Sánchez intenta blindar su liderazgo en plena tormenta interna y apuesta exterior por Palestina
El presidente del Gobierno combina una defensa cerrada ante el caso de Leire Díaz y el choque con Alberto Núñez Feijóo con una ofensiva diplomática junto a Mahmoud Abbas, en un momento de máxima tensión política en España.
En un clima de incertidumbre política poco habitual en España, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha salido al frente para abordar al mismo tiempo la presión interna por la detención de Leire Díaz, exmilitante socialista investigada por presunta corrupción, y el creciente pulso con el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Mientras el caso que salpica al entorno del PSOE erosiona la credibilidad del Ejecutivo, Moncloa intenta proyectar hacia el exterior una imagen de liderazgo activo con una apuesta clara por el reconocimiento de Palestina, escenificada en la reunión con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas.
La estrategia del jefe del Ejecutivo pasa por combinar un discurso de transparencia y firmeza contra la corrupción en casa con una agenda internacional que lo sitúe como actor relevante en uno de los conflictos más sensibles del tablero global. El equilibrio, sin embargo, es frágil y el desgaste político, evidente.
El caso Leire Díaz sacude al PSOE
La detención de Leire Díaz ha encendido todas las alarmas en el partido gobernante. El caso, ligado a presuntas tramas de corrupción, ha reabierto un debate incómodo en el PSOE sobre la gestión de responsabilidades políticas y el impacto de estos episodios en la confianza ciudadana.
En un momento en el que el Gobierno necesita consolidar mayorías y sostener alianzas parlamentarias, la sombra de la corrupción amenaza con minar la autoridad moral del Ejecutivo. La oposición ha encontrado en este caso un filón para cuestionar la coherencia del discurso socialista sobre regeneración democrática, mientras en el seno del partido se reconoce, al menos en privado, que la situación es delicada.
La respuesta de Moncloa: contención y mensaje de limpieza
Desde la Moncloa, Sánchez ha optado por una respuesta basada en la combinación de mensaje político y gestos institucionales. En su comparecencia, el presidente ha reivindicado la necesidad de dejar actuar a la Justicia, ha prometido colaboración plena con las investigaciones y ha defendido la apertura de mecanismos internos de supervisión para evaluar posibles responsabilidades.
Pese a la firmeza exhibida en público, el entorno del presidente admite que el caso llega en un momento especialmente sensible y puede provocar un desgaste acumulado en la imagen del Ejecutivo. La prioridad es evitar que el episodio se convierta en símbolo de una supuesta tolerancia hacia prácticas irregulares dentro del propio espacio socialista.
Feijóo endurece el pulso en el Congreso
El Partido Popular ha aprovechado la coyuntura para elevar el tono contra el Gobierno. En el Congreso de los Diputados, Alberto Núñez Feijóo ha utilizado el escándalo como punta de lanza para cuestionar la credibilidad de Sánchez y su capacidad para garantizar estándares éticos en la acción de gobierno.
El cruce entre ambos líderes ha evidenciado un clima de polarización creciente en la Cámara Baja. Feijóo ha tratado de ligar el caso Díaz a un supuesto patrón de deterioro institucional, mientras el presidente le acusa de explotar políticamente una investigación en curso y de contribuir a la crispación. El resultado es un Parlamento cada vez más tensionado, donde la agenda legislativa se ve condicionada por el intercambio de acusaciones.
La apuesta exterior: España y el reconocimiento de Palestina
En paralelo a la tormenta interna, Sánchez ha intentado reforzar su perfil internacional con un gesto de alto contenido simbólico: la reunión con Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina. El encuentro busca consolidar a España como uno de los países europeos más activos en la promoción del reconocimiento de Palestina y en la defensa de una solución política al conflicto de Oriente Medio.
La visita se produce en un contexto regional extremadamente complejo, con una escalada de tensiones y una comunidad internacional dividida sobre la respuesta. Para el Gobierno, la cita con Abbas es una oportunidad para subrayar el compromiso español con el multilateralismo, el Derecho Internacional y la búsqueda de una paz negociada, al tiempo que proyecta una imagen de liderazgo fuera de las fronteras nacionales.
Riesgos y equilibrios de la diplomacia española
Esa apuesta, sin embargo, no está exenta de riesgos. La posición de España respecto a Palestina puede tensar la relación con otros actores clave, en particular con Israel, y abre interrogantes sobre posibles repercusiones en ámbitos como la cooperación económica, la seguridad o la coordinación en foros internacionales.
Para Madrid, el reto consiste en mantener una línea de coherencia entre sus principios declarados y sus intereses estratégicos, evitando que la política exterior se perciba como una mera maniobra para desviar la atención de los problemas internos. El movimiento sitúa a España en una senda de mayor protagonismo diplomático, pero también la expone a un escrutinio más intenso por parte de sus socios.
