Iturralde advierte sobre el riesgo oculto en la deuda estadounidense y sus repercusiones en mercados como Dow Jones y Nasdaq
Alberto Iturralde analiza la creciente desconfianza en la deuda estadounidense y sus implicaciones para Europa y los mercados internacionales, advirtiendo sobre un posible giro en la política monetaria y flujos de capital que podrían marcar la agenda económica de 2026.
La conversación con Alberto Iturralde, uno de los analistas más seguidos en operativa sobre el DAX, rompe de plano con la narrativa complaciente que han construido los buenos datos de empleo en Estados Unidos. Mientras una parte del mercado celebra la solidez del mercado laboral y confía en un aterrizaje suave de la economía, Iturralde pone el foco en un frente mucho menos visible pero potencialmente más peligroso: la pérdida de confianza en la deuda estadounidense por parte de los grandes inversores institucionales. A su juicio, si el verdadero termómetro del sistema no son las nóminas ni el PIB, sino la capacidad de un país para colocar su deuda al resto del mundo, el mensaje que están lanzando los flujos de capital empieza a ser inquietante.
El riesgo de la deuda estadounidense y el papel de Europa
Su tesis parte de una idea sencilla pero incómoda: cuando los grandes compradores internacionales empiezan a reducir su exposición a los bonos del Tesoro, el problema deja de ser puramente financiero y se convierte en estratégico. La economía mundial lleva décadas funcionando sobre el supuesto de que el bono estadounidense es el activo libre de riesgo por excelencia; si esa premisa se erosiona, el resto del edificio tiembla. Iturralde va un paso más allá y advierte de que, en un escenario de tensión extrema, Estados Unidos podría terminar beneficiándose de la fragilidad de Europa, replicando patrones históricos en los que, como él resume de forma cruda, “las colonias siempre sufren antes que la metrópoli”. Bajo esa lógica, una Europa altamente dependiente del dólar, de la financiación externa y de la energía importada sería el eslabón débil de la cadena.
Divisas en movimiento: señales de un reajuste silencioso
En ese tablero, los movimientos de las divisas adquieren un significado que va más allá de la pura especulación diaria. El debilitamiento del dólar frente a otras monedas y el renovado interés por el yen japonés pueden interpretarse como señales de un reajuste silencioso del capital global, donde algunos actores buscan diversificar su exposición al billete verde sin provocar un choque frontal con el sistema. No se trata aún de una huida desordenada, pero sí de un goteo que, acumulado en el tiempo, cuestiona la posición hegemónica de la deuda estadounidense como refugio automático en tiempos de incertidumbre.
La Reserva Federal y la sombra de la “nacionalización” de la deuda
Ahí entra en juego el papel de la Reserva Federal y el fantasma de la “nacionalización” de la deuda. Iturralde plantea un escenario en el que, si los inversores privados e internacionales pierden interés por los bonos del Tesoro, la Fed se vería obligada a absorber una parte cada vez mayor de las emisiones para evitar tensiones insostenibles en los tipos de interés. El banco central ya ha intervenido de forma masiva en otras crisis, pero el matiz ahora estaría en el momento del ciclo y en la narrativa: de cara a 2026, la gestión del sentimiento del mercado podría pasar por mantener una apariencia de normalidad mientras se esconden desequilibrios estructurales cada vez más profundos. El resultado sería un sistema aparentemente estable, pero solo gracias a un comprador de última instancia que sostiene artificialmente el mercado.
Petróleo y geopolítica: el tablero de las materias primas
La reflexión no se limita al mundo de los bonos. Iturralde enlaza este análisis con lo que está ocurriendo en materias primas clave. El petróleo vuelve a situarse en el centro de la partida geopolítica, con Estados Unidos, Rusia y la OPEP ajustando producción, sanciones y alianzas para condicionar tanto los ingresos de sus rivales como la inflación global. El papel del crudo venezolano, por ejemplo, se convierte en una pieza más de una estrategia de influencias cruzadas, donde las decisiones sobre sanciones, permisos de exportación y acuerdos bilaterales tienen un impacto directo en el precio de la energía y, por extensión, en el margen de maniobra de bancos centrales y gobiernos.
Oro y plata: la huida hacia los refugios
En paralelo, el comportamiento del oro y la plata aporta otra pista relevante. La escalada de estos metales preciosos sugiere que una parte del dinero institucional está buscando refugio fuera del sistema de deuda soberana, algo que históricamente ha sucedido en momentos de desconfianza hacia las monedas fiduciarias o ante el temor a episodios de inflación persistente y pérdida de valor real de los bonos. Para Iturralde, no es un simple repunte técnico, sino un síntoma de que el mercado está empezando a descontar la posibilidad de un cambio de régimen financiero a medio plazo.
El verdadero eje del problema: la confianza
La conclusión que deja la entrevista es que, detrás de los titulares sobre creación de empleo o crecimiento trimestral, se está librando una batalla mucho más discreta pero relevante: la de la confianza. Confianza en que Estados Unidos seguirá siendo capaz de colocar su deuda sin recurrir a una intervención masiva del banco central, confianza en que Europa podrá navegar este contexto sin convertirse en la principal víctima colateral y confianza en que los precios del petróleo y de los metales no están anticipando algo mayor. En un mundo hiperfinanciarizado, donde la velocidad de los flujos de capital es tan importante como los propios datos macroeconómicos, las señales que destacan analistas como Iturralde invitan a los inversores a mirar más allá de la superficie y a preguntarse, con honestidad, si su estrategia está preparada para un escenario en el que el problema ya no sea el empleo, sino el corazón mismo del sistema de deuda global.

