Bill Ackman apuesta por las aseguradoras: la estrategia para generar riqueza a largo plazo

El gestor quiere levantar un “float” de decenas de miles de millones para invertir como Buffett, pero con un giro más agresivo en un entorno de tipos y riesgos muy distinto al de los años 80.

Bill Ackman, gestor de fondos, en un encuentro reciente mientras analiza su estrategia de inversión basada en compañías aseguradoras.<br>                        <br>                        <br>                        <br>
Bill Ackman, gestor de fondos, en un encuentro reciente mientras analiza su estrategia de inversión basada en compañías aseguradoras.

Bill Ackman ha decidido dar el salto que separa a un simple gestor de fondos de un “holding” financiero permanente. Su plan, inspirado sin disimulo en Warren Buffett, pasa por comprar aseguradoras y explotar el ‘float’: ese capital casi gratuito que se genera entre las primas cobradas y los siniestros pagados. El objetivo es cristalino: construir un colchón de miles de millones de dólares de financiación barata y desplegarlo en apuestas de largo plazo.
La jugada llega en un mercado saturado de liquidez, con volatilidad estructural y una regulación aseguradora mucho más intrusiva que hace 40 años.
Ackman intenta mezclar el ADN pausado de los seguros con la velocidad del capital riesgo, una combinación tan seductora sobre el papel como delicada en la práctica.
 

El plan Ackman: clonar el modelo Berkshire

La arquitectura intelectual del movimiento es transparente. Igual que Buffett transformó una discreta aseguradora en una máquina de inversión valorada en cientos de miles de millones, Ackman quiere que su plataforma deje de depender de las entradas y salidas de capital de clientes y pase a financiarse, sobre todo, con “dinero de pólizas”. No se trata solo de poseer empresas, sino de poseer el flujo de efectivo que generan los contratos de seguro.

En la práctica, el gestor aspira a crear un conglomerado donde el núcleo asegurador aporte un flujo anual estable de primas, mientras el brazo inversor decide dónde colocar ese capital a horizontes de 10, 15 o 20 años. El atractivo está en el apalancamiento implícito: con un float de, por ejemplo, 20.000 o 30.000 millones de dólares, cada punto adicional de rentabilidad sobre ese dinero se traduce en beneficios extraordinarios para los accionistas.

Lo que diferencia a Ackman de Buffett no es la estructura, sino el estilo. Donde el de Omaha construyó su imperio a base de paciencia y crecimiento orgánico, el gestor de Pershing Square se ha hecho famoso por entradas rápidas, campañas activistas y apuestas concentradas. Trasladar ese temperamento a un vehículo cuasi permanente es, precisamente, lo que convierte este proyecto en algo más que una simple copia.

Cómo funciona el ‘float’ que persigue Pershing Square

El ‘float’ es el corazón del plan. En términos sencillos, es el dinero que una aseguradora mantiene en caja desde que cobra una prima hoy hasta que paga un siniestro dentro de meses o años. Ese intervalo de tiempo, multiplicado por millones de pólizas, genera un saldo medio que puede equivaler a varias veces el patrimonio contable de la compañía.

Si la aseguradora gestiona bien el riesgo —es decir, si su ratio combinado (siniestros más gastos dividido por primas) se mantiene por debajo del 100%, idealmente en torno al 90–95%, el negocio de seguros no solo se financia solo, sino que genera beneficios antes de contar la rentabilidad de las inversiones. Ese es el sueño de cualquier inversor: capital que te pagan por gestionar.

Ackman quiere capturar exactamente ese mecanismo. La diferencia frente a un fondo tradicional es abismal. Un gestor de hedge fund depende de que los partícipes no retiren su dinero en un mal año; un conglomerado asegurador, en cambio, cuenta con contratos multianuales, renovaciones automáticas y una base de float que, en escenarios normales, se mantiene o crece, incluso con cierta estabilidad.

Pero esa estabilidad tiene condiciones: un error en la tarificación de riesgos, una mala racha de catástrofes o una recesión profunda pueden convertir un float “gratuito” en un pasivo que devora capital. Ahí es donde la disciplina de suscripción vale tanto como la brillantez inversora.

Aseguradoras

A primera vista, las aseguradoras parecen lo contrario de lo que busca un gestor con fama de agresivo: crecimientos bajos, regulación pesada, márgenes ajustados. Precisamente por eso son tan codiciadas como “baterías financieras” silenciosas.

En cualquier ciclo económico razonable, una aseguradora bien gestionada puede ofrecer rentabilidades sobre el capital (ROE) del 8–12%, apoyada en primas recurrentes y en una cartera de bonos e inversiones relativamente conservadora. Esa corriente de beneficios, combinada con un float estable, permite financiar proyectos que un fondo tradicional solo podría abordar levantando nueva deuda o capital.

En un entorno de tipos de interés que, aunque han subido, siguen en niveles históricamente moderados, disponer de decenas de miles de millones financiados al 0–2% efectivo es una ventaja competitiva formidable frente a fondos que pagan comisiones de financiación mucho más altas o dependen de inversores institucionales que pueden retirar su dinero en cuestión de trimestres.

La contrapartida es clara: el regulador exige solvencia, reservas y prudencia, palabras que chocan con la imagen de un Ackman dispuesto a “exprimir” el balance. La gran incógnita es si el gestor aceptará el corsé asegurador o si intentará estirarlo al máximo sin romperlo.

Riesgos de mezclar seguros y capital riesgo

El propio diseño del proyecto revela su tensión interna. Ackman pretende fusionar dos culturas que rara vez conviven sin fricciones: la de los actuarios que piensan en desviaciones estándar y tablas de mortalidad, y la de los inversores que persiguen rentabilidades del 15–20% anual asumiendo volatilidad extrema.

Si el brazo inversor utiliza el float como si fuera capital permanente, pero la aseguradora sufre un pico inesperado de siniestralidad o un cambio regulatorio que exija más reservas, el castillo puede tambalearse. El capital que parecía “barato y abundante” puede convertirse, de repente, en un agujero de solvencia que obligue a vender activos en el peor momento, justo cuando los mercados están en mínimos.

Además, la tentación de buscar rendimiento extra en activos menos líquidos —private equity, deuda subordinada, proyectos de infraestructuras— puede chocar con la necesidad de tener liquidez para pagar reclamaciones. Ese choque de plazos es el talón de Aquiles de cualquier modelo que intente exprimir demasiado el float.

El reto de Ackman consiste en demostrar que puede mantener ratios combinados prudentes, reservas holgadas y, a la vez, una cartera agresiva. No es imposible, pero exige una coordinación quirúrgica entre gestión de riesgos y ambición inversora. Y la historia de Wall Street está llena de ejemplos donde esa coordinación falló.

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