¿Fin del modelo chino? Georgieva demanda cambios urgentes para evitar crisis económica
La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, advierte sobre los desafíos de la economía china, reclamando reformas profundas y un giro hacia el consumo interno para evitar presiones deflacionarias y asegurar un crecimiento sostenible.
En un momento en el que medio mundo observa cada movimiento de Pekín, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha lanzado un mensaje tan claro como incómodo. Kristalina Georgieva, su directora general, reconoce que la economía china ha mostrado una resiliencia notable, pero advierte que el tiempo del “más de lo mismo” se ha acabado. Si China no cambia de rumbo, el riesgo no es solo para ella, sino para todo el sistema global.
China ya no puede vivir solo de vender al mundo
Hoy, según el FMI, China aporta en torno a un 30% del crecimiento económico mundial. Un peso enorme. Pero precisamente por eso, Georgieva subraya que el país no puede seguir apoyándose casi exclusivamente en las exportaciones y la inversión como motor de expansión.
El viejo modelo —fábricas a pleno rendimiento, crédito barato y ventas masivas al exterior— se enfrenta ahora a límites claros:
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mercados internacionales más tensos, con presión política y arancelaria,
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socios comerciales que piden a Pekín que consuma más y exporte menos,
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y un mundo que mira con recelo un nuevo shock deflacionario procedente de China.
Si Pekín no logra que su población consuma más y confíe en el futuro, la economía corre el riesgo de atascarse justo cuando el resto del mundo necesita estabilidad.
Inmobiliario frágil, deuda alta y el fantasma de la deflación
El otro gran frente es interno. El sector inmobiliario, que durante décadas fue el gran motor de la economía china, atraviesa un periodo de debilidad prolongada: promotoras endeudadas, precios presionados a la baja y familias cada vez más cautas a la hora de comprar vivienda.
A esto se suma una deuda elevada, tanto pública como privada, que deja poco margen para seguir parcheando problemas con más crédito. Georgieva advierte de que, sin reformas profundas y una política económica más flexible, China puede quedarse atrapada en un entorno de crecimiento anémico y presiones deflacionarias: precios planos o a la baja, beneficios empresariales estrechos y menor inversión.
En otras palabras, el riesgo no es un derrumbe súbito, sino una lenta pérdida de dinamismo que termine arrastrando a otros países.
Más consumo, menos corsé cambiario: lo que pide el FMI
Entre las recetas del FMI, dos ideas destacan con fuerza:
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Reforzar el consumo interno: mejorar redes de protección social, apoyar rentas de los hogares y estimular servicios de calidad (sanidad, educación, pensiones) que den confianza a las familias para gastar más y ahorrar menos por miedo al futuro.
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Mayor flexibilidad del yuan: una moneda menos rígida permitiría absorber mejor los shocks externos, manejar mejor los desequilibrios y dar más espacio a la política monetaria y financiera para actuar.
Georgieva lo resume en un mensaje de fondo: hacen falta “decisiones valientes” para desbloquear el potencial del mercado interno chino. Sin ese giro, el país corre el riesgo de encadenar años de crecimiento mediocre, con impacto directo sobre cadenas de suministro, comercio y estabilidad financiera global.
¿Está China dispuesta a reinventarse?
La pregunta clave queda en el aire: ¿quiere y puede China transformar su modelo o preferirá estirar al máximo la fórmula que la hizo crecer durante décadas?
Por ahora, el FMI ve una demanda interna “persistentemente débil” y reformas que avanzan más despacio de lo deseable. El tiempo corre y, con él, el margen para gestionar una transición ordenada.
Lo que ocurra en Pekín no se quedará en Pekín: si China acierta, puede sostener el crecimiento global durante años; si se queda corta, el mundo podría enfrentarse a una mezcla incómoda de menor expansión y nuevas tensiones comerciales y financieras.
Kristalina Georgieva lo dejó claro en su visita a la capital china: el momento de las medias tintas ha pasado; ahora toca elegir entre reformar… o arriesgarse a estancarse.
