Rusia y EEUU mantienen diálogo técnico mientras las tensiones persisten
Diálogo en punto muerto entre Moscú y Washington
En medio de una escena internacional convulsa y con un telón de fondo cada vez más tenso, Moscú y Washington parecen no querer cerrar del todo la última válvula de escape diplomática que les queda. El viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Ryabkov, ha confirmado que las recientes conversaciones técnicas con Estados Unidos se desarrollaron en un clima “serio y profesional”, pero sin avances sustanciales que permitan hablar de un punto de inflexión. El diálogo existe, pero está lejos de ser un puente: por ahora es apenas un hilo que evita el silencio absoluto entre dos potencias en abierto conflicto estratégico.
Los “factores irritantes”: Ucrania y la OTAN
Las reuniones se han centrado en lo que Ryabkov describió como “factores irritantes”, una fórmula que suena casi aséptica para referirse a dos frentes de choque evidentes: la guerra en Ucrania y el eterno debate sobre la expansión de la OTAN hacia el este. Moscú insiste en que la Alianza Atlántica ha cruzado líneas rojas históricas; Washington, por su parte, mantiene su narrativa de apoyo a la soberanía ucraniana y al derecho de los países europeos a elegir sus alianzas. El resultado es un diálogo que se mueve más en el terreno del intercambio de posiciones que en el de las concesiones reales.
En lo técnico, ambos equipos han repasado mecanismos de gestión de riesgos, canales de comunicación militar y posibles vías para evitar incidentes que puedan escalar de forma incontrolada. No es menor: en un contexto de guerra abierta en Europa y tensiones crecientes en otros frentes, que las dos principales potencias nucleares sigan hablando de procedimientos y “líneas rojas” es, en sí mismo, una forma de contención. Pero el propio tono de Ryabkov deja entrever el límite de este formato: lo que se discute es cómo gestionar el conflicto, no cómo resolverlo.
Próxima cita en primavera: diálogo de mínima supervivencia
De cara a los próximos meses, lo más relevante es la previsión de un nuevo encuentro a principios de la primavera. Nadie en Moscú ni en Washington parece confiar en que una sola ronda de conversaciones vaya a desbloquear las divergencias de fondo, pero sí existe la percepción de que renunciar por completo a este canal sería enviar una señal de ruptura total al resto del sistema internacional. En un tablero donde Europa mira con inquietud, China calcula sus propios movimientos y múltiples conflictos periféricos siguen latentes, mantener vivo el diálogo —aunque sea mínimo— tiene un valor estratégico que va más allá del gesto.
Rumores de cumbre Trump–Putin
En paralelo, el ruido sobre una hipotética reunión al máximo nivel entre Donald Trump y Vladímir Putin sigue alimentando especulaciones en círculos diplomáticos y mediáticos. De momento, no hay nada más que eso: rumores y cálculos interesados sobre qué podría significar un cara a cara entre ambos líderes en el nuevo contexto de poder. Sin embargo, la sola existencia de ese debate muestra hasta qué punto la política internacional vuelve a girar en torno a grandes figuras y pactos personales, incluso cuando las diferencias estructurales entre Estados Unidos y Rusia son hoy más profundas que en cualquier otro momento desde el final de la Guerra Fría.
Un hilo diplomático que no se puede cortar
Al final, la figura de Ryabkov compareciendo ante la prensa resume bien la paradoja del momento: un diplomático que confirma que se habla, que se analizan “irritantes” y que se programan nuevas citas, pero que no puede ofrecer resultados tangibles. El diálogo, por ahora, no es el preludio de un acuerdo, sino el reconocimiento implícito de que el mundo no puede permitirse que Moscú y Washington dejen de hablar del todo. En tiempos de desconfianza crónica, esa mínima continuidad también es un dato político.