La tensión geopolítica marca la agenda internacional

Rusia, Bielorrusia y la OTAN: el juego de poder que sacude a Europa

La visita de Trump al Reino Unido ha coincidido con unos ejercicios militares conjuntos entre Rusia y Bielorrusia que han despertado preocupación en la OTAN. Los recientes incidentes con drones en Polonia y Rumanía han incrementado la sensación de inseguridad, aunque varios analistas insisten en que el conflicto no necesariamente apunta a una escalada inmediata.
Paco Arnau, Analista Internacional de Redes y Medios, ontextualiza los recientes incidentes con drones y misiles en Polonia, señalando que muchos de los supuestos ataques rusos han sido exagerados o mal interpretados, y que algunos daños atribuidos a Rusia en realidad fueron causados por fuego aliado o por fenómenos naturales. Destaca que los ejercicios militares entre Rusia y Bielorrusia se realizan desde los años 80 y son parte de la rutina militar, insistiendo en que Rusia no tiene interés en expandir el conflicto hacia Polonia o los países bálticos. Carlos Paz, Analista Político, coincide con Arnau en que muchos gobiernos europeos buscan alargar el conflicto para arrastrar a la OTAN y a los países europeos hacia la guerra, creando excusas a partir de incidentes como los drones sobre Polonia, Lituania o Rumanía. Señala que estas maniobras generan un clima de peligro prebélico que sirve para preparar a la opinión pública occidental y justificar acciones militares, aunque en la práctica la amenaza de Rusia más allá de Ucrania es mínima. Jacqueline Hellman Moreno, Profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid, aporta un enfoque más técnico y legal, subrayando la necesidad de esclarecer los hechos antes de sacar conclusiones. Destaca que los drones rusos que han sobrevolado territorios vecinos podrían ser accidentes o maniobras de reconocimiento y que, aunque constituyan una violación de soberanía según el derecho internacional, no implican necesariamente un ataque bélico ni activan automáticamente mecanismos como el artículo 5 de la OTAN o el derecho de legítima defensa de la ONU.

El tablero internacional vuelve a estar en el centro de la conversación empresarial y política. Los ejercicios militares entre Rusia y Bielorrusia han generado titulares que hablan de un posible repunte de la tensión en el frente europeo, pero lo cierto es que estas maniobras no son nuevas: se repiten desde la época soviética y forman parte de una dinámica histórica.

Los incidentes con drones que supuestamente habrían alcanzado Polonia y Rumanía se convirtieron en una primera alarma. Sin embargo, al analizar los hechos, se ha demostrado que gran parte de esas informaciones respondían a confusión o incluso a fuego amigo. Algunos drones eran señuelo, sin carga explosiva, y en otros casos las imágenes atribuidas a ataques resultaron ser daños causados por fenómenos meteorológicos.

Los expertos coinciden en que Rusia no tiene interés en abrir nuevos frentes de conflicto más allá de Ucrania. Al contrario, la estabilidad en los países bálticos y en Polonia le conviene para mantener su posición sin sumar más enemigos. En cambio, desde la perspectiva europea, la narrativa de una amenaza inminente permite justificar un mayor despliegue militar y mantener la cohesión en torno a la OTAN.

Este tipo de tensiones, según se analiza, cumplen una doble función: por un lado, alimentan la industria armamentística y refuerzan el papel de Estados Unidos como proveedor de seguridad; por otro, desvían la atención de los problemas internos que atraviesan las principales potencias europeas. Francia, Alemania o Reino Unido enfrentan una fuerte pérdida de popularidad de sus gobiernos, crisis sociales y un estancamiento económico que amenaza su estabilidad.

Al mismo tiempo, Washington parece mirar más hacia su pugna con China y su estrategia en Latinoamérica que hacia un enfrentamiento directo en Europa. En este contexto, el riesgo de una escalada abierta parece limitado, aunque el clima de “guerra psicológica” se mantiene vivo. La incertidumbre, en definitiva, es un recordatorio de cómo la geopolítica influye en los negocios: inversión, comercio exterior y mercados financieros siguen reaccionando con cautela ante cada nuevo movimiento.

Más allá de los titulares, lo fundamental será distinguir entre hechos reales y percepciones interesadas. Para las empresas y organizaciones internacionales, la clave pasa por interpretar estas señales con frialdad, evaluando riesgos reales frente a narrativas de oportunidad política.

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