El repunte de la morosidad en tarjetas de crédito reaviva el fantasma de la crisis de 2008

Las moras graves en tarjetas de crédito en Estados Unidos han alcanzado niveles que no se veían desde la antesala del colapso financiero de 2008. El deterioro del crédito al consumo, unido a advertencias de autoridades financieras, apunta a un posible escenario de vulnerabilidad económica que podría extenderse a escala global.

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Las señales están ahí, aunque muchos prefieran no verlas. La Reserva Federal de Nueva York ha publicado datos que muestran un aumento significativo en la morosidad severa —más de 90 días de impago— en tarjetas de crédito, situándose por encima del 12%. Es el nivel más alto en 14 años y solo dos puntos por debajo del registrado durante la crisis financiera de 2008.

No se trata de una estadística aislada. Es el síntoma de algo más profundo: una presión creciente sobre los hogares, que recurren al crédito para sostener su consumo en un contexto de inflación persistente y tipos de interés elevados.

Un paralelismo que preocupa

Durante 2008, el incremento en los impagos no fue el detonante inicial de la crisis, pero sí una señal temprana del agotamiento de la capacidad financiera de millones de ciudadanos. Algo similar parece estar ocurriendo ahora.

El aumento de morosidad en tarjetas indica:

  • Endurecimiento de la carga financiera de las familias.

  • Menor liquidez disponible en los hogares.

  • Riesgo de deterioro acelerado de la demanda interna.

Cuando los consumidores dejan de pagar sus tarjetas, los bancos elevan provisiones, endurecen condiciones y reducen crédito. Ese efecto dominó puede ralentizar la economía real, afectar al comercio y debilitar el crecimiento.

Un deterioro que se extiende a otros sectores

No solo las tarjetas de crédito muestran señales de tensión. Los préstamos para automóviles también han incrementado sus tasas de impago. Son sectores tradicionalmente considerados sensibles al ciclo económico, es decir, reaccionan temprano cuando el consumo empieza a resentirse.

Todo apunta a una tendencia: las familias estadounidenses están gastando más de lo que pueden sostener, financiando consumo con deuda en un entorno monetario que penaliza ese endeudamiento.

La advertencia desde Londres

En este contexto, las declaraciones del gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, adquieren un peso especial. Bailey ha señalado explícitamente que varios indicadores actuales recuerdan al periodo previo a la crisis de 2008.

Cuando una de las autoridades financieras más influyentes del mundo establece este paralelismo, el mensaje es claro: la complacencia no es una opción.

¿Un nuevo colapso? Aún no, pero las señales son serias

No estamos en 2008. La regulación bancaria es más estricta, los balances financieros son más sólidos y los bancos centrales disponen de más herramientas.
Sin embargo, el riesgo no reside en una tormenta idéntica, sino en una nueva crisis con dinámicas diferentes, impulsada por:

  • Crédito al consumo insostenible.

  • Coste financiero elevado.

  • Enfriamiento gradual de la economía.

  • Confianza debilitada.

¿Cómo prepararse en este escenario?

Para particulares:

  • Evitar el sobreendeudamiento.

  • Construir colchones de liquidez.

  • Revisar gastos recurrentes.

Para inversores y gestores:

  • Reevaluar exposición a deuda de consumo.

  • Considerar activos defensivos.

  • Reforzar análisis de riesgo y sensibilidad macroeconómica.

La clave es anticipar, no reaccionar.

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