guerra, con Rusia al otro lado de la trinchera y Estados Unidos marcando buena parte del compás diplomático, cualquier cambio en el núcleo del poder ucraniano altera equilibrios y obliga a todos los actores a revisar sus cálculos. Lo que ocurra en Kiev en las próximas semanas dirá mucho sobre la capacidad de Zelensky para recomponer su círculo de confianza y mantener el rumbo en medio de una tormenta que no parece amainar.
