«El fin de la OTAN»: Adrián Zelaia y otros expertos cuestionan el futuro del orden occidental
Adrián Zelaia, José Antonio Egido y José Manjón dibujan un escenario en el que la victoria de Rusia, la crisis de legitimidad de la OTAN y el avance del mundo multipolar ponen en entredicho la hegemonía occidental y la vigencia de la Doctrina Monroe.
En un contexto internacional cada vez más inestable, las palabras de Adrián Zelaia, presidente de Ekai Group, han encendido el debate geopolítico: «Estamos llegando al fin de la OTAN. La victoria de Rusia es el clavo en su ataúd». La frase, de enorme carga simbólica, no sólo apunta al resultado de la guerra en Ucrania, sino a algo más profundo: la posible erosión del sistema de seguridad construido en torno a la Alianza Atlántica desde el final de la Segunda Guerra Mundial. A su alrededor, otros analistas como José Antonio Egido y José Manjón completan un diagnóstico común: la OTAN pierde legitimidad, Europa se enfrenta a una encrucijada estratégica y Estados Unidos ya no puede sostener, sin costes crecientes, su viejo papel de poder indiscutible en el hemisferio y en el mundo.
La OTAN bajo sospecha: narrativa de amenaza y crisis de legitimidad
El punto de partida del análisis es una crítica frontal al discurso oficial de la OTAN. Zelaia cuestiona las advertencias del secretario general, Mark Rutte, sobre la amenaza rusa y considera «absurda» la idea de una expansión militar de Moscú que justificaría un rearme generalizado en Europa.
La tesis que plantea es que el lenguaje de “amenaza existencial” sirve, en gran medida, para legitimar un aumento del gasto militar y sostener un entramado político-industrial que se beneficia del conflicto permanente. El debate, por tanto, no es sólo técnico o castrense, sino político e ideológico:
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¿Defiende la OTAN realmente la seguridad de sus sociedades miembro?
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¿O se ha convertido en un mecanismo para garantizar contratos, influencia y cohesión interna a través de la construcción de enemigos?
En esa misma línea, el sociólogo José Antonio Egido recuerda que toda alianza militar necesita un “otro” para justificar su existencia. Sin amenaza —real o amplificada—, la razón de ser de la OTAN se debilita.
La promesa rota del Este y la escalada de tensión
Egido pone el foco en otro elemento clave: la expansión hacia el Este. La Alianza, subraya, no sólo habría incumplido las promesas informales de no avanzar sobre países del antiguo bloque soviético, sino que habría alimentado, paso a paso, el actual clima de tensión estructural con Rusia.
El resultado, según esta lectura, es paradójico:
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La OTAN se presenta como garante de la paz.
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Pero sus movimientos de ampliación terminan alimentando el relato de cerco en Moscú y convierten Europa del Este en una línea de frente permanente.
Desde esta perspectiva, la “amenaza rusa” no sería sólo una realidad geopolítica, sino también una construcción funcional para mantener viva la maquinaria de la Alianza.
Europa neutral y los BRICS: ¿una salida posible o un salto al vacío?
Frente a este modelo, Zelaia y Egido plantean una alternativa de fondo: una Europa neutral, menos dependiente de la OTAN y con una agenda propia de cooperación económica y política con el bloque de los BRICS.
La propuesta apunta a varios niveles:
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Desengancharse de la lógica de bloques militares, reduciendo el riesgo de verse arrastrada a conflictos ajenos.
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Diversificar socios hacia potencias emergentes como China, India, Brasil o Rusia, aprovechando los nuevos polos de crecimiento.
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Apostar por un modelo de seguridad basado en la distensión y el equilibrio, y no en el rearme y la confrontación permanente.
Egido sostiene que este giro podría abrir una vía para el crecimiento y la cooperación, rompiendo con la dependencia estratégica de Washington. Pero la pregunta incómoda permanece: ¿están las capitales europeas dispuestas a romper décadas de alineamiento atlántico, o la inercia política y los compromisos existentes hacen inviable, por ahora, esta neutralidad?
Estados Unidos, Venezuela y la Doctrina Monroe en crisis
Desde el Instituto Español de Geopolítica, José Manjón introduce un elemento que conecta el tablero europeo con el americano: la actuación de Estados Unidos en Venezuela.
Manjón califica la línea dura de Washington frente al Gobierno de Nicolás Maduro como una “baladronada” que puede volverse en contra. Argumenta que:
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Las amenazas e intentos de intervención han terminado por reforzar el respaldo regional a Maduro.
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El mandatario venezolano corre el riesgo —para Estados Unidos— de convertirse en un símbolo de resistencia, un nuevo “Bolívar” en clave contemporánea.
Todo ello se enmarca en lo que denomina Doctrina Monroe 2.0: el intento de reactivar la vieja idea de “América para los americanos” en un contexto muy distinto, donde el mundo multipolar y actores como Rusia y China ya operan con fuerza en el continente.
Según este análisis, el “cofre venezolano” —sus recursos energéticos y estratégicos— se desplaza lentamente hacia la órbita de los BRICS, evidenciando que la capacidad de Estados Unidos para imponer su voluntad en el hemisferio se ha reducido de forma notable.
¿Fin de una hegemonía o simple reacomodo histórico?
El hilo que une las reflexiones de Zelaia, Egido y Manjón es la sensación de estar ante un cambio de era:
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Una OTAN cuestionada en su legitimidad y eficacia.
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Una Europa atrapada entre la dependencia estratégica y la tentación de una autonomía real.
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Unos Estados Unidos que intentan sostener su influencia en América Latina con herramientas que empiezan a mostrar su desgaste.
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Unos BRICS que se consolidan como polo alternativo de poder económico y político.
¿Es, como sugiere Zelaia, “el fin de la OTAN” y el clavo definitivo en su ataúd? ¿O asistimos más bien a un reajuste gradual del sistema internacional, donde viejas estructuras se adaptan, mutan y negocian su supervivencia?
Lo que sí parece claro es que la narrativa del bloque occidental incontestado deja paso, cada vez más, a un mundo en el que múltiples centros de poder compiten, cooperan y se superponen. En ese escenario, Europa se ve obligada a responder a la pregunta que recorre las palabras de estos analistas: ¿seguirá atada al paraguas atlántico o se atreverá a redefinir su lugar en un orden que ya no es el de la posguerra?
