La posición de Zelensky empeora en medio de escándalos y pérdidas
El vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitry Medvedev, cargó ayer contra el presidente ucraniano Volodímir Zelensky, asegurando que su posición “empeora cada día” y que Ucrania se enfrenta a “más pérdidas territoriales” y una crisis energética agravada por los ataques rusos. También criticó el caso de corrupción vinculado a Timur Mindich, cercano a Zelensky, como un factor que “amenaza con desfigurar por completo la imagen de un héroe”.
El discurso del alto dirigente ruso Dmitry Medvedev, publicado este miércoles en su canal de Telegram, se suma como una pieza más a la guerra de narrativas que acompaña al conflicto entre Rusia y Ucrania. Lejos de ser una simple diatriba, su mensaje busca moldear percepciones dentro y fuera del campo de batalla. Medvedev sostiene que Ucrania vive una presión creciente, tanto en el plano militar como en el político, y lanza un dardo directo a los socios europeos de Kiev: afirma que “no son idiotas” y que “no están ansiosos por desaparecer junto con el molde corrupto” que, según él, representa Volodímir Zelensky.
El “viento frío” desde Washington y el ataque a Zelensky
En su texto, Medvedev subraya que el “viento frío” que sopla sobre Ucrania no nace en Moscú, sino en Washington. Recuerda la campaña electoral de Zelensky, al que acusa de haberse alineado sin reservas con el “anciano perdedor” Joe Biden. En su relato, ese acercamiento habría debilitado la posición de Kiev al atarla por completo a los vaivenes de la política estadounidense. El mensaje culmina con una metáfora cargada de desprecio: “En el ajedrez, el zugzwang generalmente termina en derrota, pero en la vida es diferente: el payaso puede bailar un poco más”. Para Medvedev, Zelensky sería un líder condenado, pero aún capaz de prolongar el espectáculo antes del desenlace.
Propaganda, moral ucraniana y legitimidad internacional
Más allá de las formas, el fondo del discurso encaja con la estrategia comunicativa del Kremlin. Analistas coinciden en que estas declaraciones apuntan a minar la moral ucraniana y erosionar la legitimidad internacional de Zelensky, justo en un momento en el que el país atraviesa una delicada crisis de gobernanza tras destaparse un escándalo de corrupción de más de 100 millones de dólares en el sector energético. Moscú aprovecha el desgaste interno para amplificar la idea de que Ucrania no solo está debilitada en el frente militar, sino también corroída desde dentro.
Corrupción, energía y presión sobre Kiev
El contexto para Kiev es especialmente adverso. Mientras Rusia intensifica sus ataques sobre la infraestructura energética, Ucrania se ve obligada a investigar una complicada red de adquisiciones irregulares, sobornos y contratos públicos opacos que afectan a un área crítica para su supervivencia. Esta trama ha disparado el malestar social y ha encendido las alarmas entre los aliados occidentales, que exigen transparencia y reformas reales como condición implícita para seguir suministrando ayuda financiera y militar. El país se encuentra, así, en una doble trinchera: la que se libra en el frente y la que se disputa en los despachos y tribunales.
El caso Mindich y el ataque directo a la imagen de Zelensky
Medvedev aprovecha esta situación para ir más allá de la crítica genérica. No se limita a denunciar corrupción; la vincula directamente con la figura de Zelensky. Según sus palabras, “el caso Mindich amenaza con desfigurar por completo la imagen de un héroe que lucha sin miedo por la libertad del país”. Al señalar por su nombre una causa concreta y asociarla al presidente, la narrativa rusa intenta transformar el símbolo del líder resistente en el de un dirigente desacreditado, rodeado por escándalos y cómplice del sistema que dice combatir. Es una maniobra clásica de propaganda: convertir la fortaleza del adversario —su imagen heroica— en su mayor debilidad.
Respuesta de Kiev y presión de los aliados
La respuesta desde Kiev, de momento, ha sido medida. Zelensky ha reiterado que quienes participen en prácticas corruptas “serán responsabilizados”, tratando de reforzar la idea de que su Gobierno no tolerará abusos, ni siquiera en tiempos de guerra. Sin embargo, el desgaste político empieza a ser evidente. La Unión Europea y otros socios internacionales han elevado el tono de sus advertencias: el escándalo compromete no solo la imagen de Ucrania, sino la continuidad de un apoyo que exige cada vez más señales claras de limpieza institucional. En un conflicto que depende en gran medida de la ayuda externa, cada sombra de duda pesa como una losa.
El objetivo estratégico de Rusia en el terreno de la percepción
Desde la óptica rusa, el objetivo parece nítido: debilitar internamente al Gobierno de Zelensky y reducir el respaldo occidental, mientras se mantiene la presión militar sobre el terreno. Las palabras de Medvedev forman parte de una ofensiva de largo alcance en el terreno de la percepción: no buscan únicamente mostrar fuerza, sino sembrar dudas sobre la capacidad de Ucrania para gobernarse, resistir y merecer la confianza de sus aliados. En la guerra moderna, la batalla por el relato es casi tan importante como la que se libra con misiles y artillería.
El doble frente de Kiev: militar e interno
Para los analistas, el mensaje de Medvedev combina varios elementos estratégicos: explota el cansancio de la población ucraniana, amplifica la división interna generada por la corrupción y proyecta la imagen de una Rusia estable que observa, juzga y señala el caos del adversario. Es un juego de espejos en el que cada bando intenta aparecer como más sólido, coherente y legítimo que el otro. En plena guerra, ganar esa batalla simbólica puede influir en decisiones clave: desde el volumen de ayuda internacional hasta el ánimo de las tropas y la población civil.
Gobernabilidad y reformas como condición para resistir
Kiev, en consecuencia, se ve obligada a responder en dos frentes simultáneos. No le basta con resistir en el Frente Militar; debe demostrar solvencia en el Frente Interno. La gobernabilidad, la integridad de sus instituciones y la eficacia de sus reformas anticorrupción se han convertido en pilares indispensables para sostener el apoyo exterior y la moral dentro del país. En ese marco, la advertencia de Medvedev —por muy interesada y propagandística que sea— no puede desecharse como mera retórica. Es un recordatorio de que, en esta guerra, cada escándalo interno se convierte de inmediato en munición para el enemigo, y cada gesto de limpieza o transparencia puede marcar la diferencia entre resistir con respaldo internacional o quedar atrapado en el desgaste.


